La huella social que deja la crisis
Paro y desigualdad conviven con un alza del PIB cercano al 3% El riesgo de pobreza aumentó desde el principio de la crisis
En 2007, casi 380.000 hogares subsistían sin un solo perceptor de ingresos entre sus habitantes. La última década, reactivación económica mediante, nos ha dejado con casi el doble de familias en esta situación. A pesar de que este indicador, recogido en la encuesta de condiciones de vida del INE, lleva tres años en continuo descenso -después de seis de crecimiento-, en España quedan casi 630.000 hogares en los que ninguno de sus integrantes perciben renta alguna.
La tasa de paro también corona, en general, su tercer año de decrecimiento continuo, según recoge la Encuesta de Población Activa: desde el 26% en 2013 hasta el 19% al cabo de 2016. Lo mismo ocurre si atendemos a colectivos más jóvenes. Tres años cayendo, pero desde cimas infinitamente superiores. En 2013, la tasa de paro entre quienes contaban entre 20 y 24 años ascendía al 51.78%, tres años más tarde se encuentra diez puntos porcentuales por debajo.
Entre quienes sí perciben ingresos, aquellos cuya renta no basta para alcanzar el salario mínimo interprofesional cierran ya una década siendo el grupo con más recién llegados. De acuerdo con la encuesta anual de estructura salarial, en 2008 un 8,8% de los trabajadores percibían menos de 8.400 euros anuales (el SMI del momento). El último dato disponible, correspondiente a 2015, revela que los empleados que cobraban menos de 9.080 euros anuales eran ya el 12,6% del total.
El riesgo de pobreza aumentó desde el principio de la crisis para todos los grupos de edad, menos uno: los mayores de 65 años en esta situación, que en 2008 eran el 25%, protagonizaron un descenso continuo hasta alcanzar el 11,4% en 2014. Su racha acabó dos años después, en 2016 estaban en el 13%. Los jóvenes de entre 16 y 29 años corrieron la suerte opuesta: ahora son el grupo con más integrantes en riesgo de pobreza. Un 29,6% de ellos había cruzado este umbral en 2016.
La única carencia material que afectaba a menos ciudadanos en 2016 que en 2007 es la falta de medios para disponer de un ordenador personal. Son ahora más que entonces quienes han tenido retrasos en el pago de los gastos relacionados con su vivienda, no pueden permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año o carecen de recursos para afrontar gastos imprevistos. En este último apartado, hemos pasado del 30% al 38% de la población.
La vivienda tiene mucho que recuperar, pero el tobogán que llevó -por ejemplo- a la hipotecas desde cantidades superiores al millón de constituciones en 2007 al abismo de las 200.000 en 2013 ha terminado. En 2016 se firmaban 80.000 más, dentro de un contexto de importes también crecientes y con una querencia por la vivienda en propiedad que sigue arraigada entre los españoles. Aunque la última década se ha saldado con el descenso de esta última y el incremento de los alquileres, sólo se han visto cambios sustanciales en este sentido en el colectivo más joven. Dentro de este grupo, son más quienes recurren al alquiler, en detrimento de la propiedad, que perdió su posición dominante en 2013.