El BCE hace su parte del trabajo, pero no puede hacerlo todo
No solo Fráncfort sino también las economías deben adoptar medidas frente a la desaceleración
Como sucede a menudo con el BCE, las claves de la reunión de ayer están más en lo que traslucen las palabras de su presidente, Mario Draghi, que en las decisiones adoptadas por el banco. El organismo no se ha movido un milímetro del plan marcado en la última reunión del año pasado, celebrada en diciembre, cuando confirmó el fin de las compras netas de deuda en la zona euro, pero Draghi ha dejado entrever en su discurso que, tal y como están las cosas, va a ser difícil que este año suban los tipos de interés en Europa. Ello no constituiría una sorpresa, sino una decisión previsible y ortodoxa ante una coyuntura inestable, que incluye una economía europea que se desacelera por encima de lo previsto y un clima global de incertidumbre en el que se multiplican los interrogantes económicos y geopolíticos. Con un panorama así, resulta razonable que el alza del precio del dinero se aplace al menos hasta 2020, a la espera de que se den condiciones más favorables para adoptar la decisión.
Pese a que Draghi consumió ayer parte de su discurso en defender que la artillería de Fráncfort no está agotada, la principal dificultad del BCE para diagnosticar y lidiar con la situación actual pasa por identificar hasta qué punto los focos de inestabilidad, que son coyunturales, explican la ralentización del crecimiento en Europa. La guerra comercial entre China y EE UU y la ola de proteccionismo que el conflicto ha generado, los mil flecos abiertos del Brexit –incluida la posibilidad de un Brexit duro e incluso de un no Brexit–, o la pérdida de velocidad de la economía china son factores de peso, pero no agotan el abanico de razones que pueden contribuir a la pérdida de velocidad del motor europeo. Entre ellas, la resistencia a seguir realizando reformas estructurales en buena parte de las economías, entre ellas la española, para liberalizarlas, flexibilizarlas y aumentar su competitividad.
Como recordó el presidente del BCE, el sistema financiero es hoy mucho más sólido y saneado que en el pasado, un argumento con el que Fráncfort ha enfriado las expectativas de apertura de una nueva ronda de liquidez para la banca con instrumentos de financiación a largo plazo (TLTRO), aunque tampoco es descartable del todo que active algún mecanismo de alivio para un sector financiero que ha visto estrecharse al máximo sus márgenes en los últimos años. Más allá de todo ello, el BCE hace lo que puede, pero no puede hacerlo todo, como ha recordado más de una vez el propio Draghi. Son los Gobiernos de la zona euro los encargados de diseñar y aplicar una política económica que proteja a Europa de los vientos en contra.