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“Partió en son de guerra...” (I)

“Los Persas” Esquilo - CDN Teatro Español 2011

Reparto (por orden de aparición): Reina viuda: Inés Morales|Consejera: Alicia Sánchez|Mensajero: Jesús Noguero|Consejero: Miguel Palenzuela|Sombra de Darío: Albert Vidal|Rey Jerjes: Críspulo Cabezas

Sombra de Dario: Y como obraron mal están sufriendo males no menores y otros que les van a suceder, porque aún no han tocado fondo sus desgracias. […] Montones de cadáveres, de hasta la tercera generación, darán a entender sin palabras a los ojos de los mortales que cuando uno es un simple mortal no debe ser en exceso engreído. Pues cuando la soberbia florece da como fruto el racimo de la maldición de la que se deriva una cosecha de lágrimas. [...] Pues Zeus, juez severo, está arriba y castiga a los que tienen una soberbia excesiva.

Con Esquilo entramos de lleno en la tragedia como género literario plenamente desarrollado. El estudioso de la cultura y la literatura de la Antigua Grecia, probablemente la autoridad máxima en la materia de la primera mitad del siglo XX, George Murray fue quien acuño el concepto de Esquilo como el “creador de la tragedia”.

“Los dioses no dudan en abatir la felicidad humana cuando esta ha alcanzado cotas impropias de su naturaleza” parece resumir el credo divino de Esquilo en sus obras. Incluso los héroes, no digamos los simples hombres, deben tener sus límites. Sobrepasarlo tiene un castigo divino. Para Esquilo, el orden del mundo, lo divino y la justicia vienen de la mano para establecer una nueva sociedad.

“Los Persas” fue cronológicamente la primera tragedia de Esquilo puesta en escena de las que conservamos (se sabe que Esquilo escribió más de 90 tragedias pero solo conservamos siete completas) y la única obra que tiene como argumento un acontecimiento histórico contemporáneo al poeta: la batalla naval de Salamina.

Adicionalmente, Esquilo fue testigo directo del acontecimiento. Nuestro autor, que nació en la ciudad de Eleusis, muy cerca de Atenas, en el año 525 a.C. intervino como soldado en las numerosas guerras que se desarrollaron en la época y por lo tanto, viviría la gloria tanto de la batalla de Maratón (490 a.C.) como en el combate naval de Salamina diez años más tarde.

Aunque la obra habla de la guerra, el tema central de la obra no es la guerra, ni siquiera el pacifismo (como algunos pretenden hacer creer). En el epitafio de la tumba de Esquilo el poeta, sin hacer mención a su condicion de dramaturgo, insistió en indicar de manera explicita su participación en la batalla de Maratón y con ello dejar memoria de su patriotismo:

"En esta tumba yace Esquilo, hijo de Euforión,Ateniense, muerto en Gela, la rica en trigo.De su valor que hable el afamado bosque de Maratón,y el Medo de larga cabellera, que bien lo ha probado".

El desastre que se denuncia no lo provoca la batalla en sí (eso a lo mejor lo podemos ver en un Goya, por ejemplo) sino la acción obcecada del hombre que reta al límite sus fuerzas, sobrepasándolo descaradamente, y en un estado de soberbia desmedida. La derrota y la intervención de los dioses a favor de ella, no son más que un necesario restablecimiento del orden natural de las cosas y situar al hombre dentro de las coordenadas de lo realmente posible.

La obra es algo más que una mera reseña histórica de una acontecimiento clave en la historia de Atenas. Esquilo no se enreda en las hazañas de los héroes o víctimas de los acontecimientos, apenas cita por su nombre a ninguno de los héroes griegos sino que se nos lo presenta como una acción colectiva, comunitaria, en la que “los griegos” con el auxilio de los dioses, han logrado restaurar un estado de justicia ante la agresión del obcecado rey de Persia. Los propios dioses habían acudido en auxilio de Grecia para asegurarles el triunfo.

Los griegos representarian la cordura natural (defensa de su ciudad) frente a un Jerjes, que representaria la locura y la soberbia (el invasor que reta el orden natural). Asi entendida la obra no hay un malvado enemigo y un bondadoso amigo (podríamos decir que agresores y defensores a lo sumo). Solamente dos pueblos de seres humanos: el defensor, victorioso en justicia, y el perdedor, el agresor, dolorido y con una enorme pérdida de hombres válidos y honorables.

Mensajero: ¡Ciudades todas de la tierra de Asia, oh pueblo persa, puerto de riqueza! De un solo golpe ha sido destruida nuestra prosperidad. ¡La flor de Persia ha caído y ya no existe ¡Ay de mí, mi primera desgracia consiste en anunciar esta desgracia! Pero es obligado explicar lo ocurrido. Persas: ¡Todo el ejército se ha hundido!

