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Cómo ahorrar para la jubilación sin planes de pensiones

Ganan adeptos los Sialp, las rentas vitalicias o la gestión pasiva Las aseguradoras encabezan las propuestas para hacer hucha

Se ha demostrado que no hay nada seguro a la hora de invertir, ni siquiera las apuestas teóricamente más previsibles. Lo hemos visto con los planes de pensiones monetarios, que, lejos de preservar nuestro dinero, están arrojando pérdidas en la mayoría de los casos.

Con ese panorama, y teniendo en cuenta que la rentabilidad media de los planes individuales no es para tirar cohetes –un 3,6% a 25 años, que se queda en 2,4% a una década–, no es mala idea buscar otros productos a los que dedicar nuestro ahorro para poder complementar la pensión pública.

Empecemos por los que tienen en su ADN el ahorro previsión. Es el caso, por ejemplo, de los llamados planes ahorro 5, aprobados por el Gobierno de Rajoy hace pocos años para incentivar el hacer hucha para la jubilación.

Comercializados por aseguradoras –se denominan Sialp, es decir, seguro individual de ahorro a largo plazo– o por bancos –en este caso es una cuenta individual de ahorro a largo plazo (Cialp)–, son productos de ahorro en los que está garantizado al menos el 85% de la inversión. Además, si se mantiene la inversión cinco años, el particular puede conseguir exención fiscal para las aportaciones que no superen los 5.000 euros anuales. La condición es que no se realice rescate alguno durante ese período.

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No nos podemos olvidar de los PIAS o planes individuales de ahorro sistemático. Son seguros de ahorro cuyos rendimientos están exentos de tributación siempre que se haya mantenido la inversión al menos cinco años. Sin embargo, hay un tope de aportaciones anuales (8.000 euros) y en total no pueden acumular más de 240.000 euros.

Estos productos, al igual que otros tipos de seguros de ahorro, se diferencian de los planes de pensiones en que la ventaja fiscal no se obtiene en el momento en que se aporta a los mismos, sino cuando se rescatan. Además, en el caso de que tributen los rendimientos, lo hacen como rentas del capital, es decir, a un tipo de entre el 19% y el 23%, en vez de como rentas del trabajo, cuya escala puede ser superior.

Los fondos de inversión indexados se presentan como buena opción siempre a largo plazo

No obstante, recuerde que los planes de pensiones y sus homólogos en el sector de seguros, los planes de previsión asegurados (PPA), son los únicos productos financieros que cuentan con deducciones fiscales en las aportaciones, algo muy interesante para aligerar la declaración de la renta.

Fondos y ‘unit linked’

Otra buena opción puede ser salirse de productos tradicionalmente vinculados al ahorro para pasarse a los fondos de inversión. Más arriesgados a corto plazo, muchos expertos ven en las estrategias de gestión pasiva, principalmente los ETF, una manera lógica de que rente nuestro dinero siempre que nos lo planteemos a largo plazo. En los últimos años han proliferado los denominados robo advisors, que proponen al cliente basar su ahorro en este tipo de fondos indexados, que además se caracterizan por tener comisiones muy bajas.

Si prefiere su versión aseguradora, piense en los unit linked. Se trata de un seguro de ahorro e inversión que está vinculado a una cesta de fondos y en el que el tomador asume el riesgo de la inversión. Es decir, no están garantizados y, por lo tanto, se puede perder dinero. Este se puede rescatar en forma de renta vitalicia en cualquier momento, ya que los unit linked son productos líquidos.

Optimizar el ahorro

Actualmente, los españoles viven un promedio de 82,8 años, lo que nos convierte en el cuarto país más longevo del mundo. En este contexto no es tontería pensar en algún producto que garantice un complemento todos esos años de jubilación.

Aquí entran en juego las mencionadas rentas vitalicias, una fórmula por la que se está apostando con firmeza desde el sector asegurador y que propone optimizar el ahorro para garantizar un ingreso fijo hasta el fallecimiento. Eso sí, para que eso se cumpla hay que contar con un elemento patrimonial, por ejemplo, una segunda vivienda, fondos de inversión, acciones...

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