¿Cómo pueden ayudar los robots a prevenir los delitos económicos?
El análisis masivo de datos permite detectar abusos de los empleados El principal foco de riesgo reside en la dificultad para controlar al sector financiero
Apropiación indebida, soborno, corrupción, ciberdelitos, manipulación contable, abuso de información privilegiada, blanqueo de capitales o espionaje industrial. Son solo una parte de los delitos económicos que se cometen a diario en las empresas de todo el mundo y que tienen un impacto directo en la reputación de las mismas. En algunos casos provoca incluso la quiebra.
El ejemplo más conocido es el de la energética Enron, que quebró en 2001 tras la detección de un fraude manipulación contable con la creación de empresas ficticias para ocultar ganancias fraudulentas. No fue la única. En esas fechas surgieron otros casos de menor relevancia, como WorldCom (EEUU), Vivendi Universal (Francia) y Parmalat (Italia).
El perfil del defraudador
KPMG presentó a finales del pasado ejercicio un informe en el que presentaba el perfil que encaja con las personas que cometen delitos económicos en las empresas. Entre marzo de 2013 y agosto de 2015 analizó 750 fraudes cometidos en 78 países para extraer conclusiones.
Uno de los rasgos más importantes de los defraudadores es que mayoritariamente proceden del interior de la empresa. El 65% de los casos estudiados tuvieron como protagonista a una persona contratada por la compañía.
El lucro personal es la motivación predominante para el defraudador, con un porcentaje del 60% en los casos estudiados. El segundo factor, con un 27% de las respuestas, era por la posibilidad de que llevarlo a cabo resultaba sencilla.
El estudio revela que no cualquier empleado puede sentirse tentado por defraudar a la compañía. En el 44% de los casos, los afectados disponían de un gran poder en la empresa y tenían capacidad para anular los controles internos. De hecho, uno de cada tres implicados respondía al perfil de ejecutivo o consejero con una antigüedad mínima de seis años en la compañía.
Una de las principales conclusiones del informe es que el uso de la tecnología no es aprovechado suficientemente por las compañías para combatir el fraude. Solo un 3% de los 750 casos analizados fueron detectados a partir de análisis basados en la tecnología.
16 años después, la tipología de delitos no ha cambiado, pero sí la manera de cometerlos. La tecnología ha ofrecido herramientas a los delincuentes para realizar prácticas punibles saltándose los controles de las propias compañías. “Antes era más fácil detectar la comisión de un delito económico, que se trasladaba de inmediato a la justicia. Sin embargo, ahora existen millones de transacciones bancarias diarias que se producen a través de internet, lo que ofrece a los delincuentes facilidades para esconderse y, por supuesto, operar en un país que no sea donde está localizado o incluso encontrarse a miles de kilómetros”, apunta David Hicks, responsable global de Forensic de KPMG.
Este departamento es el encargado de establecer los mecanismos necesarios para evitar que se produzcan fraudes como el blanqueo de dinero o la manipulación contable en las compañías. Y la tecnología es su principal aliado, ya que ofrece vías de escape, pero también permite controles más exigentes a través del análisis exhaustivo de datos. “La robótica y la inteligencia artificial son fantásticas, pero la calidad del trabajo depende en gran medida de la calidad de los datos que manejamos. También es necesario mejorar los algoritmos de los programas que utilizamos”, remarca. Uno de los principales desafíos, según Hicks, es la dificultad para endurecer los controles para vigilar el fraude en el sector financiero, aunque apunta a Energía o Defensa como los dos sectores más sujetos a esas prácticas tipificadas como delitos.
Pero antes de aplicar la tecnología en la prevención del fraude, el responsable global de Forensic en KPMG destaca la necesidad de que la compañía y sus empleados sean conscientes de la importancia de disponer de mecanismos de prevención. “Considero que existe en la actualidad un área en el suroeste de Europa, en la que están España, Portugal y Grecia, en el que las compañías no están suficientemente preparadas para prevenir, manejar y actuar contra los delitos económicos “, señala.
El departamento de en España, uno de los primeros que se abrió hace 20 años, lo componen más de 100 personas y trabajan fundamentalmente en dos líneas de trabajo. “En la parte de delitos económicos se están produciendo ciertas tendencias internacionales en prevención y control en Reino Unido, Francia y Alemania como consecuencia de la mayor tensión regulatoria. En España va a haber una tendencia a importar esos modelos de mayor presión. También estamos detectando cómo cada vez hay una mayor sensibilidad para prevenir conductas irregulares”, recalca Fernando Cuñado, responsable de Forensic de KPMG España y también en Europa, Oriente Medio y África. El directivo resalta la importancia de cómo la tecnología está transformando el negocio y su relación con las empresas, llegando a lo que denomina Forensic 2.0.
Una tendencia que también se ha trasladado al mercado español. “El tratamiento masivo de datos en sectores como la industria, la distribución o el farmacéutico es vital. Cada uno tiene una serie de patrones o de tendencias habituales. A través de técnicas como el data analytics o el tratamiento masivo de datos se hace un primer análisis para detectar comportamientos que se salen de los patrones habituales. Posteriormente, se cargan las herramientas y se realiza un segundo análisis para saber si es un falso positivo o si hay que ir a fases posteriores como el análisis contable”, asegura.
El otro área del departamento que dirige Cuñado es la elaboración de informes periciales en jurisdicción y arbitraje, “un área en la que tenemos un liderazgo claro”. Así señala que han estado presentes en los últimos casos de relevancia que han tenido que afrontar las grandes compañías españolas con intereses en Latinoamérica o EE UU, como expropiaciones (Repsol en Argentina) o protección de inversiones, como las renovables en Norteamérica.