Davos 2019: ganan los realistas, pierden los liberales
Lo que más preocupa es el debilitamiento del orden multilateral y el auge del neonacionalismo
La reunión del Foro Económico Mundial de Davos de este año ha sido peculiar por las ausencias, pero también por el ambiente. Las crónicas de los periodistas y los invitados presentes destilan un sentir general de inquietante contradicción. Aunque los números de negocios de las grandes multinacionales son buenos y, por lo tanto, a nivel micro la economía mundial va bien, en las fiestas y por los pasillos del Foro se ha sentido mucha preocupación y pesimismo por el cuadro macroeconómico.
Lo que inquieta a los grandes mandatarios políticos, consejeros delegados, periodistas influyentes y otros líderes mundiales de la cultura y las ONGs no es solo los ya conocidos riesgos “geopolíticos” como la guerra comercial (y tecnológica) entre EEUU y China, el Brexit, el auge del populismo y la polarización que crea, la inestabilidad permanente de Oriente Medio y los efectos del cambio climático, sino un cambio estructural e ideológico mucho más profundo: el debilitamiento progresivo del orden liberal multilateral y el fortalecimiento del neo-nacionalismo como nuevo paradigma internacional.
Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, una disciplina que en España es todavía muy poco estudiada pero que lentamente se está incorporando en los programas de nuestras universidades, lo que estamos observando es un cuestionamiento creciente de las tesis de la teoría liberal y una nueva reivindicación de la prevalencia de los axiomas de la teoría realista.
Al igual que en otras ciencias sociales, el objetivo de las relaciones internacionales es entender el mundo y, en cierto sentido, intentar predecirlo. Después de la caída del muro Berlín y el fin de la Guerra Fría, las teorías liberales, inspiradas en la paz perpetua de Emmanuel Kant, empezaron a dominar, sobre todo la corriente del institucionalismo liberal.
Catedráticos como Robert Keohane comenzaron a hablar del mundo post-hegemónico, en el que el entramado de instituciones multilaterales creadas después de la Segunda Guerra Mundial y consolidadas después de la Caída del Muro, como la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OTAN se iba a mantener, aunque el hegemón, es decir, los EEUU, entrase en decadencia.
Los argumentos teóricos del pensamiento liberal eran los siguientes. La red institucional descrita arriba no era una imposición del país dominante, sino más bien una decisión racional de los países más importantes en las relaciones internacionales. Estos habían entendido su interdependencia y que la mejor manera para gestionarla y evitar conflictos entre ellos en el futuro era compartir soberanía en un marco institucional multilateral. Lógicamente, la Unión Europea es el mejor ejemplo en la práctica de esta teoría.
Sin embargo, desde el surgimiento de las relaciones internacionales como disciplina, justo después de la Primera Guerra Mundial, siempre ha habido una teoría opuesta a la liberal e igual de influyente, incluso dominante durante la Guerra Fría, y esa es la teoría realista, cuyo referente intelectual siempre ha sido Thomas Hobbes y su célebre frase que el hombre es un lobo para el hombre. Para esta teoría, la cooperación e incluso la integración regional entre países es posible, pero siempre tiene un fin último, y ese es el de la supervivencia en un contexto internacional anárquico donde los países más fuertes suelen imponer las reglas del juego.
El teórico realista más conocido de nuestra época es John Mearsheimer y, evidentemente, fiel a su concepción del mundo, lleva prediciendo una guerra entre EEUU y China desde hace un tiempo. Pero esa no es la única preocupación de los asistentes a Davos. Un conflicto entre las dos potencias es posible, y la guerra comercial que estamos viviendo, como ya he comentado en un análisis anterior en estas mismas páginas, nos acerca a ese escenario, pero su realización se ve todavía remota por las elites de nuestro tiempo, material y temporalmente. A corto plazo hay otros elementos que diferencian la teoría realista de la liberal que preocupan más.
Para los liberales, como no podría ser de otra manera, la agencia, es decir, los actores principales que determinan las relaciones internacionales son los individuos. Son líderes políticos como Wilson, Churchill, Thatcher o Gorbachov, emprendedores como Watt, Diesel o Jobs, artistas como Picasso, Lichtenstein y Banksy, y sí, hasta economistas como Keynes y Hayek los que empujan el mundo hacia una dirección u otra. Para la teoría realista, en cambio, la agencia la tienen los estados. Sí, es verdad, Lenin, Hitler, Stalin y Mao fueron grandes personajes históricos, pero sus acciones fueron consecuencia de fuerzas estructurales mucho más poderosas que ellos. Fuerzas, que en sí se pueden resumir en una palabra: el nacionalismo. Para los realistas pues Trump es un efecto más que una causa.
Justamente es esta sensación de impotencia la que da vértigo a los asistentes a Davos. El sentimiento cada vez más potente de que ellos, por mucho poder y dinero que tengan, están perdiendo el control del mundo. Su agencia como individuos ya no tiene la influencia que tenía hace diez o cinco años y eso crea, evidentemente, desasosiego. Este año, justamente, los mayores líderes de la nueva corriente del neo-nacionalismo ya ni asistieron a Davos. Ni Putin, ni Trump ni Xi Jinping. Los poderosos de Davos han dejado de ser el centro del mundo y lo más preocupante para ellos es que hemos entrado en dinámicas de rivalidad geopolítica que están llevando a detenciones como la de la consejera financiera e hija del fundador de Huawei, Meng Wanzhou, en Canadá, la de varios exdiplomáticos y hombres de negocio canadienses en China como medida de represalia y la posible prohibición de equipos de Huawei en muchos países europeos por culpa de la presión diplomática de Washington sin conocerse evidencia clara que indique que Huawei comparta sus datos con el Gobierno chino, tal y como sostienen los servicios de inteligencia americanos. No hay duda, hoy la geopolítica domina la economía.
En este último año de la primera década del siglo XXI estamos pues en un cambio de paradigma.
Los liberales pierden y los realistas ganan. Y lo más normal sería que el estudio de las relaciones internacionales se haga más extensivo en España. No solo en las facultades de políticas y económicas, pero también en las escuelas de negocios.
Miguel Otero es Investigador principal en el Real Instituto Elcano y profesor de Economía Política Internacional en la IE School of Global and Public Affairs