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El hambriento líder que levantó Takeaway con 50 euros

Tras devorar Delivery Hero en Alemania, Jitse Groen repite jugada con Just Eat para saciar su ambición

Hoque

Un experimento sociológico. En mitad de una entrevista en Áms­terdam, Patrick de Laive, confundador del portal de noticias especializado en transformación digital The Next Web, pide, ante la presencia de su entrevistado, Jitse Groen (1978, Holanda), el fundador de Takeaway –empresa que, con su fusión con Just Eat, se dispone a crear un gigante de la alimentación a domicilio de más de 10.000 millones de euros–, que se levanten los asistentes que hayan pedido comida a domicilio online últimamente. Casi todos lo hacen. A continuación, reclama que se sienten aquellos que no lo hayan hecho a través de Takeaway o de cualquiera de las plataformas de la empresa. Casi nadie se sienta. La petición se repite una vez más, pero en esta ocasión ya pueden sentarse aquellos que no lo hayan hecho una vez en los últimos tres meses. La mayoría sigue en pie. Inmediatamente, amplía el rango a tres veces: la mayoría sigue en pie. ¿Diez veces? Un nutrido grupo de jóvenes que están al fondo de la sala aún se resiste a sentarse. “Por lo que se ve, no tenéis cocina en casa”, se rinde De Laive. Groen exhibe una sonrisa amplia y brillante.

La historia de los empresarios de éxito supuestamente hechos a sí mismos está llena de ejemplos en los que, al indagar, se descubren más de tres o cuatro buenos empujones del entorno. Groen de verdad empezó casi de cero: concretamente, desde 50 euros.

En los albores de los años 2000, con internet dando sus primeros e inciertos pasos, Jitse Groen, estudiante de la Universidad de Twente, estaba hambriento: de fama, de éxito, de dinero y de reconocimiento. Pero, por encima de todo, como cualquier joven, lo estaba literalmente, y lo estaba casi siempre. Por aquel entonces, la comida a domicilio se pedía exclusivamente por teléfono. Pero durante una reunión familiar, antes de llamar, Groen tuvo una idea: encendió su ordenador, esperó el cuarto de hora de rigor hasta que aquello arrancó, y probó a intentar pedir comida china a través de internet. No pudo. Mientras recorría en coche los 10 kilómetros que le separaban del restaurante más cercano, una idea cruzó fugazmente su mente: se debería poder.

Tomó los 50 euros que tenía en el bolsillo y registró un dominio: Takeaway. Contrariamente a lo que suele suceder, aquella empresa tardaría 12 largos años antes de acudir a los mercados a financiarse. El propio Groen explicó a De Laive esta estrategia: “Cuando fundas una empresa, es buena idea que pueda generar dinero de inmediato. Hay fantásticos ejemplos de empresas como Twitter que, sin generar dinero, están logrando mucha financiación. Lo que la gente no ve es que, al final, los inversores quieren su dinero de vuelta”.

Takeaway logró buenos resultados rápidamente, pero eso no quere decir que fuera fácil. Uno por uno, Groen tuvo que visitar a los 700 restaurantes holandeses que compusieron la oferta inicial de una página web que, por aquel entonces, ni tan siquiera tenía tráfico. Ese fue solo uno de sus problemas: “Holanda no es muy grande, pero yo vivía en el este del país, y casi todos los restaurantes estan justo en la parte opuesta. Fue muy irritante”, explica el consejero delegado.

En 2012 Takeaway ya había logrado desbancar en Holanda a Just Eat, web de origen danés que se ha convertido en el portal de comida a domicilio más conocido del mundo. Pero Groen tenía un temor: con la llegada de los smartphones y las aplicaciones, muchas compañías aterrizarían en un país que lleva impresa en su cultura la costumbre de pedir comida a domicilio. El empresario tomó una decisión: había que expandirse. Contra sus principios, por primera vez pidió dinero a inversores, pero no lo haría solo para competir contra Just Eat en Bélgica, sino para disputar también los mercados de Austria y Alemania. Desde entonces, Takeaway trabaja con una obsesión: hacerse con el mercado europeo.

Con este horizonte en mente, en febrero de este año realizó un movimiento que sorprendió a muchos: adquirir el negocio de Delivery Hero en Alemania. Para ello, gastó 508 millones de euros en efectivo y 422 millones en acciones: 930 millones en total por una empresa que había recibido en todo el año pasado 23 millones de pedidos y había movido un valor bruto de mercancía de 462 millones: menos de la mitad que lo invertido por Takeaway. Groen hizo el gasto con la esperanza de que la comida a domicilio entre con más fuerza en el país germano: “Aún hay un amplio crecimiento por delante, dado que la penetración de la entrega de alimentos online en Alemania se encuentra entre las más bajas de Europa”.

Ahora, tras recibir en 2018 pedidos por un valor de 7.300 millones de euros, los holandeses quieren repetir jugada con Just Eat. Como ya hizo hace casi 10 años, cuando vaticinó la explosión de las plataformas, Groen responde a las amenazas que suponen empresas como Deliveroo o Uber Eats saciando de inmediato sus ganas de crecer. Todo un atracón que Groen procurará que no se le indigeste.

La guerra por el sector del reparto

Just Eat y Takeaway. Los accionistas de Just Eat recibirán 0,09744 acciones de Takeaway por cada título de la empresa en su poder, lo que valora en 7,31 libras cada acción de Just Eat, un 15% por encima de su precio el pasado viernes 26 de julio.

 

Amazon y Deliveroo. El pasado mes de mayo, Amazon lideró una ronda de financiación en la británica Deliveroo por valor de 514 millones de euros. El movimiento fue interpretado por el mercado como una auténtica declaración de guerra: las acciones de Just Eat bajaron aquel día un 8%.

Uber Eats y Softbank. Por ahora, Uber Eats, filial de la empresa de VTC, opera sobre todo en Estados Unidos, pero de la mano de los japoneses de Softbank está operando ya en Europa.

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