Varapalo a la Unión Europea
Hay otro gran perdedor, con consecuencias impredecibles a medio y largo plazo: el proyecto de construcción de la UE
Las consecuencias a muy corto plazo del brexit están ahí: desplome histórico de las Bolsas europeas, depreciación de la libra pero también del euro, subida de las primas de riesgos en los países más vulnerables, inversores buscando refugio en activos con menor riesgo, etc. En definitiva, fuerte inestabilidad financiera. Nada inesperado dada la importancia del acontecimiento, salvo el resultado del referéndum, que no era el que predecían ni las apuestas ni los mercados. Pero el principal problema no solo está ahí, en el corto plazo, sino en el medio y largo plazo, tanto para el Reino Unido como para el futuro de la Unión Europea (UE).
La salida del Reino Unido de la UE no es un juego de suma cero, ya que todos pierden. El Reino Unido es el gran perjudicado como demuestran las muchas estimaciones disponibles de pérdida de riqueza, es decir, de caída del PIB en los próximos años. Pero hay otro gran perdedor, con consecuencias impredecibles a medio y largo plazo, pero sin duda muy negativas: el proyecto de construcción de la UE.
La UE no está en su mejor momento, con un euroescepticismo creciente en varios países que impide avanzar hacia más Europa. Las heridas de la crisis aún no se han curado del todo y han dejado cicatriz en varias partes del cuerpo de la UE: un nivel de desigualdad en términos de bienestar (PIB per cápita) mayor del que existía antes del estallido de la crisis, resultado preocupante ya que demuestra que la UE no ha cumplido uno de sus grandes objetivos fundacionales; un nivel de integración de los mercados financieros que ahora mismo está por debajo del alcanzado antes de la crisis, a pesar de los avances recientes que se han producido como consecuencia de las medidas convencionales y no convencionales del BCE y del proyecto de unión bancaria; y paupérrimos resultados en términos de unión política, que impide avanzar hacia una unión fiscal, necesaria para mutualizar riesgos entre los países integrantes de la unión (tesoro único, eurobonos, etc.).
Que un país y una economía de la importancia del Reino Unido haya decido abandonar la UE supone un preocupante precedente que puede encender otro fuegos en otros países de la supuesta Unión. Pero aunque no aparezcan más llamas, el resultado del referéndum podría tener serias consecuencias sobre el proyecto de Unión Europea. Hoy la UE es menos unión que ayer, ya que ha perdido nada menos que 18% de su PIB, el segundo solo por detrás de Alemania (21%). Con semejante pérdida, es más difícil convencer a los inversores de las bondades del proyecto, surgiendo de nuevo el temor del nacimiento de una Europa de dos velocidades. Por un lado, los países que han sido menos golpeados por la crisis de la deuda soberana (capitaneados por Alemania), y por otra, los países vulnerables (entre los que se encuentra España). En los primeros, su velocidad de crucero les permite financiarse a tipos más reducidos, tanto al sector público como privado. Y en los segundos, las mayores primas de riesgo de la deuda soberana se extienden al resto de tipos de interés, con negativas consecuencias sobre el déficit público, la balanza de pagos (hay que pagar más intereses por la deuda externa), el beneficio de las empresas y la renta disponible de las familias.
El hecho de que desde el minuto uno del resultado del brexit el euro se esté depreciando respecto del dólar, ya es de por sí un claro indicador de la reacción del mercado hacia el proyecto de UE. Los inversores no juegan con su dinero, sino que con sus decisiones dan su opinión sobre la rentabilidad esperada de un proyecto, en este caso del proyecto de la UE.
En esta situación, la UE debe estar a la altura de las circunstancias, como lo ha estado ante precipicios tan arriesgados como la crisis de la deuda soberana. En 2012 fue necesario el llamado informe de los cuatro presidentes donde se anunció el proyecto de unión bancaria europea y las medidas del BCE para alejar al euro del precipicio. En el verano de 2015 se reeditó el informe, en esta ocasión de los cinco presidentes, con una hoja de ruta hacia algo más de unión financiera y presupuestaria. Justo a la entrada del verano de 2016, me temo que es necesario un nuevo informe de las principales instituciones europeas (Comisión Europea, Consejo Europeo, BCE, Parlamente Europeo) apoyando firmemente el proyecto europeo, para que a pesar del varapalo que supone el abandono del Reino Unido, se continúe la ruta trazada hacia más unión política y fiscal.
Joaquín Maudos es catedrático de Economía de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del Cunef.