Cuando el compañero de trabajo es un robot
Hay labores que harán las máquinas, lo que generará falta de identidad de la plantilla
Perfiles técnicos y especializados. Tradicionalmente han sido, y siguen siendo, el preciado objetivo de la mayoría de organizaciones. Sin embargo, para muchos, esta situación poco a poco va a ir cambiando. “Ya estamos viendo cómo el nivel de inteligencia artificial está igualando el de la inteligencia biológica”, explica Andy Stalman, experto en identidad profesional y branding, y autor del libro Humanoffon, ¿está internet cambiándonos como seres humanos? Y entre otras consecuencias, una de las más importantes es que los profesionales ya no solo van a competir entre sí. “También van a hacerlo con robots, con máquinas”, prosigue.
Si bien es cierto que en la inmensa mayoría de compañías los profesionales ya trabajan con tecnología y herramientas digitales, la situación que se avecina es muy diferente, “ya que el trabajo de cada vez más personas va a poder ser sustituido en su totalidad por uno de estos artefactos”, afirma Stalman. El último foro económico de Davos ya advirtió de que la conocida como Cuarta Revolución Industrial va a causar que el 65% de los niños que ahora estudian primaria trabajen en profesiones que todavía no existen. Stalman va más allá: “Varios expertos ya aseguran que el mundo de los negocios verá cómo alrededor de la mitad de las empresas que en 2025 aparezcan en el ranking Fortune 500 hoy todavía no han comenzado a funcionar”.
Por ello, es necesario saber cómo enfrentar la tesitura, ya que, en opinión de la directora de la consultora de gestión de recursos humanos Ackermann Beaumont Group, Begoña González-Blanch, puede provocar riesgos de identidad y psicosociales. “Tratar durante toda una jornada laboral con una máquina es muy diferente a hacerlo con una persona, de igual manera que no es fácil hacerte a la idea de que tu labor puede ser sustituida por un robot”, relata. O, por ejemplo, cómo las jornadas presenciales de horas y horas en el puesto de trabajo van a acabarse. “Ya que durante las 24 horas del día todas estas herramientas van a estar en pleno funcionamiento”, añade Stalman.
Por esa razón, y como el cambio es inevitable, los profesionales (humanos) tienen que adaptarse a él. La mejor forma es, coinciden ambos expertos, explotar esas habilidades y cualidades que una máquina nunca va a poder tener, “y que se van a convertir en el auténtico valor añadido de las empresas”, recalca Stalman. Y van a ser todas aquellas en las que intervienen la emoción y los sentimientos.
Es lógico pensar que la convivencia profesional con los robots llevará a la desaparición de empleos por causas tecnológicas. Pero también puede contribuir a mejorar la competitividad, a crear nuevos negocios y a generar puestos de trabajo. “Es una transformación única, porque la clave del éxito va a ser más que nunca el factor humano”, dice Stalman.
Una de las bazas de los perfiles va a ser intentar explotar al máximo todos los beneficios que las herramientas tecnológicas aportan. “Las personas van a dejar de dedicarse a extraer información y datos y por fin van a poder empezar a trabajar con todo lo que la máquina recoge y, así, a tomar decisiones. Quien no haga esto, simplemente va a quedarse fuera del mercado”, resume González-Blanch. De la misma forma que ahora, una de las recetas va a ser excederse del cometido. “Si te limitas a hacer a, b y c, serás sustituible, porque eso ya podrá hacerlo una máquina. Las organizaciones van a requerir de gente que siempre vaya a más; por eso se abre la puerta para creativos, diseñadores, comunicadores y toda labor que implique creatividad. La excelencia pasa por aprovechar todas las ventajas que propician los avances para poder hacer cosas que hoy por hoy son imposibles”, subraya esta ejecutiva.
Una ocasión para atraer el talento
Un reciente estudio de la Universidad de Oxford advierte que, por obra de los avances tecnológicos, en Estados Unidos se corre un alto riesgo de que sea automatizado el 47% de los empleos actuales, en tanto que otro 20% padece un nivel de riesgo alto.
El estudio, realizado por los profesores Carl Frey y Michael Osborne, concluye, explica Andy Stalman, con que “las habilidades humanas más difíciles de automatizar son la creatividad, la inteligencia social y la destreza para manipular objetos”. Y además, existen otras cualidades humanas básicas, “como el amor, la gratitud, la empatía o la moral”, totalmente imposibles de imitar.
Stalman razona cómo la tendencia a la automatización, si esta se produce de forma excesiva, puede inducir a su vez a que en las organizaciones se pierdan estos valores. “Por eso, una empresa que adopte estos cambios innovadores, pero mantenga estas cualidades, atraerá el talento de los profesionales que echen de menos el trato humano”.