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Burgos y Álava buscan soluciones al ‘agujero’ que dejará el cierre de Garoña

Los municipios de la zona expondrán en septiembre un proyecto de futuro Ya existen planes hidráulicos, de biomasa o de telecos, entre otros

Central nuclear de Garoña, Burgos.
Central nuclear de Garoña, Burgos.

La cuenta atrás ha comenzado y no solo para la central nuclear de Garoña, que está en “condición de cese de explotación”, según la definición del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). El desmantelamiento de las instalaciones, que se prolongará durante una década, comenzará durante el segundo semestre del próximo año. Zonas rurales de Burgos y Álava perderán el principal agente económico que ha nutrido gran parte de su desarrollo durante décadas.

La parte burgalesa acusará más la clausura de un centro que se ubica en su territorio. El impacto se notará sobre todo en el valle de Tobalina. También, con menor efecto negativo, en áreas del valle de Valdegovía en Álava. El cierre de Garoña alcanzará a la ciudad de Miranda de Ebro, donde residen gran parte de su centenar de trabajadores (la plantilla llegó a superar los 300 operarios).

Nuclenor, participada al 50% por Iberdrola y Endesa y propietaria de la nuclear, imponía como condición a sus empleados que debían residir a 50 kilómetros como máximo de las instalaciones. Esta exigencia benefició en su día a Miranda de Ebro, que acogió como nuevos vecinos a técnicos con unos ingresos brutos anuales que superaban los 60.000 euros.

La ciudad burgalesa, con 35.600 habitantes, vive un declive continuo de su actividad industrial. El último capítulo negativo, aparte de Garoña, ha sido el cierre de la fábrica de palas eólicas de Gamesa, con 134 trabajadores.

Miranda de Ebro será una de las poblaciones afectadas porque en esta ciudad residen la mayoría de los técnicos de la central nuclear

La papelera Rottneros ya cesó su actividad en 2009 (350 trabajadores al paro, entre empleos directos e indirectos) y el productor de fibra acrílica Montefibre reabrió sus puertas durante el año pasado, pero con una plantilla aligerada en un centenar de empleados.

Ante un entorno tan negativo, Miranda de Ebro cuenta a favor con su baza ferroviaria, como eje de un corredor logístico que conecta la costa cantábrica con Aragón y Navarra y el enlace posterior con el centro de España. Con un tráfico diario de 35 trenes, 18 de ellos de larga distancia, los mirandeses también esperan, como en otras comunidades autónomas, la llegada del tren de alta velocidad a sus vías.

Adif tiene previsto establecer un puesto de mando en la ciudad burgalesa para regular los tránsitos del AVE. Dará empleo a un centenar de técnicos, según la estimación inicial del operador.

De acuerdo con los mensajes políticos lanzados por el anterior Gobierno del PP, la ciudad contará con parada propia de AVE, lo que pudiera potenciar su oferta como urbe de servicios.

En los pueblos de Burgos y Álava que rodean a la central no hay tren. Dejó de pasar en la década de los setenta. Para septiembre próximo, la alcaldesa del valle de Tobalina, Raquel González, ha anunciado la presentación de un plan con proyectos que dinamicen la zona, con unos 6.000 habitantes, ante la desaparición de la nuclear. Esa estrategia incluye inversiones de 120 millones de euros para acometer iniciativas como un centro de biomasa y el aprovechamiento hidráulico de los ríos, además del impulso a nuevas explotaciones ganaderas.

En la actualidad, el sector primario de la zona está concentrado en los grandes cultivos de cereales y de girasol, entre otros. Hay miles de huertas para el autoconsumo o para la venta de productos en los mercadillos dominicales.

El plan también incide en la mejora de las redes de telecomunicaciones. Muchas localidades no tienen cobertura de internet, salvo en puntos determinados, lo que supone un freno para el empadronamiento en los pueblos de jóvenes y sus familias. Esa falta de conexión también retrae a los emprendedores que quieren levantar sus proyectos en un entorno rural alejado de las ciudades.

En el valle de Tobalina esperan con escepticismo las novedades del plan que quiere cubrir el vacío que dejará la planta de Garoña.Otros proyectos anteriores solo dejaron ruido en el aire, como un fallido ramal de la autopista que enlaza la cornisa cantábrica con la meseta castellana o un centro de reciclaje de neumáticos, que en este caso contó con una fuerte oposición de los grupos ecologistas de la zona.

Tanto Tobalina como Valdegovía cuentan con recursos naturales para presentar una oferta global de turismo rural que hasta ahora no se ha activado.

En el caso alavés, uno de sus principales atractivos es el Parque Natural de Valderejo. En la zona burgalesa, las cascadas y pozas de río de Pedrosa de Tobalina o de Tobera, sin olvidar el castillo de Frías y sus calles alfombradas con cantos rodados y en las que lucen unas casas colgadas, como las de Cuenca.Son valles poco poblados y con un gran problema de relevo demográfico por la falta de salidas laborales, agudizada ahora con el cierre de Garoña.

Casi medio siglo de protagonismo

Fin en 2017. Los responsables de Industria del Gobierno anterior anunciaron el pasado verano el veto a la continuidad del reactor de Santa María de Garoña, el más longevo del sistema nuclear en España. La orden ministerial puso fin a una trayectoria industrial que casi ha rozado el medio siglo. Iberdrola, uno de los dos accionistas de Nuclenor, propietaria de la central, tenía claro que la central no era rentable con el actual sistema de precios por generación de energía y por las altas exigencias de inversión en mantenimiento y seguridad.

A desmantelar. Todavía queda mucho por hacer en Garoña. El desmantelamiento, que comenzará a mediados del próximo año, durará una década. La duración del proceso facilitará el acceso a la jubilación de parte de los empleados de Nuclenor. Después llegará el agujero para las localidades de Burgos, sobre todo, y Álava, que han crecido a la sombra de la central.

Desde 1971. La construcción de las instalaciones y su puesta en marcha en 1971 generó una importante actividad económica, sobre todo en el valle de Tobalina. Además de los técnicos que vinieron de otras partes de España, Garoña fue el bautismo laboral de muchos de los habitantes de los pueblos cercanos, alguno de los cuales, como Quintana Martín Galíndez, creció al amparo de su vecino.

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