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Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de EE UU en España

“A España no le va a afectar el proteccionismo de Trump”

Augura oportunidades para la banca y las constructoras españolas en el multimillonario plan para invertir en infraestructuras.

Pablo Monge

El discurso económico transita por una vía diferente al social. Frente al rechazo generalizado que ha originado en EE UU y en una gran mayoría de países algunas de las decisiones adoptadas por el presidente Donald Trump en sus primeras semanas de mandato, las empresas y los inversores se muestran expectantes ante la llegada de un presidente cuyo mensaje ha llevado a la bolsa a máximos históricos. El plan de infraestructuras, que oscilará entre medio billón y un billón de dólares, y la rebaja fiscal, cuya medida estrella es la rebaja de impuesto de sociedades del 35% al 15%, son los ejes sobre los que vertebra el discurso Malet, que preside la Cámara de Comercio de EE UU en España desde 2002. Ni una referencia a la construcción de un muro en México o la prohibición de entrar en suelo americano a inmigrantes “supuestamente” peligrosos.

Pregunta. Preside un organismo en el que están representadas 340 empresas estadounidenses y españolas. ¿Cómo valora las primeras semanas del nuevo presidente de EE UU?

“La sensación de los inversores en   EE UU no es mala. Saben que habrá tres o cuatro años de crecimiento económico”

Respuesta. Desde el punto de vista empresarial, las compañías que represento (las estadounidenses que crean empleo e invierten en España y las de España que crean empleo e invierten en EE UU) no tienen malas sensaciones. Porque los que invierten allí saben que va a haber dos, tres o quizá cuatro años de crecimiento económico como están reflejando la bolsa y los máximos históricos del Dow Jones. Y los que invierten aquí saben que todo ese discurso de limitar la globalización con EE UU no va con España. A España no le va a afectar el proteccionismo de Trump. Quizá si lo hará a los países con los que tiene déficit comercial. El mayor es con China (350.000 millones) y luego se sitúa Alemania (64.000), seguida de Francia (40.000), Italia o Irlanda (30.000), entre otros. La balanza comercial con España está equilibrada, con un déficit de 3.000 millones en el último ejercicio, que varios años atrás era superávit.

P. España es el noveno inversor en EE UU por capacidad instalada y EEUU es el primer inversor en España. ¿Cómo va a afectar a esos flujos la llegada de Trump?

R. EE UU es el principal inversor en España, los americanos llevan décadas creando empleo y puestos de trabajo y generando valor en el tejido productivo. No veo problema en ningún sentido. Las empresas españolas no tienen nada que temer. Es más algunas, en especial las relacionadas con el sector financiero y con la construcción, están expectantes del plan de inversión de hasta un billón de dólares en infraestructuras, en el que va a ver mucha parte que se va a licitar con programas de colaboración público-privada o esquemas concesionales, en los que las empresas y la banca española son muy buenos. Las compañías americanas tienen experiencia en ingeniería, pero no son constructoras como las europeas y no tienen patas concesionales. Así que contar con empresas españolas que integran la parte de ingeniería, de construcción y de financiación es muy positivo para EE UU. Va a haber consorcios con firmas americanas y españolas para acometer grandes proyectos, como ya está sucediendo en algunos tramos de alta velocidad en California.

“Empresas, accionistas y consumidores se han beneficiado de la globalización, pero la industria se ha visto perjudicada"

P. Otro de los ejes del programa económico de Trump es la reforma fiscal, con una bajada importante en el impuesto de Sociedades y un gravamen a las importaciones. ¿Cree que las medidas van en la dirección correcta?

R. Lo que propone es una bajada del 35% al 15% en Sociedades, un nuevo impuesto al consumo y un gravamen para las importaciones. No soy el más adecuado para valorarlo, pero no veo mucha gente en contra. Tampoco veo que haya un rechazo al hecho de que la nueva Administración esté mucho menos politizada y sea mucho más técnica que la anterior. El 80% son hombres de negocios, pero de negocios de verdad. Hay un gran grupo en torno a Trump que son pragmáticos y que va a hacer lo posible para mejorar la economía de EE UU. Que lo logren o no es otro tema.

P. ¿Comparte la demonización contra la globalización expresada por Trump?

R. Creo que la globalización ha creado enormes beneficiarios, entre ellos las grandes multinacionales, sus accionistas y los consumidores, pero ha perjudicado a la industria. Ha generado insatisfacción entre una parte muy determinada de la población, las comunidades que se dedicaban a la industria, como Detroit o Michigan en EE UU o Liverpool, Manchester o la cuenca del Rhur en la UE. En el otro lado, China ha multiplicado por diez su PIB en quince años. Eso ha ido muy bien para multinacionales, accionistas, consumidores y ha provocado que 600 millones de asiáticos y africanos hayan pasado a la clase media. Pero también ha generado una congelación salarial y una pérdida de trabajo en el núcleo duro de los países industrializados.

Hay una masa crítica que se siente excluida por la deslocalización y la robotización. Ambas han elevado la productividad y el valor de las compañías, pero ha hecho que los trabajadores poco cualificados hayan visto desaparecer sus trabajos y que sus jornadas se hayan acortado. La clase media en EE UU se ha visto amenazada y Trump ha venido a librarles de esa amenaza.

“El TTIP no se firmará como lo negoció Obama”

Una de las primeras tareas que tendrá que retomar la Administración Trump es la negociación del tratado de libre comercio entre EE UU y la UE (TTIP por sus siglas en inglés), cuya firma estaba prevista para finales de diciembre y que finalmente se interrumpió “sine die” por el rechazo de EE UU a endurecer determinadas regulaciones y la negativa de Alemania y Francia a firmar un acuerdo que perjudicara los intereses europeos.

Malet considera que el tratado naufragó por la excesiva ambición que se puso en su ratificación. “Era tan de máximos y cubría tantos campos, que no se hubiera cerrado nunca. Había un compromiso de cerrarlo el 20 de diciembre de 2016; si llega a pasar eso, nos hubiéramos pasado toda la vida para ratificarlo. EEUUno hubiera aceptado la imposición de enmiendas y el tratado tendría que haber pasado los 27 parlamentos europeos, por lo que no se habría aprobado nunca, ya que el antiamericanismo está latente en la UE". Malet considera que si se impone un poco de realismo y se hace un tratado más estrecho, “con ideas básicas potentes, pero no tan ambicioso", tendrá más posibilidades de ratificarse en EE UU y la UE

El presidente de la Cámara de Comercio de EE UU en España considera que, entre los aspectos que habría que conservar de las anteriores rondas de negociación, el principio de reconocimiento mutuo es fundamental. “Cuando tienes distintos estándares de fabricación en la industria, que existan regulaciones suficientemente garantistas que protegen a los consumidores o al medio ambiente es fundamental”.

En su opinión, otra de las razones que explica el fracaso del TTIP es la divergencia entre las empresas y la Administración en EE UU. “Las compañías querían un marco general e ir paso a paso; el ejecutivo de Obama fue demasiado ambicioso”.

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