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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cómo afectará el clima a la regulación financiera

Ya hay varias propuestas para incluir la sostenibilidad mediambiental en la normativa bancaria

Pixabay

Nuestro actual modelo económico da un peso excesivo al corto plazo, lo que ha generado una única crisis sistémica, con vertientes sociales, económicas y medioambientales de las que seguramente el cambio climático y el calentamiento global sean las que tendrán un mayor impacto a medio plazo. Por ello, los órganos políticos internacionales han decidido apostar en fechas recientes por una mayor regulación para conseguir los objetivos de sostenibilidad que permitan mitigar las consecuencias del calentamiento.

Aunque no tenemos aún la suficiente perspectiva histórica, es posible que en 2015 se produjera un redireccionamiento de las políticas medioambientales. Tras varias décadas perdidas en la lucha contra el cambio climático, se llegó a un consenso generalizado de que la acción debe ser inmediata. A su vez, algunos movimientos en el sector financiero parecen denotar que hay una mayor concienciación entre reguladores e intermediarios respecto al papel clave que tienen en el cambio de paradigma necesario. La configuración y regulación del sistema financiero permite orientar el ahorro hacia determinadas actividades productivas, por lo que los reguladores financieros pueden empujar a que las entidades financieras sean una herramienta útil para que la economía real se ajuste a nuestro planeta, de recursos limitados y al límite de su capacidad.

En esta línea, la medición de los riesgos financieros ligados al cambio climático es un primer paso para poder avanzar en su reducción, favoreciendo la toma de decisiones financieras en las que la sostenibilidad sea un factor determinante.

Una de las primeras acciones regulatorias del sector financiero en relación con el cambio climático, aún en fase de propuesta, es la inclusión de los riesgos asociados a este cambio en los análisis de las entidades financieras y su comunicación pública a los inversores. En este sentido, existen riesgos físicos y de transición, así como riesgos de responsabilidad y sistémicos.

Los riesgos físicos están ligados a la mayor frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos (huracanes, inundaciones, sequías…) que no sólo provocan muertes; también destruyen infraestructuras y otros activos, y pueden llegar a paralizar la actividad económico-financiera. Por otro lado, están los riesgos de transición a un nuevo modelo productivo económico no basado en combustibles fósiles.

Ambos aparecen de forma repetida en los análisis del impacto financiero del cambio climático. Un tercer tipo de riesgo es derivado de la responsabilidad civil. Es sensato esperar que quienes se vean perjudicados por el cambio climático busquen ser compensados por quienes lo provocaron. Existe, finalmente otro riesgo no despreciable: que se produzcan convulsiones políticas y sociales ligadas a la imprevisibilidad de las crisis que el cambio climático genere.

Además de la medición de riesgos, existen diversas propuestas de regulación financiera. Por ejemplo, la Comisión Europea constituyó en 2016 un Grupo de Expertos de Alto Nivel en Finanzas Sostenibles (HLEG), que este año ha publicado su informe definitivo y sobre el que la Comisión ha desarrollado un Plan de Acción Integral. La Comisión pretende que los avances hacia la Unión del Mercado de Capitales y la Unión Bancaria sean coherentes con un sistema financiero que respalde las inversiones sostenibles.

Existen otros retos adicionales a la medición de riesgos y al papel de la regulación financiera. Así, una importante dificultad para discriminar entre empresas sostenibles y las que no lo son es el acceso a la información relevante. La inclusión de la sostenibilidad climática en la supervisión del sector financiero tiene una complicación adicional para los reguladores y supervisores, habituados a evaluar riesgos materiales con modelos basados en datos históricos. Sin embargo, la propia naturaleza del cambio climático exige un esfuerzo de prospectiva, mucho más basado en la opinión de expertos científicos que en información histórica. Esta dificultad se extiende al uso de calificaciones otorgadas por agencias de rating medioambiental. Ciertamente, se han producido avances en este campo, aunque se puede mejorar unificando criterios, definiciones, y metodologías, así como identificando y divulgando las mejores prácticas.

En cuanto a las posibles soluciones futuras, una opción inexplorada hasta el momento es que los bancos centrales actúen a través de un Green Quantitative Easing. El regulador también podría publicar listas de exclusión de empresas o actividades que no deben ser financiadas, o a fijar objetivos obligatorios de reducción en la cartera de créditos de las actividades consideradas como más contaminantes, con multas más graves en caso de incumplimiento.

En definitiva, la inclusión del riesgo climático (y, en general, de los aspectos medioambientales) en la gestión financiera puede ser la oportunidad para que las entidades financieras recuperen un sentido vocacional, poniendo en valor su función de apoyo a la economía y sociedad actuales. Si la transformación es real, el sistema financiero podría en el medio plazo recobrar la estima de los ciudadanos, muy deteriorada tras la crisis financiera.

Esta transformación deberá ir acompañada de cambios sistémicos tanto en el sector financiero como en otros ámbitos; por ejemplo, un cambio en las preferencias de los consumidores que valorase más los servicios (educación, sanidad, cultura…) en vez del consumo de productos manufacturados podría reducir el uso de materias primas, mejorar las condiciones la laborales de los trabajadores y el bienestar de los ciudadanos. Los cambios en el sector público son también esenciales para afrontar la crisis; entre las herramientas a utilizar están los impuestos, las cuotas o los subsidios. Otras políticas públicas (educativas, sociales, de inmigración) pueden moderar los impactos en la población del cambio climático.

Para tener éxito mitigando el cambio climático (y adaptándonos a sus consecuencias), y así poder dar una oportunidad a las generaciones más jóvenes y a las próximas, habrá que trabajar mucho y de forma coordinada. El sistema financiero tendrá un papel relevante en esta transformación; si queremos que nuestra sociedad tenga futuro, la sostenibilidad deberá ser un criterio clave en la toma de decisiones financieras.

 Mikel Larreina y Leyre Goitia son Profesores de Finanzas de Deusto Business School

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