¡Que viene la FED!
Cuando hace un año por estas fechas los analistas volvíamos a casa por Navidad con nuestras previsiones para 2015, considerábamos que la subida del tipo de intervención por parte de la Reserva Federal sería una de las claves en la evolución de los mercados financieros. Pero este hipotético tensionamiento de la política monetaria que, una vez finalizado el último programa de compras de deuda pública en octubre de 2014 parecía inminente, se ha ido posponiendo a lo largo de todo el año.
Primero por el decepcionante desempeño de la economía norteamericana en el primer trimestre. Después por la caída del precio del petróleo y su traslado a los precios de producción y de consumo. Por último, por el deterioro de la coyuntura de los países emergentes, sobre todo en China, dado su tamaño potencialmente desestabilizador.
Ahora que la Reserva Federal por fin parece decidida a dar el paso en su comité de mercado abierto del 15 y 16 de diciembre, no se advierte una gran inquietud entre los inversores. Y eso a pesar de que se trataría del primer inicio de un ciclo de subidas desde 2004 y de que caminamos por un terreno que podríamos calificar como desconocido.
Nunca se habían implementado unas políticas como las cuantitativas de los últimos años ni se había tenido que establecer una estrategia de salida para las mismas.
Como argumento tranquilizador hay que señalar que la determinación de la Fed demuestra su confianza en la fortaleza del ciclo en EE UU cuando algunos datos despiertan suspicacias.
Es el caso de la producción industrial, que apenas crece un 0,3% interanual, o el del índice de confianza ISM manufacturero, al caer a su nivel más bajo desde 2009. Además, con el IPC apenas aumentando un 0,1% interanual, la tasa subyacente en un contenido 1,9% y las moderadas expectativas de precios a largo plazo descontadas en el mercado de bonos, no hay que olvidar que el tensionamiento monetario no respondería al temor a la inflación, como en otros ciclos, sino al deseo de normalizar los tipos de interés. El PIB lleva creciendo seis años y, a diferencia de lo que sucede en la zona euro, supera ampliamente el volumen de producción anterior a la crisis. También conviene tener en cuenta que mientras la Fed cambia la dirección de su política, casi todos los demás bancos centrales mantienen el tono expansivo de las suyas, e incluso amplían sus medidas no convencionales, como acaba de hacer el Banco Central Europeo.
Esta circunstancia, por una parte, seguirá traduciéndose en una fuerte inyección de liquidez en los mercados financieros internacionales, de forma que limitará el efecto de las subidas de la Fed.
Por otra, contendrá estas últimas, pues la Reserva Federal difícilmente deseará que su política sea diametralmente opuesta a la del resto de países y conduzca a una apreciación del dólar adicional a la vivida en el último año, que ya está afectando a sus exportaciones (-6,9% interanual) y que supone por sí misma un endurecimiento de las condiciones monetarias.
En este contexto, lo más probable es que las subidas del tipo de intervención sean espaciadas en el tiempo y muy dependientes de la coyuntura macroeconómica y financiera.
Un último argumento que apoyaría la tesis de que el tensionamiento monetario en EE UU no debe ser motivo de inquietud es que, como decíamos, la Fed lleva viniendo más de un año, y su actuación ha sido largamente anticipada por los inversores.
Los tipos de interés a largo plazo, con el diez años en el 2,2%, pueden parecer algo escasos en términos históricos y en relación con el potencial de crecimiento que se le presupone a EE UU, pero las bajas rentabilidades no sólo se derivan de las políticas de la Fed, sino también de las del resto de bancos centrales y del escaso crecimiento de los precios.
Con todo lo anterior, no parece que nos encontremos ante una nueva versión de la fábula del pastor y el lobo: la Fed viene, pero no se va a comer a nadie.
Quizá estemos inmersos en un entrañable cuento con final feliz más propio de estas fechas, aunque conviene valorar que la primera subida de la Fed en el ciclo, además del final de un cuento, puede ser el inicio de otro.
Santiago Martínez Morando. Servicio de Estudios y Análisis Económico-Financiero de Ibercaja.