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La 'primavera europea' pende de las elecciones en Alemania

Juncker quiere aprovechar la derrota de los euroescépticos para impulsar la integración La ambición del proceso dependerá del nuevo gobierno en Berlín tras el 24-S

Campaña para las elecciones del 24 de septiembre en Alemania. REUTERS/Fabrizio Bensch
Campaña para las elecciones del 24 de septiembre en Alemania. REUTERS/Fabrizio Bensch

La Unión Europea ha disfrutado en 2017 de su particular primavera, seis meses de inquietantes citas electorales (en Austria, Holanda, Francia...) que, para regocijo de Bruselas, se saldaron con una derrota tras otra de los partidos más euroescépticos.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, hará este miércoles balance ante el Parlamento Europeo de tan excepcional cosecha durante su discurso anual sobre el Estado de la Unión. E intentará traducir el alivio electoral en un impulso a un proceso de integración europea estancado desde hace más de una década.

El plan de Juncker para 2018 pasa por concesiones a los deseos de Berlín y París, piezas imprescindibles para que el club tome de nuevo impulso.

El presidente de la CE tranquilizará a los oídos alemanes con una modesta propuesta de reforma de la zona euro. Reforma que, tal y como desea Berlín, podría pasar por la reconversión del actual fondo de rescate (MEDE) en un Fondo Monetario europeo que asuma las funciones del FMI tras el inevitable desmembramiento de la troika (CE, BCE y FMI). Para satisfacer al presidente francés, Emmanuel Macron, Bruselas contempla la introducción de un mecanismo de supervisión de las inversiones extracomunitarias (chinas, en especial) en sectores estratégicos y tecnológicos.

Pero el alcance y la ambición de las propuestas concretas sólo se conocerá después del 24 de septiembre, día de elecciones generales en Alemania.

La Comisión Europea es consciente que la nueva agenda dependerá del resultado de unos comicios que pueden prolongar la primavera europea o sumir a la UE en el ambiente depresivo que rodeaba hace un año el anterior discurso sobre el Estado de la Unión.

En principio, las elecciones en Alemania se presentan tranquilas a ojos de Bruselas porque los dos principales candidatos, la canciller conservadora Angela Merkel y el aspirante socialista Martin Schulz, comparten su apoyo a la Unión Europea aunque discrepen en algunos puntos sobre cómo gestionarla.

Pero el consenso europeísta de Alemania incluye matices en función de los aliados que se sumen al Gobierno del futuro canciller o, más bien, de la renovada canciller si se cumplen los sondeos. Los colores del futuro gobierno de coalición en Berlín marcarán la agenda de Bruselas y, sobre todo, las posibilidades de recuperación del descuajeringado tándem franco-alemán.

La media de los últimos sondeos otorga a los conservadores de Merkel (CDU/CSU) un 37% de votos, frente al 23% de los socialistas (SPD) de Schulz. En caso de fragmentación del voto, la gran coalición (CDU/SPD) podría repetir, pero no parece la opción deseada por Merkel, que ya ha tenido que compartir gobierno con los socialistas en dos de sus tres mandatos.

Si sale elegida, la canciller podría optar en su cuarto mandato por una alianza con los liberales (FDP) , que esperan regresar al Parlamento (los sondeos les auguran un 10% de votos). Y en caso de quedarse cortos ambos grupos, los Verdes (también con esperanza de alcanzar el 10%) no han descartado sumarse al gobierno federal.

Esa coalición tricolor podría brindar a Merkel el equilibrio entre la eurorreticencia de los liberales y el euro entusiasmo de los Verdes.... o condenar a la canciller a un inmovilismo europeo como el mantenido en sus anteriores mandatos.

Los sondeos conceden menos posibilidades a una coalición alternativa, encabezada por Schulz y con los apoyos de Verdes y extrema izquierda (Die Linke). En cualquier caso, esa alianza colocaría al canciller ante el mismo dilema de contentar a aliados con una visión de Europa contrapuesta.

A la espera de que Alemania recuente sus votos, Juncker trazará ante el Parlamento Europeo un futuro mucho más prometedor que el año pasado, cuando incluso su continuidad en el cargo se ponía en entredicho.

El presidente de la CE puede alardear hoy de una economía que desde hace 21 meses crece a mayor ritmo que la de EE UU., de una tasa de actividad en cifras récord, con 232 millones de trabajadores; o de la creación de nueve millones de puestos de trabajo desde su nombramiento en noviembre de 2014.

Pero es una primavera ensangrentada por una mortífera ofensiva yihadista (más de 250 muertos en suelo europeo en dos años y medio) y empañada por las dudas sobre el otoño que llegará tras el 24-S alemán.

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