‘Brexit’: la hora del acuerdo o del caos
Reino Unido está convulsionado y dividido ante un proceso cada vez más cuestionado
Recientemente he viajado a Reino Unido y he podido comprobar debates muy acalorados tanto en la TV (BBC) como en la calle sobre el brexit, ya que con gran diferencia es el tema más preocupante. Han pasado más de 24 meses desde que se celebró el referéndum (23-06-16) para dejar la Unión Europea. Desde entonces, el proceso del brexit acapara la atención de casi todos los temas políticos, generando una gran división, frustración, emoción y preocupación.
Existen estudios en ambos sentidos; para unos, en términos económicos el brexit es uno de los mayores errores históricos de Reino Unido con costes nefastos, mientras que para los otros representa todo lo contrario: el brexit tendrá impactos positivos, ya que es una gran oportunidad que permitirá un mayor control de la inmigración, una mejor posición británica para negociar acuerdos comerciales y una liberación de la regulación y burocracia comunitaria.
En este contexto, la prolongada incertidumbre relacionada con el propio proceso ya está pasando factura. La economía británica está creciendo a su ritmo más lento en cinco años por el freno del consumo y la inversión, según la ONS (Oficina Nacional de Estadística). La desaceleración también se ha trasladado al resto de sectores, especialmente al automovilístico (que supone el 10% del PIB), una de las principales industrias del sector manufacturero. Así, la inversión ha caído un 50% este año frente al primer semestre de 2017. Las matriculaciones de automóviles nuevos, por ejemplo, han descendido un 5,7% en 2017 y han disminuido un 4,2% desde principios de este año, según la Sociedad de Fabricantes y Comerciantes del Motor (SMMT).
La fuerte caída del valor de la libra esterlina (-20%) es una de las principales causas del aumento de la inflación, ya que ha hecho aumentar los costes de importación y repercutido en una subida de precios de los bienes y servicios procedentes del extranjero. La tasa de inflación sobrepasó +3% a fines de 2017, frente el 0,5% de junio de 2016, coincidiendo con la decisión de los británicos de abandonar la UE y mientras los salarios crecían a un ritmo del 2,5%. En los seis primeros meses de 2018 la inflación alcanza el 2,7%.
Para frenar la subida de precios el Gobierno británico se ha visto obligado a enfriar la economía a través del aumento de los tipos de interés, lo que repercute en las hipotecas y, por lo tanto, en una menor demanda de bienes inmobiliarios. He visitado diversas agencias inmobiliarias y me han informado de que antes del brexit los procesos de venta de viviendas se efectuaban en el plazo de una semana. Actualmente, el periodo es ya de dos a tres meses. Los estudios indican que se están vendiendo la mitad de las propiedades que hace dos años. Y ello está teniendo repercusiones en el nivel de precios de las viviendas, ya que los vendedores se han visto obligados a bajar el precio (-10%).
Por otra parte, un tema que está provocando alarma social se refiere a los proveedores del Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés), que han advertido al Gobierno de que la falta de un acuerdo sobre el proceso podría traer como consecuencia la escasez de medicinas y dispositivos médicos, según la BBC.
El gran problema político a resolver es la frontera entre las dos Irlandas, ya que existen grandes divergencias tras la última cumbre europea celebrada en Salzburgo (septiembre, 2018). La primera ministra Theresa May ha insistido en que es necesario que haya un “movimiento libre de fricciones de mercancías”, sin controles aduaneros ni reglamentarios, entre Irlanda (país de la UE) e Irlanda del Norte (provincia británica) para evitar una frontera física. Pero a su vez, terminar con la libre circulación de personas y dejar de tratar con preferencia a los ciudadanos comunitarios. Por contrapartida, la UE pretende un conjunto de controles para garantizar que se cumplan los estándares y se paguen las aduanas. Junto con las mercancías, servicios y capitales, debe existir libre movimiento de personas. No tiene sentido que los socios que están dentro tengan menos ventajas que los que están fuera.
Prestigiosos políticos, empresarios y movimientos sociales solicitan a Theresa May un nuevo referéndum. Pero responde que retroceder en la votación de 2016 para abandonar la UE “destruiría la confianza en los políticos” y por ello quiere “cumplir el voto del pueblo”. Sin embargo, obvia decir que la desconfianza hacia los políticos nace como consecuencia de los grandes recortes efectuados por su propio partido conservador al Estado de bienestar. En concreto, en el NHS, educación pública y servicios sociales
Y mientras tanto, con independencia de las distintas posiciones sobre las predicciones económicas y sus posibles consecuencias, lo bien cierto es que se ha instalado un clima de incertidumbre en la economía británica respecto a la relación futura entre Reino Unido y la UE con grandes repercusiones a nivel de costes entre las personas.
Así, las personas que piensan jubilarse y las que ya lo están que viven en el extranjero están observando, con gran temor, cómo su pensión (máxima 840 euros mensuales) está perdiendo poder adquisitivo como consecuencia de la devaluación de la libra. La pensión se puede completar con aportaciones privadas y las empresas están obligadas a contribuir (Workplace).
Si analizamos la historia de Gran Bretaña podremos comprobar cómo su política exterior siempre ha estado marcada por la defensa de sus propios intereses a la más pura tradición palmerstoniana (en referencia a lord Palmerston, ministro de Exteriores) de la política británica del siglo XIX: “Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes, tiene intereses permanentes”. Pero el esplendor de siglos anteriores se ha terminado convirtiendo en las cenizas del esplendor.
Vicente Castelló es Profesor de la Universidad Jaume I y miembro del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local