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Tribuna
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La sinfonía de Davos

CINCO DÍAS

Los cantantes Andrea Bocelli, Peter Gabriel, Will.i.am, Angelique Kidjo, Paloma Faith y Bono se reunieron la semana pasada. Lamentablemente, no han grabado una nueva edición de We are the World, we are the children, sino que han estado discutiendo, junto a banqueros, políticos, actores, escritores, e incluso algún economista, sobre la Incidencia de la cuarta Revolución Industrial en nuestras vidas. Naturalmente, no esperamos de semejante mescolanza ninguna solución, ni pauta, ni siquiera una guía para el 2016 ni otros años no bisiestos. En Davos parecen ser más importantes las declaraciones de los distintos asistentes y el lugar en que uno puede fotografiarse con Leonardo DiCaprio o Kevin Spacey que el análisis de los temas propuestos.

El tema estrella de la función ha sido cómo afrontar la cuarta Revolución Industrial; y, en concreto, cómo afectará al mercado de trabajo y, en consecuencia, a la sociedad del futuro, en general, y a nuestra calidad de vida, en particular. La cuarta Revolución Industrial, para aquellos que no sean duchos en la materia, consiste –según la Wikipedia, fuente hoy en día de conocimiento, sea demostrado o no– en un sistema productivo basado en fábricas inteligentes (Smart Factories), en el desarrollo del internet de las cosas (interacción entre los distintos dispositivos; o sea, cuando nuestro teléfono habla con nuestra nevera y hace la compra, cocina, limpia y, en pocos años, incluso se la comerá por nosotros), una producción adaptada a cada consumidor y la cultura del hágalo usted mismo (véase Ikea o los tutoriales de YouTube).

Actualmente, existen dos tendencias al respecto: una optimista, surgirán nuevas oportunidades de empleo fruto de esa destrucción creativa que todavía no nos es posible imaginar; y una pesimista, más ludita, en que solo trabajará el 30% de la población activa mientras el 70% restante malvivirá en un mundo más injusto y desigual. Habría una tercera vía, la realista, que implica reconocer nuestra incapacidad para predecir las innovaciones que, realmente, cambian la sociedad, y no digamos ya en el futuro.

Si bien es cierto que las canciones estaban pactadas con el público de antemano, no hay ningún artista que, en determinados momentos, no quiera improvisar. En nuestro caso, el descenso del crecimiento de China y su impacto en la frágil recuperación mundial, así como sus repercusiones en las Bolsas mundiales, se impusieron a las melodías tradicionales y se convirtió en el hit del momento. Los palmeros se distribuyeron equitativamente.

Así, mientras unos clamaban por el efecto rebaño destacando que los fundamentales estaban bien y solo era un ejemplo más de la volatilidad de los mercados financieros; otros clamaban que, en realidad, la situación está muy mal. En cualquier caso, para animar la función tuvimos un solista de excepción: Mario Draghi que con un solo, solo al alcance de los tenores italianos –dotados de una presencia imponente, pero no exentos de finezza cuando la situación lo requiere–, puso al público en pie con promesas “creíbles” de su voluntad de actuar.

Lo cierto es que de la crisis se ha salido con políticas monetarias ultraexpansivas y unas políticas fiscales ultracontractivas: o sea, de manual, (#ironymode) aunque los libros de texto sigan teniendo los mismos índices que el siglo pasado y, por tanto, los ecos de Lampedusa siguen sonando en nuestros hogares y en nuestras economías.

Un año más, Davos ha seguido siendo una representación de mucho ruido y pocas nueces para el común de los mortales; es decir, todos nosotros. La economía, como saben todos nuestros alumnos, es la ciencia social que asigna recursos escasos a necesidades ilimitadas con criterios de equidad y eficiencia, y consideramos que un mejor uso de los recursos sería dedicar todo ese talento a evitar un languideciente crecimiento económico y una mejor distribución de la riqueza que somos capaces de generar.

No obstante, habrá que esperar al concierto del año nuevo para ver si los músicos piensan deleitarnos con dicha melodía; al fin y al cabo, We are the world.

Por cierto, en el próximo artículo hablaremos de cómo salir de la crisis…

Pedro Aznar / Josep M. Sayeras son Profesores de Economía de ESADE Business and Law School

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