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El Foco
Tribuna
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Draghi debería releer a Keynes

José Carlos Díez

Mario Draghi estudió su doctorado en economía en MIT, la prestigiosa escuela con varios premios nobeles de la escuela keynesiana. MIT está en Cambridge Massachusetts y Keynes fue profesor en Cambridge Inglaterra y la distancia desvirtuó la esencia del economista más influyente de la historia.

Keynes se licenció en matemáticas y su tesis doctoral fue un tratado sobre probabilidad. El gran Alfred Marshall le convenció para que dedicase su talento a la economía y su gran revolución fue desarrollar la macroeconomía. Las empresas toman decisiones de inversión y de empleo en función de sus expectativas de ventas y beneficios. Y lo hacen en condiciones de incertidumbre.

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo

El paradigma clásico afirmaba que el equilibrio microeconómico de las decisiones individuales lograba equilibrio macroeconómico agregado. Pero Keynes nos enseñó que las decisiones de los empresarios no garantizan el pleno empleo. En los países pobres es evidente pero los economistas lo explicamos por la debilidad de sus instituciones y la escasez de ahorro y de capital, tanto físico como humano. En los países desarrollados también se ha hecho evidente durante las crisis la tesis de Keynes.

En MIT, Samuelson y Solow, profesores de Draghi, integraron las ideas de Keynes con el paradigma clásico en lo que se denominó la síntesis neoclásica. Pero eliminaron la incertidumbre de los modelos y se desvirtuó la esencia del maestro. Tras décadas de desarrollos y de cambios de paradigmas, los economistas decíamos que los mercados financieros son eficientes y que la política monetaria y fiscal no son efectivas ya que las empresas y familias anticipan sus efectos y los neutralizan.

En política monetaria las aportaciones de Taylor y Bernanke nos decían que los bancos centrales podían matar tres pájaros: inestabilidad en el empleo, en los precios y financiera con una sola piedra, los tipos de interés.

Quebró Lehman, los mercados financieros globales colapsaron y los economistas descubrimos que nunca son eficientes. Al contrario, los mercados financieros forman burbujas y depresiones de manera ciclotímica y son una gran fuente de inestabilidad global. Algo que nos enseñó Minsky, un economista de Harvard que renegó de la síntesis neoclásica y reflejó en sus trabajos la esencia genuina de la obra de Keynes.

Quebró Lehman, los mercados colapsaron y los economistas descubrimos que nunca son eficientes

Draghi consiguió en 2012 evitar que España saliera del euro por la torpeza de Rajoy y su equipo económico, que estuvieron a punto de devolvernos a las tinieblas más profundas de nuestra historia económica. Luego consiguió romper el tabú y el BCE compró deuda pública con la connivencia de Merkel y la crítica feroz del Bundesbank y los sabios alemanes. Consiguió bajar las primas de riesgo y sacar a los países de la periferia de la depresión. Consiguió depreciar el euro y reactivar las exportaciones europeas del fuerte crecimiento de las importaciones en países emergentes.

Y entonces, como ya sucedió con Greenspan durante la burbuja de crédito internacional que nos llevó al desastre de la Gran Depresión, los ciudadanos, los medios y los inversores volvieron a creer en la magia de los bancos centrales. Si las depresiones económicas y las crisis de deuda se resolvieran sólo dándole a la maquinita de crear dinero, Argentina y Venezuela serían los países con mayor renta por habitante.

La compra de deuda por parte del BCE es carnaza que los tiburones de los mercados devorarán pronto

Draghi es consciente de sus limitaciones y las reconoce públicamente, algo que Greenspan no hacía. Por eso pide que sean los gobiernos los que activen políticas fiscales expansivas, como haría Keynes. Tras la Gran Recesión las empresas y las familias tienen fobia a endeudarse y su nivel de inversión es muy inferior al de 2007 y no permite alcanzar el pleno empleo. Esto es la esencia del pensamiento de Keynes.

Pero Minsky nos enseñó que los bancos y los mercados financieros ante escenarios de baja rentabilidad huyen hacía adelante y asumen más riesgos de los que su nivel de capital puede soportar. En este sentido poner transitoriamente los tipos de interés negativos para penalizar que los inversores sólo compren activos de máxima calidad, como sucedió tras la quiebra de Lehman, tiene sentido. Pero que el BCE compre deuda pública alemana a tipos negativos o mantener los tipos interbancarios negativos para que los hipotecados cobren al banco intereses es una aberración.

Por eso los bancos volvieron a comprar bonos basura a tipos irracionalmente bajos en 2014 y por eso las acciones alcanzaron precios irracionalmente altos ese mismo año. Hubo bancos españoles cotizando a multiplicadores bursátiles propios de la burbuja japonesa o del Nasdaq.

Draghi es el supervisor de la banca europea, aunque en sus discursos parece que aún no lo ha asumido. Y es el responsable de explicar por qué tras pasar con éxito sus estrés test el Deutsche Bank ha aflorado pérdidas multimillonarias. Por qué los bancos griegos han necesitado mucho más capital de lo que nos decía el BCE. Por qué para vender Banif el gobierno portugués tuvo que poner otros 3.000 millones de capital. Por qué los bancos italianos que Draghi supervisó en persona, siete años después de la quiebra de Lehman, afloran activos tóxicos a un banco malo.

Draghi, como supervisor, debería exigir ya de una vez abrir una mesa de mutualización de deuda europea. Hay deudas públicas y privadas que no se pueden pagar. Y hay dos opciones: i) a la Syriza o a la Podemos que acaba en corralito, rescate y más austeridad y dinero público para los bancos o ii) con un Plan Brady Europeo.

Un plan Marshall y un Plan Brady europeo financiado con bonos emitidos a muy largo plazo y comprados en parte por el BCE favorecería bajos tipos de interés que permitirían crear empleo y mantener la estabilidad financiera y de la deuda. Pero la compra de deuda por parte del BCE por si sola es carnaza que los tiburones de los mercados devorarán pronto.

José Carlos Díez es profesor de Economía de la Universidad de Alcalá.

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