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Salario mínimo, paro y pobreza

Otro aspecto a tener en cuenta es el coste relativo de los factores: subir el coste del trabajo incentiva a elevar la productividad, y al contrario, si el empresario puede contratar sueldos de miseria tiene motivos para contratar mucha gente poco productiva. La productividad del empleado es, por cierto, lo que explica que no todo el empleo de Occidente se deslocalice a China o que no todo el empleo de China se traslade a Bangladesh. Y dicha productividad no viene en los genes, es producto de la estructura productiva y del uso de capital. En Reino Unido, donde el Gobierno preveía subir el salario mínimo, el 30% de las empresas preveía mejorar eficiencias, según esta encuesta que cita Financial Times.

Que en España las organizaciones empresariales (y el Banco de España) solo aboguen, sea cual sea el contexto, por bajar salarios y despedir barato quizá ayude a entender los bajos niveles de productividad y la precariedad del mercado laboral: el trabajo basura (poco salario, poca productividad, pocas perspectivas de estabilidad, poca formación) crea más trabajo basura.

En todo caso, los efectos del salario mínimo dependen de dónde se fije. En España algo más del 10% de los trabajadores cobra menos que el salario mínimo: según el INE el 10% cobra menos de 680 euros al mes, cuando el SMI (655 euros en 14 pagas) es de 764. El salario está, mientras, un 50% por debajo del salario mediano.

Con todo, el sistema es muy permeable, como explican en esta entrada de Nada es Gratis: el 31,7% de los nuevos contratos firmados en 2012 se firmaba por debajo del SMI (tomando otro datos; la muestra de vidas laborales de la Seguridad Social). “Obviamente, se trata de contratos a tiempo parcial, pero el aumento en las horas extras no remuneradas indica que se puede tratar de una manera encubierta de pagar por debajo del SMI”, explican. Marcel Jansen, economista y colaborador de Nada es Gratis, defiende aquí que no existe evidencia de que el salario mínimo haya creado paro en España, pero aboga claramente por un salario mínimo segmentado por edades, menor en los jóvenes. Es algo habitual en otros países y que es, ciertamente, interesante en España dado el elevado paro juvenil y la necesidad de enganchar a los jóvenes al mercado.


Existe, no obstante, un problema real: la pobreza, y concretamente las personas que son pobres aun trabajando: Más del 10%, según la OIT, a pesar de la existencia de salario mínimo. Es, como ya avanzan en Nada es Gratis, fruto de la temporalidad o el tiempo parcial, y tiene mayor incidencia en los jóvenes (sube al 21%).

No hay evidencias de que subir el salario mínimo sea la panacea o un desastre. Ahora bien, sin parecerme mal en sí mismo (de hecho, me parece bien) no es la mejor opción en política redistributiva. Porque, como hemos visto, se puede trampear mediante otros formatos de precariedad. Un complemento salarial a cargo del Estado puede tener efectos similares sobre las rentas sin dañar la contratación, aunque no está exento de efectos secundarios. Otra opción es la renta básica para todos los ciudadanos: si la subsistencia está garantizada por dicha renta, la necesidad de fijar un suelo en los salarios desaparece. Creo, además, que estas alternativas (sobre todo la última) se adaptan mejor a la economía actual. Pero, en fin, esto da para otro post. Y pueden leer a Manuel Alejandro Hidalgo sobre esto mismo.

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