La obra se divide en tres partes. La primera describe la expectación, la espera angustiada del pueblo persa. En la segunda un mensajero acude presuroso a comunicar la noticia de la total destrucción del ejército de Jerjes en la batalla de Salamina (480 a.C.). El coro se lamenta desesperadamente, porque cree que se trata de un castigo divino ya que Persia ha abandonado su tradicional modo de guerrear en tierra para lanzarse al mar. La tercera y última parte es un lamento fúnebre por la desgracia y por los caídos en la lucha. Aparece la sombra de Darío, el justo y moderado monarca al que debió Persia su grandeza pasada, que explica que la actual ruina es obra de los dioses, implacables castigadores de la soberbia (hybris) de Jerjes, su sucesor. Darío explica que ha sido el desmedido orgullo, la hybris, el gran pecado que los dioses no pueden tolerar, lo que ha destruido a los persas.

Un nuevo canto del coro abre la llegada del fugitivo Jerjes, abatido y humillado, más un hombre derrotado que un rey. Se sabe responsable por su obcecación, de los males de su pueblo y advierte que su destino estaba escrito desde su misma partida. Ejemplo de ello es la ironía trágica del poeta que en uno de los versos en los que relata la partida de Jerjes hacia Grecia (y que sirven de titulo a esta entrada del blog): “Partió en son de guerra...”, el verbo empleado “partió”, tiene en griego también el sentido de murió. La muerte le perseguia desde el mismo instante en el que toma todas sus decisiones absurdas.Todas ellas estaba destinadas al fracaso, aunque momentanemente le hiceran parecer lo contrario y todos se regocijaran con su ingenio.

Sombra de Dario: Y mi hijo, inconsciente, ha llevado esto hasta el final con imprudencia propia de un joven; él, que albergó la esperanza de amarrar con cadenas, cual si de un esclavo se tratara, las aguas fluidas del Helesponto, del Bósforo, corriente divina. Poco a poco lo fue alterando y tras trabarlo a golpe de martillo logró abrir un amplio camino para un enorme ejército. Mortal como es, pensaba no con buen criterio que sería dueño y señor de todos los dioses, e incluso de Poseidón. ¿Cómo no iba a haber hecho presa en mi hijo alguna enfermedad de la mente? Temo que tantas fatigas para lograr riquezas sean presa del primero que llegue.

El rey persa Jerjes es castigado por haber incurrido en hybris, o esa insolencia orgullosa que lleva en ocasiones al hombre a anhelar algo que está por encima de las capacidades de la naturaleza humana. Ese orgullo desmedido engendrará Ate (ofuscación - ceguera) y ésta acarrea la Némesis o venganza divina

¿En donde reside su soberbia? En la construcción de un puente artificial - atando barcos unos a otros con cuerdas de lino y clavos- entre las costas de Turquía y Grecia (metáfora de una hazaña fuera del alcance de las posibilidades de los humanos) para dar paso a las tropas persas y atacar así Grecia. Tambien cabría añadir el hecho de que con esta decisión se adentra en un terreno no controlado por los persas como era el mar, cuando estas eran buenas solo en el medio terrestre. Este desafio es el origen de las desgracias de Jerjes.

Curiosamente, 2.500 años después esta es la misma ruta que realizan los refugiados sirios en su lucha por llegar a Grecia (y posteriormente Alemania) con idénticos resultados. Quizás el hybris (querer modelar un Estado desde la nada y por tanto artificial, alterar la correlación de fuerzas en la zona sin atender a las necesidades reales de sus habitantes, para garantizarnos una falsa estabilidad en la zona que solo lo sea para nosotros) esta vez vino en dirección contraria: de Occidente hacia Oriente pero los damnificados son los mismos: las pobres gentes de ambas aprtes. No sabemos todavía si todo ello puede llevarnos a nosotros mismos (como a Jerjes y a los persas) al desastre.

Pero el mayor hybris que estamos cometiendo lo protagonizan los bancos centrales y el stablishmen económico que no solo se meten en un terreno que no les compete, invadiendo un terreno no propio (confundiendo y mezclando la política monetaria con la fiscal) y apoyados en la peregrina idea de que ellos, con sus herramientas y modelos econométricos, pueden dominar la realidad económica y alterar el ciclo económico.

Los acontecimietos de las últimas semanas en los mercados financieros y los discursos del stablishment económico vendrían a así a representar que estamos en la etapa del Ate (ofuscación - ceguera) y tras esta, si no estamos ya inciándola, acarreará la Némesis o venganza divina en forma de corrección de los mercados que permitan el restablecimiento del orden natural de las cosas situando los valores bursátiles e inmobiliarios dentro de las coordenadas de lo realmente posible.

El brillante final de la obra, con un Jerjes reconociendo de su culpa le ennoblece y sirve de incio a su "curación", convirtiendose esto último en la gran y verdadera victoria de los griegos sobre los persas tras la batalla. La liberación de la hybris es necesaria para lograr el descanso final, prolongarla solo lleva a la agonia y a un infierno en vida.

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