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Entrevista

Escobar: “Mi padre me dejó un sobre que espero no tener que usar”

El hijo de Pablo Escobar revela en su nuevo libro más detalles sobre El Patrón

Juan Lázaro
Manuel G. Pascual

Juan Pablo Escobar nació en Medellín en 1977. Tenía 16 años cuando murió su padre, Pablo Emilio Escobar Gaviria, el narcotraficante más temido de Suramérica. Su primera reacción fue decirle a toda Colombia: “Yo solo les voy a matar a esos hijueputas”. Pero se lo pensó dos veces. Tras ceder la fortuna que amasó El Patrón a sus enemigos a cambio de sus vidas y saber que su familia paterna les había traicionado, se instaló junto a su madre y su hermana en Argentina, país en el que todavía vive. Pasó a llamarse Juan Sebastián Marroquín Santos, en busca de un anonimato que logró alcanzar. Volvió a los focos mediáticos en 2009 con el documental Pecados de mi padre, en el que pide perdón a las víctimas del narcotráfico. Ha seguido la senda de la reconciliación con dos libros, publicados en España por Península: Pablo Escobar, mi padre (2014) y Pablo Escobar. Lo que mi padre nunca me contó, recién salido a la venta.

¿Se arrepiente de volver a ser una persona pública?

Nunca ha sido fácil. Cuando vivía mi padre trataron de asesinarme varias veces. Ahora recibo amenazas públicas porque no me convertí en la versión 2.0 de Pablo Escobar. Algunos me admiran y me respetan por haber renunciado a la violencia, pero otros me creen un cobarde por ello. Pienso que se necesita mucho más coraje para no ser Pablo Escobar que para seguir otro camino. Quienes no quieren darle crédito a lo que escribo en los libros dicen que era un niño, y los que quieren perseguirme dicen que era casi adulto y lo entendía todo. Lo que le puedo decir es que a los siete años mi padre me dijo: “Soy un bandido, asúmelo”.

¿Entendió a qué se refería?

Juan Lázaro

Era imposible que imaginara el emporio criminal que mi padre dominaba. Pero a partir de entonces hablaba de ello con mi papá. Me decía: “A este sí le maté, a este no; esa bomba sí la puse, esa no; a ese sí le tengo secuestrado, a ese no”. Era una situación bizarra: Pablo Escobar podía mentirle al mundo entero, pero a su hijo no. Agradezco que mi padre me tuviese ese respeto, no como a los hijos del cártel de Cali, que se enteraron de que sus padres eran unos criminales cuando les vieron con las esposas puestas.

Cuenta en el libro que su padre le dijo a los ocho años que si un día quería probar las drogas, le debía avisar para que lo hicieran juntos.

Es por eso que defiendo la educación como la verdadera arma para acabar con las drogas. El prohibicionismo es el garante número uno de la corrupción internacional. Si quiere más guerras, más muertes, más masacres, más ventas de armas, prohíba las drogas. México es un triste ejemplo de ello.

Ya que habla de México, ¿le recuerda el Chapo Guzmán a su padre?

“Cualquier precio que se pague por la paz siempre es barato”

Cuenta en sus libros que su padre le hablaba sin tapujos de sus negocios. ¿Quería que usted se hiciera cargo algún día de ellos?

No. Me decía que tenía la responsabilidad de aprovechar las oportunidades que él nunca tuvo. Me dio una buena educación, aunque creo que si le hubiera dicho que quería ser como él, también me habría enseñado el oficio.

Se ofreció para asesorar a los productores de la serie Narcos de Netflix. ¿Por qué le rechazaron?

Porque no les iba a ser cómodo para la historia que querían contar. Hay cosas que molestan, como cuando hablo de la Ruta del Tren, llamada así por la facilidad con la que mi padre introdujo en EE UU unas 60 toneladas de cocaína con la complicidad de agentes antidrogas americanos. Tan bien funcionaba que nunca se descubrió, sino que cayó en desuso cuando mi padre se centró en guerrear con el Estado colombiano. No me imagino que los de Netflix incluyeran lo que cuento en ese capítulo [risas].

¿Qué opina del proceso de paz de Colombia alguien como usted, que ha vivido la violencia de primera mano?

Yo siempre apoyaré todo lo que se haga por la paz. La paz no se consulta: se firma y se disfruta, es un deber del Estado. Yo hallé la paz con los otros cárteles de la droga en las condiciones más desiguales que uno pueda imaginar. Pero cualquier precio pagado por la paz es barato. Vale oro, no hay con qué comprarla. La fortuna de mi padre no le dio para comprar un segundo de tranquilidad.

Es una creación sistemática que promueve la prohibición de las drogas. Le detuvieron, sí. ¿Y qué? ¿Cree que se interrumpió el suministro de cocaína a Estados Unidos? No. Un segundo después de caer el Chapo ya había otro al mando. Su detención solo sirvió para escenificar ante los medios que la lucha contra el narcotráfico va bien, cuando en realidad los narcos cada vez tienen más poder. ¿Por qué conocemos los organigramas de los cárteles de la droga desde la Patagonia hasta México, pero no los de Chicago, Los Ángeles o Nueva York? Parece que en EE UU la droga se reparta por correo postal.

En su libro sugiere que su padre trabajó para la CIA.

EE UU utilizó el dinero de la droga de mi padre para financiar su guerra sucia contra el comunismo en Centroamérica. Barry Seal, uno de los pilotos que trabajaban para mi padre, fue asesinado en 1986, cuando Escobar se enteró de que le había tomado las únicas fotos conocidas que demuestran que ejerció como narcotraficante. Pero se omitió deliberadamente que junto a Pablo Escobar había un agente de la CIA y un oficial sandinista. Soldados nicaragüenses cargando droga en un avión que le vendió la CIA a mi padre... Todo eso es un poco raro, ¿no?

¿Cree entonces que Escobar era una pieza más de la partida de EE UU en Centroamérica?

Era un mal necesario. EE UU se ha aliado muchas veces con algunos criminales para combatir a otros. Y cuando crecen demasiado, les quieren matar.

¿Cómo era su padre?

Si digo que era muy malo y al mismo tiempo muy bueno, no estoy mintiendo. Si pregunta a las 5.000 familias a las que brindó una casa digna en el basurero municipal de Medellín seguro que le hablan de él de forma distinta a una familia de la oligarquía de Bogotá que sufriera atentados terroristas o secuestros. Yo fui testigo de sus dos facetas, y lo quise parar desde mi posición de hijo. No le tenía miedo a la ley. No conozco ningún otro bandido que haya diseñado y financiado su cárcel, cambiado la Constitución del país y promulgado leyes para evitar su sometimiento a la justicia.

¿Qué opina del retrato que hacen de él las últimas series?

Ni la de Netflix ni la de Caracol Televisión respetan cómo era. Al elevarle a la categoría de héroe popular estamos creando una nueva camada de chicos que querrán ser como él. Las series están impregnando su vida de glamur de forma muy burda. En El patrón del mal los interrogatorios policiales son de chiste. Ni en mis mejores sueños hubieran sido así.

Tras dos libros y un documental, ¿le quedan más cosas que contar sobre su padre?

Tengo un sobre que espero no tener que sacar a la luz. Lo dejó mi padre con una nota que dice: “Para conservar”, creo que a modo de seguro para nosotros. Tiene que ver con la corrupción institucional de Colombia. Se ha hablado de la parapolítica, por la influencia de los paramilitares, pero no de la pablopolítica. Removería muchas cosas y, por responsabilidad, creo que es mejor no sacarlo.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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