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Regalar inversión y educación financiera a los hijos

Estamos en plena ‘temporada’ de comuniones y muchas veces los familiares no saben muy bien qué regalar a los niños. Lo mismo sucede con cumpleaños u otras ocasiones, desde el propio nacimiento: ¿le compramos juegos? ¿Una consola? ¿Una tableta? Si le queremos regalar dinero, ¿le damos unos billetes? ¿Le hacemos un ingreso en cuenta?

Si el dinero no se va a utilizar en el corto plazo, sino que estamos pensando en el futuro del niño y que pueda tener un ahorro en el futuro, es conveniente invertir dicha cantidad para obtener así por el dinero cierta rentabilidad, que al menos supere el efecto de la inflación y de los impuestos. En el momento en el que el niño rescate la inversión, la ganancia real que habrá tenido será: rentabilidad obtenida – inflación – impuestos.

Vamos a ver cada uno de estos tres conceptos para entender así la importancia de gestionar de manera adecuada el dinero del niño para que pueda tener un buen colchón cuando sea un joven. En este caso, el plazo, al ser largo, es realmente beneficios. Además, el hecho de ir construyéndole una cartera de, por ejemplo, fondos, cumplirá también con un objetivo más allá del propio dinero, el de la cultura financiera.

¿Qué rentabilidad necesita para financiar la educación de sus hijos? Calcule su caso:
·La RENTABILIDAD OBTENIDA depende del:

-Perfil de riesgo, es decir, la capacidad del niño para asumir pérdidas con esa inversión, que, en realidad, depende de la decisión que tomen los padres. La rentabilidad y riesgo están muy relacionados: cuanto mayor sea la rentabilidad que deseemos obtener, mayor es el riesgo que tendremos que asumir. En el caso de un niño, y teniendo en cuenta que el horizonte temporal es largo, resulta más viable asumir riesgo.

-Horizonte temporal: ¿de cuánto tiempo dispongo para alcanzar el objetivo? El plazo de la inversión u horizonte temporal es una variable muy importante. El tipo de inversión que hagamos depende, en parte, de si vamos a necesitar el dinero en cinco, en quince o en veinticinco años.

Dentro de un mismo perfil de riesgo, el horizonte temporal hace que el porcentaje de la cartera que deba ser invertido en renta variable varíe: a mayor plazo, mayor porcentaje en bolsa deberíamos incluir en la cartera.

·A la hora de elegir un perfil de riesgo u otro, no debemos de olvidar el concepto de INFLACIÓN. Esta es el crecimiento sostenido y generalizado del nivel de precios. Una lata de refresco vale menos hoy de lo que valdrá dentro de quince años (si vemo cómo ha evolucionado el precio de un refresco, desde 1989 hasta 2016 se ha incrementado un 133%). Si la rentabilidad de la inversión es inferior a la inflación, perderemos poder adquisitivo.

Hay que tener en cuenta, cuando hagamos nuestros cálculos y previsiones para invertir en el largo plazo que el objetivo del Banco Central Europeo es que la inflación anual sea del 2%, aunque en el último año la misma ha sido inferior.

·La FISCALIDAD: Si con la inversión que realicemos ganamos dinero, Hacienda se va a quedar con un porcentaje de ese beneficio. Tras la reforma fiscal de 2015, lo que pagamos en impuestos oscila entre un 19 y un 23%.

Desde el punto de vista fiscal, lo recomendable es invertir en productos financieros sin resultados explícitos (aquellos productos en los que obtienes cierta rentabilidad manteniendo la titularidad del bien –como, por ejemplo, intereses, dividendos, cupones, etc.-) para no tener que pagar impuestos todos los años.

Si se invierte en productos con resultados implícitos (aquellos en los que tienes que vender el activo para obtener ingresos, como sucede en los fondos de inversión), se difiere el momento fiscal al momento de la operación, lo cual es beneficioso para el inversor, como se puede ver en el gráfico adjunto (considerando una rentabilidad anual del 4% - Inflación + 2%-):

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Desde el punto de vista financiero, lo ideal es que se invierta en activos cuya rentabilidad supere la inflación para no perder poder adquisitivo. A día de hoy, la rentabilidad real de los depósitos en la mayoría de los casos es negativa, ya que no supera la inflación y el coste de los impuestos.

Además, el hecho de que en la mayoría de los casos, el niño no necesite el dinero hasta dentro de muchos años (10-15 años), hace recomendable que se asuma algo de riesgo, obteniendo a largo plazo rentabilidades positivas y superiores a la inflación.

*Paula Satrústegui, directora de Planificación financiera en Abante.

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