Lorenzo Caprile: “Nunca habrá un robot delante de una máquina de coser"
Es crítico con la influencia de las redes sociales en la moda y asegura que pocos diseñadores se hacen millonarios con este oficio
En contra de lo previsto, fue la gran revelación en el estreno del concurso de televisión Maestros de la costura, del que es jurado y cuya segunda temporada está emitiendo Televisión Española. Sus valoraciones y su visión reposada de lo que debe ser un oficio al que se dedica desde hace más de 27 años han hecho que Lorenzo Caprile (Madrid, 1967) tenga ahora una cohorte de admiradores, más allá del taller de diseño y alta costura que posee en el Barrio de Salamanca de Madrid, especializado en moda nupcial y de ceremonia. Su abuelo, de origen italiano, fundó la Fábrica Española de Magnetos (Femsa), estudió en el Fashion Institute of Technology de Nueva York y en el Politécnico Internacional de la Moda de Florencia (Italia), donde también cursó estudios en Lengua y Literatura Española. Ha trabajado para distintas firmas de moda italianas hasta que en 1993 abrió su propio atelier. Es allí donde se realiza esta entrevista, que ha de interrumpir en alguna ocasión para asesorar a alguna clienta en los detalles de su vestido.
- R. El programa ha contribuido a que haya un furor por la costura.
- R. Está contribuyendo a que la gente se interese cada vez más. A mí me ha ayudado a conocer de cerca la realidad de la industria de la moda, porque siempre estás encerrado en tu cuartel, atendiendo tus cosas, y no sabes cómo está. Es un mundo duro y cada vez más.
- R. ¿Por qué?
- R. Hay un cambio en los hábitos de consumo. La ropa ahora no es una prioridad, la gente prefiere comer, viajar, formarse, la decoración… La moda se vive a tope en la adolescencia, luego lo que haces es vestirte, sin más, y luego hay una guerra de precios importante. Estamos en un cambio de tendencias, a mí me ha hecho mucho daño el mundo virtual. Me vienen las clientas con 300 referencias que han visto en Instagram y que quieren que estén en su vestido.
- R. Pero la última palabra la tendrá el diseñador.
- R. Muchas novias ahora buscan el aplauso de las redes sociales. No eligen un vestido porque les favorezca, sino en función de lo que van a opinar sus seguidores en Instagram. Y lo que busca un diseñador es que una prenda siente bien. Antes tenías más autoridad, ahora se visten como yo casé a mis hermanas en los años ochenta, y me parece horroroso. La moda es un sector complicado; además, en la moda femenina entra la variable mujer, y la donna è mobile. Por eso las marcas masculinas son más sólidas, las de las mujeres están una temporada en lo más alto, y la siguiente, no. Mantenerte es duro, hay que estar reinventándose constantemente, pero siendo fiel a unos principios. Es difícil mantenerse, porque en hacer un vestido de novia invertimos unas 300 horas, y si le añadimos encajes y bordados sube mucho más. Y habremos hecho unos 3.000.
- R. Sin embargo, cada vez más gente quiere dedicarse a este oficio, a tenor del número de candidatos, 12.000 en el último casting, que se presentan al concurso.
- R. El programa ha ayudado, pero también hay amor por las manualidades, por salirse del sistema, por customizar la ropa, por la moda sostenible, todo esto estaba en el ambiente. Nuestra productora [Shine Iberia] lo capta y lo explota.
- R. ¿Cómo compiten los diseñadores con los grandes grupos textiles?
- R. Yo no le hago la competencia a Zara ni ella a mí. Cuanto mejor les vaya a estas cadenas mejor nos va a ir a nosotros, que nos eligen en momentos especiales, cuando quieres destacar en una celebración. Que existan estos grandes grupos a nivel global favorece a las pequeñas marcas que hacen algo diferente. No nos vamos a hacer millonarios. Ganar dinero con la moda es difícil, ganas dinero con el merchandising, con esos otros productos y accesorios que son los que mantiene a una marca. Dinero con la ropa solo lo ganan Inditex, Mango H&M, Uniqlo y Primark.
- R. El sector también adolece de una potente infraestructura textil.
- R. Muy pocas cosas se hacen en España. Hemos ganado en avance social, y hay quien puede estar en contra, pero hemos dejado de ser competitivos. Porque, ¿qué puede haber detrás de una camiseta de un euro? Y deberíamos ir hacia un consumo más responsable.
- R. La forma de vestir cada vez es más casual, las etiquetas se han relajado.
- R. La comodidad no me parece mal, pero hay ambientes, como los abogados o consultores, a los que se les exige todavía mantener el protocolo y mantienen la etiqueta en el día a día, pero creo que la corbata no está en vías de extinción.
- R. Es muy exigente con los concursantes, ¿qué le molesta a la hora de trabajar?
- R. Me llama la atención que la gente no reflexione, no invierta cinco minutos de tiempo en pararse a pensar, a hacer un esquema o guion. Este trabajo es mucho de planificar, y sin eso difícilmente puedes sacar adelante el trabajo.
- R. Acaban de publicar otro libro con patrones de Maestros de la Costura, ¿han elevado las ventas de máquinas de coser?
- R. Se han disparado. Durante un tiempo era el rey de los electrodomésticos, pero eso desapareció, y ahora la gente se plantea por qué no va a tener una máquina de coser, si en cualquier lugar te cobran por hacer un arreglo a las prendas. Además, la gente tiene curiosidad, me paran por la calle y me piden consejo, pero siempre les digo que trabajo nos les va a faltar aunque es una profesión muy sacrificada. Es una industria que no va a sufrir el peligro de la robotización, porque delante de una máquina de coser nunca habrá un robot, siempre habrá una persona. Será una de las últimas industrias a las que llegue la robotización.