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Envites de la transición energética

El Estado deberá asumir el papel de estratega de un orden económico justo La red eléctrica de transporte en alta tensión deberá acompasar sustancialmente su refuerzo

Adege (Pixabay)

En el contexto de una transición energética de escala global, el sector de la industria y los mercados eléctricos está a las puertas de una radical transformación de su modelo de negocio, que ha permanecido inalterado en lo sustancial desde finales del siglo XIX, si bien al comienzo del XX ya registró una cierta convulsión.

Esta transformación tiene tres inductores clave: En primer lugar, los socio-políticos, relacionados con la lucha contra el cambio climático, en el que su papel, a través de la descarbonización del suministro, es crítico.

En segundo, los tecnológicos, con la fuerte irrupción de las energías renovables competitivas y la difusión del almacenamiento energético. Por último, los digitales, provocando la disrupción de una cadena de valor basada hoy en la gestión de activos y en el futuro en los servicios al cliente/consumidor final.

La foto final de ese cambio nos permite vislumbrar un suministro más descentralizado, con una participación de los autoconsumidores importante, flexible y eficiente. El papel de las distribuidoras cambia de gestores de redes a facilitadores de servicios. Y los modelos de negocio estarán centrados en el consumidor.

La transición sin embargo no será fácil ya que los actores principales (empresas, consumidores y reguladores) se verán forzados a salir de sus zonas de confort. La gestión y la velocidad de la transición requerirá dosis de liderazgo y creación de consensos políticos amplios para superar las resistencias previsibles, en los que la construcción de una narrativa coherente y la capacidad de adaptación a los cambios serán determinantes.

Para atender a estos ejes impulsores y condiciones de entorno es necesario tomar en consideración para decidir ciertos bloques de asuntos de alcance temporal y ámbito distinto. Algunos iniciales son estos:

-Construir por parte del Estado una narrativa sin fisuras de liderazgo y emprendizaje sobre lo que es esta empresa de la transición energética y el vector de transformación que supone en sectores próximos —transporte, edificación, etc. —. En esa narrativa sería deseable que el Estado se atribuyese el esencial papel de estratega de un orden económico justo que, a escala europea, utilizando esta transición como puerta de acceso, ponga en el centro de todas sus preocupaciones, anhelos y protagonismo al ciudadano español y europeo. En esta construcción debe buscar un bloque sólido de aliados en Europa para poder tomar decisiones en el corto y largo plazo que favorezcan los intereses globales y autóctonos.

-Dado el largo plazo en el que se inscriben los objetivos de la transición energética, habrá que llevar a cabo muchas actuaciones con calado moral, social, económico y técnico, por lo que se hace necesario establecer un sistema de gobernanza y seguimiento a través del cual se faciliten datos, información, análisis y planificación de opciones y propuestas de actuación u operación sobre las que la sociedad civil pueda sugerir alternativas y mejoras.

-Es primordial abrir vías para poder implantar los nuevos avances tecnológicos que surjan para la gestión de recursos que puede absorber el sistema —hidráulicos, eólicos, solares y otros— con el fin de hacer óptimo su acoplamiento a la red eléctrica en diversos periodos de tiempo. También, los de analítica de datos a gran escala para simular escenarios que mejor hagan frente a la flexibilidad necesaria que se requerirá para atender a millones de clientes y productores de electricidad en un medio crecientemente digitalizado, interconectado y distribuido. Los algoritmos necesarios para hacer todo esto en tiempo real, que ya se están diseñando y probando en algún lugar del mundo, se convertirán en las estrellas de mayor valor añadido en la rentabilidad de los sistemas eléctricos, centralizados o descentralizados, del futuro.

-De cara a 2030 y 2050, la red eléctrica de transporte en alta tensión deberá acompasar sustancialmente su refuerzo, dentro de la Península Ibérica, y en sus interconexiones con Francia y Europa, con el desarrollo de las nuevas fuentes de potencia que suministren los aerogeneradores y sistemas fotovoltaicos. Si algo ha permitido a Francia en primera instancia superar su dificilísima situación de enero y febrero de este año ha sido el tener disponible una red eléctrica bien diseñada y fuertemente interconectada con Alemania, Suiza y, en parte, con España; no tanto el hecho de que haya mercados eléctricos, más o menos competitivos, o no.

En ese papel de estratega, es muy importante que el Estado escuche y analice los diversos experimentos de pensamiento y las simulaciones acerca de los futuros sistemas de energía con ausencia de carbono con el fin de forjarse una visión, adaptarla a los nuevas evidencias, y decidir los parámetros esenciales de cómo puede producirse una transición energética a lo largo del tiempo y dónde se encuentran los mayores desafíos de tal transición.

Pero no puede dejar que el dogma se interponga en el camino: la reacción del mundo ante el cambio climático debe ser duradera desde el punto de vista político, económico y moral, y extenderse durante generaciones. El limitarse innecesariamente por opciones tecnológicas o pretender que las soluciones más baratas y fáciles que aconsejan los mercados son las idóneas no es en última instancia útil para combatir el desafío del cambio climático. De un Estado moderno y democrático se espera que consensúe intereses y aliados pero también que intervenga firmemente para salvaguardar el interés general de los ciudadanos, la justicia social y el orden económico.

Benito Vera es venture partner en Inveniam Group y José Luis de la Fuente O'Connor es profesor titular de la Universidad Politécnica de Madrid

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