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Tribuna
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Repensar la economía para enderezar el rumbo

Los poderes públicos deben cumplir una función aseguradora que permita una expansión estable y sostenible de la demanda agregada

Es posible que 2016 marque un punto de inflexión en la evolución del sistema económico mundial. Lo que no sabemos es hacia dónde. La mezcla de nuevo proteccionismo con economía de la oferta que se pergeña en Estados Unidos agravará a medio plazo los problemas de inestabilidad y de desigualdad que afligen hoy al capitalismo. Si se quiere plantear una alternativa, hay que superar el marco de la economía ortodoxa con el que hemos llegado hasta aquí.

La realidad ha demostrado que el sistema es inestable y que la mayor integración y la expansión parasitaria de las finanzas han agravado la inestabilidad. A pesar de los rescates bancarios, la expansión monetaria sin precedentes y el aumento de la deuda pública, seguimos bajo la amenaza de una demanda agregada insuficiente para absorber la producción y sostener el pleno empleo. La Organización Internacional del Trabajo estima que en 2017 el paro mundial llegará a los 200 millones de personas, casi 30 millones por encima del nivel previo a la crisis.

Por otra parte, una mayoría de trabajadores en el mundo desarrollado está quedando excluida de los frutos del progreso económico, que se concentran en las élites propietarias del capital o conectadas con ellas. Según la estimación de Lakner y Milanovic, el 44% del aumento en la renta global entre 1988 y 2008 ha ido a parar a manos del 5% más rico.

La globalización ha alterado de manera decisiva el equilibrio entre el capital y el trabajo a favor del primero. Vivimos una nueva edad dorada del capital, que se mueve a su antojo buscando las oportunidades de beneficio derivadas de la producción o de la especulación y paga pocos impuestos. La otra cara de la moneda es que los salarios reales crecen en muchos países por debajo de la productividad, haciendo que la parte de la tarta que se lleva el capital sea cada vez mayor. Teniendo en cuenta que la propiedad del capital está mucho más concentrada que la renta, estamos ante una bola de nieve de desigualdad.

"La globalización ha alterado de manera decisiva el equilibrio entre el capital y el trabajo a favor del primero"

La tarea de repensar la economía es urgente y la buena noticia es que no tenemos que empezar de cero. En los últimos años se aprecia una convergencia entre varias corrientes no centrales dentro del pensamiento económico sobre la que se pueden armar los mimbres de un paradigma alternativo. El hilo conductor de este paradigma alternativo es el acercamiento de la teoría a la realidad, asumiendo desde el principio la incertidumbre y las limitaciones de la racionalidad humana.

Las empresas y los consumidores toman sus decisiones sin saber lo que les deparará el futuro. Su conocimiento es aproximado, porque el mundo cambia cada día y nadie conoce el modelo real de la economía. Además, los humanos combinan el razonamiento deductivo con la inducción y la emoción para enfrentarse al entorno económico. Con estos rasgos de la realidad, la visión que emerge es mucho más rica que la de la teoría ortodoxa.

La economía está en constante evolución, resultado de la interacción de agentes distintos que aprenden y de empresas que innovan espoleadas por la competencia. No se puede entender bien su funcionamiento sin asumir la heterogeneidad de las especies que conviven en este ecosistema. El tamaño y las capacidades tecnológicas y organizativas de las empresas son muy distintos; en los mercados financieros, las estrategias y las expectativas obedecen a modelos diferentes sobre la determinación de los precios.

Esta mayor complejidad complica el análisis de la economía, pero amplía nuestras posibilidades de comprenderla. El sistema deja de tener una tendencia al equilibrio, alternando fases de relativa estabilidad con periodos de fuerte inestabilidad, como el vivido recientemente. Además, la distribución de la renta deja de depender solo de factores tecnológicos y responde también a institucionales y de poder.

Este paradigma económico alternativo puede inspirar el revulsivo en las políticas que necesitamos para invertir la deriva del capitalismo hacia la inestabilidad y la desigualdad creciente.

Los poderes públicos deben cumplir una función aseguradora frente a la incertidumbre que permita una expansión sostenible de la demanda agregada. Aunque en Europa haya muchos a los que les cuesta entenderlo, mantener recursos ociosos y trabajadores en paro por falta de demanda es estúpido, porque remediarlo es factible y beneficia a todos. A veces basta con convencer a la gente de que lo peor no sucederá, como se ha visto en la crisis del euro. Para frenar la desigualdad hay que reequilibrar la relación a favor del trabajo y atacar de forma decidida los entramados de generación y apropiación de rentas del capital. Conseguir que el capital pague como el trabajo es una tarea ardua, pero indispensable, que requerirá coordinación internacional. Hay que cambiar los mecanismos de poder en la industria y dentro de la empresa. Reforzando la competencia y la capacidad de negociación de los trabajadores y fortaleciendo a aquellas empresas que invierten a largo plazo y comparten los frutos de su proyecto con sus trabajadores.

Con el rumbo actual va a ser difícil mantener los avances en la integración económica y la reducción de la pobreza producidos en estas décadas. La globalización para la mayoría será posible si se produce un cambio en las ideas y en las políticas económicas que permita enfrentarse a las cada vez más poderosas huestes del repliegue nacional.

Gonzalo García Andrés es técnico comercial economista del Estado y coeditor del blog New Deal.

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