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Consejero delegado de Scope Ratings

Torsten Hinrichs: “España sería más atractiva si ganara productividad”

La agencia de calificación europea descarta que una parálisis política pueda afectar al rating

Torsten Hinrichs, consejero delegado de Scope Ratings.
Torsten Hinrichs, consejero delegado de Scope Ratings.Manuel Casamayon

La posibilidad de que Pedro Sánchez no consiga sacar adelante los Presupuestos de 2019 y se vea forzado a convocar de nuevo elecciones no parece del todo descabellada, pero no preocupa en absoluto Torsten Hinrichs, consejero delegado y jefe de operaciones de la agencia de calificación de riesgos europea Scope Ratings. Cree que el Gobierno está “comprometido” en seguir con las reformas estructurales que necesita el país y, mientras no haya visos de que esa senda vaya a modificarse sustancialmente, no ve “riesgos estructurales para el rating”. Pero avisa de que la baja productividad tiene que ser afrontada e insiste en que se trata de un aspecto clave para que mejore la percepción que los inversores tienen de la economía española.

R. El Gobierno podría tener que convocar elecciones si no logra aprobar las Cuentas de 2019. ¿Condicionaría eso al rating español?
R. Vivimos en democracia, las disputas políticas y las elecciones ocurren, así que esto en sí realmente no es un problema. Mientras que quien esté al frente del Gobierno siga con las reformas estructurales que son necesarias y se avance en el camino de recuperación, no vemos riesgos estructurales para el rating.
R. ¿Cómo evalúa la senda de reformas del Ejecutivo y la previsión de varios organismos económicos de que incumplirá el déficit?
R. Creemos que el Gobierno socialista está casi tan comprometido con las reformas que otros Ejecutivos anteriores. Italia sí es un buen ejemplo de que cuando hubo cambio de gobierno, hubo cambio de políticas. Pero aunque haya habido mucho ruido, la efectividad del Gabinete en continuar con las reformas está todavía intacta. Con la vista puesta en el futuro de España, creemos que cualquier Gobierno estará interesado en mantener la salud de la economía. Y para ello no existe una solución única, sino que hay varias formas de hacerlo. Seguiremos observando y juzgando basándonos en los resultados, más que en anticipaciones o en decisiones políticas.
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R. La patronal, el Banco de España y el FMI han avisado del riesgo de subida del salario mínimo interprofesional (SMI). ¿Qué impacto cree usted que puede tener?
R. Es cierto que es una cuestión de doble filo. Por un lado, aumenta el poder de gasto de la población, lo que mueve la demanda interna, hace depender menos al país de las exportaciones e impulsa el crecimiento, lo que sin duda es positivo. Pero también encarece los costes de producción. Desde una perspectiva de rating, no es algo que sea en sí bueno o malo, ya que depende de cómo las personas usen esa mayor renta. Pero si se mira al tipo de persona que depende del salario mínimo en España, que no tiene mucha capacidad de ahorro, muy probablemente todo ese dinero extra vaya al consumo, y redunde en un mayor crecimiento. Así que no diría que esto es algo malo.
R. ¿Cuáles cree que son los principales riesgos que ven ahora mismo los inversores en España?
R. La economía española sigue siendo muy dependiente de la salud del sector bancario, pero ahí hemos visto bastantes mejoras. En lo que se están fijando los inversores es en que España siga creciendo por encima de la media europea. Pero además, tiene todavía una economía muy intensiva en mano de obra y lo que realmente mejoraría la percepción de los inversores sería que hubiera ganancias en la productividad. La baja productividad es algo que tiene que ser abordado, y es cierto que incrementarla tiene impacto social porque puede poner en riesgo puestos de trabajo. No se trata de ligarlo directamente a bajos salarios, eso es una forma tradicional de hacerlo. Se trata mucho más de innovación, de cambiar la estructura fundamental de la economía, y moverse hacia una que sea menos intensiva en mano de obra y más enfocada a los servicios, la digitalización y la automatización. Ahí es hacia dónde cualquier economía de la UE, incluida la española, tiene que ir.

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