Una cultura de pactos al estilo danés
Los puntos en común son incompatibles con ver al oponente como a un enemigo Los partidos deberían buscar los puntos que más les unen
Desde 1909, ningún partido político ha obtenido en Dinamarca mayoría absoluta. ¿Qué significa esto? Que la cultura de pactos está asentada en la clase gobernante de uno de los países europeos con un Estado del bienestar más robusto. Más de un siglo de negociaciones. Este ejemplo, además de una visita a Copenhague, debería servir como modelo en España. Las elecciones del domingo han puesto patas arriba el puzzle para formar gobierno. “La sociedad danesa tiene una cultura de pacto muy desarrollada, con ocho partidos en juego, una imagen similar a la que ocurre en el panorama político español”, explica Iñaki Ortega, director de Deusto Business School en Madrid, quien recomienda a los aspirantes a formar gobierno amplitud de miras, pero sobre todo predisposición a llegar a algún tipo de acuerdo, y cita el caso del País Vasco, una de las comunidades donde los acuerdos entre políticos son frecuentes. “El PSOE ha gobernado apoyado por el PP, el PNV con los socialistas, y el índice de avances está ahí”, añade este docente, para quien la cultura de pactos es incompatible con el sectarismo y con ver al oponente como a un enemigo. “El corto plazo te da beneficios pero a largo te quita a un aliado”.
La tierra del Lego
Es un país de economía circular, donde nació uno de los juegos más famosos del mundo, Lego. Dispone de un PIB trimestral de más de 11.800 euros frente a los 5.800 de España, y acumula más de un siglo de pactos políticos (desde 1909 ningún gobierno tiene mayoría absoluta).
En este sentido, los partidos políticos deberían valorar aquello que más les une y tener una visión amplia en el tiempo. “Los programas electorales pueden ser competitivos, pero los candidatos tienen que llegar a entenderse si fijan unos mínimos comunes”, comenta Guido Stein, profesor de negociación del IESE. Este docente recomienda centrarse en lo que verdaderamente es importante, ceder en ello y dejar las reivindicaciones más accesorias de lado. En este punto difiere el docente del IE Business School, Diego Vicente, especializado en comportamiento organizacional. “Las formaciones deben ser fieles a los principios y los valores. Esto, de hecho, es lo que ha provocado que las dos formaciones emergentes hayan obtenido buenos resultados”. Este profesor coincide en que es importante formar gobierno, pero no a cualquier precio. “Decir que no en algunos aspectos puede devolver a los partidos tradicionales la credibilidad que habían perdido, y a los nuevos no hacerles caer en el error que cometieron las formaciones históricas”. Diego Vicente afirma que, en estos comicios, la sociedad no ha votado por los pequeños detalles, sino por grandes líneas y hojas de ruta que “ las formaciones no deberían traicionar”.
Lo que deberían hacer los partidos políticos en España es detectar si hay interés común que los una por encima de los intereses individuales, algo que en una negociación comercial siempre sucede y que suele ser el precio. “Pero hay un momento ensordecedor y es cuando se ponen por delante las creencias, como le suceden a Israel con Palestina, que no se resuelven sus enfrentamientos por la religión”, apunta Juan Mateo, director del Instituto Superior de Negociación de la Universidad Francisco de Vitoria. También señala que un negociador jamás debe utilizar una única técnica, sino entender ese proceso como una “forma de vida”, que marque las líneas rojas que no se deben traspasar, que se aleje de las emociones y busque el interés común.
Saber con quién se negocia es prioritario para resolver la partida, no se debe negociar con aquel que es el más directo competidor, con el fin de diferenciarse de él, opina Stein. Por ello, son necesarios nuevos jugadores. “Aquellos que gestionan mayorías no pueden negociar pactos, por ello hay que tener capacidad para mezclar lo diferente”, apunta Ortega. Ahora toca, como en el Renacimiento, favorecer la creatividad.