Las nuevas geo: estratégica, económica, política y digital
Los modelos estadísticos de regresión nos dirían quién ganará la guerra comercial: EEUU
El veto de Trump a empresas norteamericanas para operar con Huawei es un ejemplo del enfrentamiento del binomio que Fareed Zakaria denomina Chimérica en The post-American world, libro de cabecera del expresidente Barack Obama en política internacional. Como Zakaria, los expertos se preguntan si la primacía mundial de América agoniza. La respuesta es no; mantener el liderazgo es una cuestión de Estado. Bill Clinton fue el primer presidente demócrata tras la caída del muro y, aunque vivió el periodo de expansión económica más fuerte desde Kennedy, también entonces los intelectuales pusieron en duda la preeminencia mundial norteamericana: los tigres asiáticos, percibidos como peligro. Una década antes, Japón; y todavía antes, la URSS. América ganó el pulso a todos. Recientemente, a los BRIC. Brasil e India crecen, con buenas relaciones con América. Rusia y China decaen y, para EE UU son el principal enemigo. Los modelos estadísticos de regresión (analítica predictiva) nos dirían el ganador de la guerra: Estados Unidos.
Subestiman a Estados Unidos; a los medios de comunicación estadounidenses les encanta regodearse en las fotos del torso de Putin, que lleva 19 años en el poder, y en la aparente potencia económica de China, hoy dirigida por un premier que, como Mao, ha decidido eternizarse en el cargo. Deng Xiaoping recordaría a Xi Jinping que China necesita crecer dos dígitos para sostenerse económicamente y reducir las desigualdades sociales: 400 millones de chinos en la costa y en las ciudades-fábrica ya han salido de la pobreza. Pero 1.100 millones son paupérrimos.
China se ha convertido en la fábrica barata del mundo, ha exportado barato a Europa y América y, si hace una década la policía alemana apresaba espías chinos en las oficinas de SAP y Software AG, hoy China tiene capacidades cibernéticas y gigantes de internet. Autores como Kai-Fu Lee (AI Superpowers), Edward Tse (China’s disruptors) o Duncan Clark (The House that Jack Ma built) dicen que Alibaba, Xiaomi, Tencent o Huawei dominarán la transformación digital. Puede ser, pero también la CIA erró sobre el poderío soviético, engrandeciéndolo. “El espíritu americano es competitivo”, escribió Walter Whitman.
China inventó la pólvora (o tal vez no). La computación nació en los garajes del Silicon Valley: Hewlett y Packard (HP), Grove, Moore y Noyce (Intel), Jobs (Apple). Google, Microsoft, Apple, Amazon, Facebook y el sector tecnológico norteamericano (IBM, Salesforce) crearon el nuevo orden mundial con la digitalización. Fueron también científicos norteamericanos quienes inventaron las redes neuronales artificiales, machine learning, inteligencia artificial, edge computing, cloud, big data, deep learning, ecommerce, IoT, redes sociales, etc. Los chinos llegaron a mesa puesta.
Lógico que los medios norteamericanos publiquen los casos de espionaje cibernético chino y ruso. En América hay libertad de prensa y The New York Times y The Washington Post pueden libremente criticar a Trump. Los periodistas chinos disidentes, en cambio, desaparecen. Y los rusos mueren envenenados. Sabemos por los medios estadounidenses que los hackers chinos penetraron en el Gobierno y corporaciones americanas. Bloomberg Business Week lo ha publicado. Sin embargo, si la CIA o la NSA hacen algo en China o en Rusia, no nos vamos a enterar, a no ser que la prensa occidental lo desvele.
La nueva geoestrategia es cibernética, como publicó Foreign Affairs en octubre de 2018: World War Web. Su editor, Gideon Rose, ha sido muy crítico con Trump en todas sus portadas desde 2016. Aunque por encima de todo está América y su seguridad y Rose recuerda que en el discurso del estado de la Unión de 2010 Obama hizo referencia al tren bala de Shanghái. “Ese tren lo debimos inventar nosotros”, dijo. Obama había puesto en marcha su Plan Nacional de Inteligencia Artificial, al igual que lo ha hecho Trump una década después. Es política de Estado que trasciende partidos.
Como la nueva economía que, por global, hoy, es geoeconomía. Obama inició con China el diálogo económico y estratégico (Londres, abril de 2009) dirigido por Hillary Clinton y Tim Geithner. Los chinos pensaron que Obama era blando. Pero se equivocaron: Obama no quiso tener varias guerras en varios frentes al mismo tiempo. Su prioridad era sacar a América de la Gran Recesión. En junio de 2009 volvió el crecimiento y la generación de empleo, ininterrumpidos en una década. ¿Los bancos centrales han adquirido un poder impensable en 2008? Sí, pero le guste o no a Trump, es una realidad de la nueva geoeconomía; liquidez y tipos bajos en los bancos centrales. China, en cambio, no tiene tanta flexibilidad en su manejo de la política monetaria: sus conglomerados empresariales y financieros están endeudados a costa del Estado y contrae la inversión, consumo y exportaciones. Las sanciones comerciales de Trump son anecdóticas para la economía americana. Para la china tienen efectos devastadores. EE UU puede bandear el temporal porque crece al 3,2% y pleno empleo, pero China, no.
Sostenido por el crecimiento económico y el empleo, Trump quiere imponer su America first en el mundo: enfrentamiento con Irán, Rusia y China; Corea del Norte; Venezuela y países latinos marxistas… Pero el presidente olvida responsabilidades surgidas de su nueva geopolítica: Brexit y (quizá) el riesgo de desintegración europea; el abandono americano de Oriente Medio; la desigualdad social, mayor regulación europea a las tecnológicas estadounidenses y los problemas internos americanos.
Pero incluso si el edificio Trump se hundiera por un cambio de ciclo, América se levantaría de nuevo. Satya Nadella resucitó Microsoft desde Windows a Azure y hoy vale en Bolsa 1 billón de dólares.
Persistencia y resiliencia son valores tan americanos como colgar la bandera en la puerta de casa, en Iwo Jima y Okinawa.
Jorge Díaz Cardiel es Socio de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Trump vs. Hillary’, ‘Trump, año uno’ y ‘Trump: año de trueno y complacencia’