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A Fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Por qué no suben los salarios?

La incorporación de jóvenes, con sueldos más bajos, y la precarización frenan un alza global

niekverlaan (pixabay)

Últimamente abundan las buenas noticias. Se revisa al alza el crecimiento del PIB y los datos de empleo muestran síntomas claros de dinamismo. Pero mientras el mercado de trabajo no se recupere no podremos hablar seriamente de haber salido de la crisis. Los datos de empleo de la EPA del primer trimestre han sido buenos, y. también las cifras de paro registrado. El problema son los salarios. Según el INE, en 2017 crecieron el 0,5%, menos que los precios, perdiendo seis décimas de poder adquisitivo. De hecho, la parte del pastel que se llevan los trabajadores ha pasado de representar en 2008 el 54,6% del PIB (una vez descontados los impuestos) al 52,7% en 2017.

La pregunta es, si el empleo crece ¿no deberían también aumentar los salarios? Lo que se esperaría es que los salarios se movieran igual que el ciclo. Subir cuando las cosas van bien, y bajar cuando vienen mal dadas. Cuando la actividad aumenta, que es lo que está ocurriendo ahora, las empresas necesitan más trabajadores para hacer frente a la demanda de sus productos. El desempleo cae, es más difícil encontrar trabajadores y el salario sube. Al contrario ocurre en las recesiones. Se despide a los trabajadores, el desempleo aumenta y los salarios caen.

El problema es que este mecanismo no está funcionando ahora. Pueden esgrimirse distintas razones, como la globalización y la robotización; la devaluación salarial, que permitió recuperar competitividad durante la crisis; la pérdida de influencia de los sindicatos; o la precarización del mercado de trabajo, con el aumento del empleo temporal y del paro de larga duración. Todos estos factores sin duda cuentan. Pero hay dos aspectos de los que, en general, se habla menos.

El primero es que cuando se habla del crecimiento (o la caída) en los salarios, normalmente se habla del salario medio, de lo que en promedio ganan los trabajadores. Pero lo que pasa con el salario medio es el resultado de la variación del salario por tipo de trabajo, y también de la composición de la población ocupada. Por ejemplo, en algunos sectores de servicios (como la hostelería) los salarios suelen ser más bajos, y crecer menos, que en la industria. Si disminuye el número de trabajadores en la industria, y son absorbidos por la hostelería, el salario medio puede bajar, aunque aumente en los dos sectores.

Esa es una posibilidad de cambio en la composición de la fuerza de trabajo que seguro que está afectando a los salarios en la actualidad. Pero no es la única. Un reciente estudio del BCE ha puesto el énfasis en los cambios en la composición por edades. En general, los jóvenes ganan menos, pero progresan rápido (si siguen ocupados), mientras que los más mayores ganan más, pero su salario tiende a estancarse a partir de cierta edad.

Por lo tanto, si hay muchos jóvenes el salario medio tiende a ser menor, y al revés si hay muchos mayores. O lo que es lo mismo, si salen muchos jóvenes del mercado laboral, el salario medio sube, aunque no estén subiendo las retribuciones. Esto es lo que pasó cuando estalló la crisis. Entre otras cosas el salario medio subió como consecuencia de la destrucción del empleo más precario. Ahora ocurre al revés. Se han incorporado jóvenes al mercado laboral (y también mujeres, y de­sempleados que vuelven a ser contratados con un salario menor) lo que en parte hace que el crecimiento del salario medio se haya ralentizado, aunque el empleo esté creciendo.

El segundo factor tiene que ver con la transformación digital, con la extensión de las grandes empresas tecnológicas y su impacto en el mercado de trabajo. Por ejemplo, The Economist ha dedicado un artículo a Amazon titulado ¿Cuáles son las consecuencias de Amazon sobre los salarios? Amazon cuenta con aproximadamente 110 centros logísticos en EE UU, y emplea a 125.000 trabajadores. Se ha constatado que cuando Amazon abre un centro de distribución los salarios de los trabajadores menos cualificados caen en la zona aproximadamente un 3%. Esta caída afecta no solo a los que trabajan para Amazon sino también a otros trabajadores con similar nivel de cualificación.

Una razón para explicarlo es que la mayoría de los trabajadores son jóvenes, inexpertos y con niveles muy bajos de cualificación. Es sabido que a menor cualificación menor salario. Pero eso no es todo. Lo interesante es destacar las consecuencias que tiene sobre los salarios el poder de monopsonio del que disfruta esta empresa. Las empresas que, como Amazon, controlan la demanda de trabajo también controlan el salario. De la misma forma que los monopolios controlan el precio del producto que venden.

Este argumento también se puede aplicar a otras empresas que han surgido con la revolución tecnológica, como Deliveroo, Glovo o Uber. Aunque en estos casos todo parece indicar que no es solo un problema de bajos salarios sino también de trabajos precarios desde la perspectiva de las garantías laborales (más bien ausencia). La conclusión es que algunos de los nuevos negocios están contribuyendo a precarizar el empleo y reducir los salarios medios por su capacidad de controlar la demanda del trabajo menos cualificado. La otra cara de la moneda son los elevados salarios que perciben los trabajadores más cualificados en estas empresas, lo que contribuye al aumento de la desigualdad observada.

¿Qué puede hacerse, pues, con los salarios? Parece claro que el objetivo debería ser que las mejoras generales no perjudiquen a la creación de empleo. Para ello el salario, y su evolución, debe estar ligado a la productividad. Sin embargo, de acuerdo con la información disponible, los salarios están creciendo menos. Por lo tanto, hay margen para su mejora. Deberían evitarse comportamientos cicateros, que en la crisis podrían ser explicables pero que ya no lo son. Como dice el análisis económico y resume gráficamente el refrán: “Pagar bien a la gente no solo es decente, es también una decisión inteligente”.

Matilde Mas es catedrática de Análisis Económico en la Universidad de Valencia y directora de proyectos internacionales en el Ivie

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