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Crímenes de sangre, sexuales y maltratos, los más exigentes

Para ser buen abogado hay que pasar por el diván

Los letrados también recurren a psicólogos para prepararse emocionalmente El autocontrol, el aislamiento y la desconexión se puede trabajar con especialistas

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Manuel G. Pascual

El derecho de los ciudadanos a una defensa efectiva en un juicio justo es uno de los pilares en los que se basan las democracias liberales. El cumplimiento de este principio garantiza que nadie pueda ser encarcelado arbitrariamente. Pero también posibilita que cualquier presunto criminal, independientemente de lo aplastantes que sean las pruebas en su contra, pueda ver su pena aliviada.

Quienes brindan este derecho fundamental no son de piedra. “Tras algunos casos te queda la duda. Por un lado crees que profesionalmente has hecho lo que has podido para reducir la condena de tu cliente, pero moralmente puedes pensar que quizá se merecía que cayese sobre él todo el peso de la ley”, confiesa Lola Hita, abogada penalista con más de una década de experiencia.

Una firma puede valer más que mil palabras

Almudena Genovés es perito judicial. Su trabajo consiste en corroborar si la escritura que aparece en un documento es de quien parece ser o si la firma que figura en otro papel ha sido o no falsificada.

Desde hace un tiempo presta un servicio adicional. En su condición de grafóloga, muchos abogados le piden que los ayude a conocer mejor a sus clientes. “Viendo la caligrafía podemos decirlo casi todo de una persona”, explica. Por ejemplo, los óvalos que forman las letras deben quedar un poco abiertos por la derecha. “Si se van a cerrar por el lado de la izquierda, eso habla de que hay una reserva un poco patológica, una mentira”, afirma. Y si además hay una doble vuelta en el óvalo, eso ya indica que “hay algo que la persona no quiere que se conozca”.

Otra pista: si la caligrafía tiene muchos picos, “si parece que te vas a pinchar si pasas la mano por encima”, entonces el cliente no es trigo limpio.

Crear un “escudo emocional” para que el trabajo no afecte al profesional es, en su opinión, una buena manera de enfrentarse a estas situaciones. Aunque lograrlo no es sencillo: Hita reconoce haber rechazado casos, en su mayoría relacionados con violencia o malos tratos, al considerar que no iba a lograr ser neutral.

Portalabogados.es, web con la que colabora, organizó en verano un taller a cargo de un psicólogo. El objetivo: ofrecer a sus colegas herramientas con las que poder enfrentarse a situaciones de este tipo. Casos de maltrato, lesiones y homicidios suelen resultar especialmente indigestos. Sucede lo mismo con los que se mediatizan, ya que la sociedad emite su juicio de forma prematura y presiona a los letrados. “Alguna vez lo he pasado mal al llegar al juicio y ver cómo te mira la víctima o sus familiares”, admite Hita.

Tampoco es fácil trabajar para alguien que, a todas luces, es culpable. “No todo el mundo está listo para conseguir que a su cliente en vez de 30 años le sentencien a 7 sabiendo lo que ha hecho”, explica Héctor Domínguez, el especialista que impartió el taller.

El propio proceso judicial y el momento posterior a su desenlace son las fases clave, ilustra Domínguez, en las que el abogado puede experimentar un bajón anímico y emocional muy notable. “Episodios de ansiedad, falta de sueño, cambios de humor... Se trata de cuadros difíciles de minimizar sin una buena preparación”. Lo primero es reconocer el problema. Un abogado no puede enfrentarse por sí solo a un caso de gran dureza. Son conscientes de ello, y se está perdiendo el miedo a recurrir a psicólogos. “Hay que trabajar mucho su capacidad de concentración, la manera en que puedan aislarse de todos los factores que les rodean”, abunda Domínguez.

“Nosotros tratamos de guiarles e introducirles nuevas herramientas que le faciliten ese proceso de preparación. Lo más básico es concentración, aislamiento, evasión emocional, desconexión y gestión del estrés”, resume.

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En busca de autocontrol

El objetivo es lograr el autocontrol. La relación profesional entre un abogado y su cliente se basa en la confianza, y esta se puede perder si el letrado manifiesta de algún modo negatividad. “Aunque esté asesorando a un maltratador, trato de no externalizar mi opinión con gestos, porque eso siempre va a ser perjudicial”, expone Hita. Además de disciplina mental, mantener cara de póquer puede ser más sencillo desahogándose previamente con un compañero, dando un paseo o haciendo ejercicio. Despejar la mente y apoyarse en otras personas es positivo.

Pero cada cual afronta el proceso a su manera. “Algunos compañeros dijeron durante el curso que prefieren implicarse emocionalmente con sus clientes lanzándoles preguntas del tipo ¿por qué hiciste eso? o ¿cómo se te ocurrió actuar de ese modo?”, indica Hita. Todas las estrategias son legítimas.

La abogada Nuria Lóriga tiene un lema: no hay que dejar que las apariencias engañen. Esta exjuez y exfiscal ha llegado incluso a no leer noticias sobre casos que llevaba para no dejarse influir de modo alguno. “Debemos limitarnos a leer bien el caso y a hablar con el cliente para que se explique”, asegura. Incluso en un juicio por delitos como agresión sexual a menores hay que mantener la cabeza muy fría. “Los prejuicios nos pueden llevar a ser injustos. Todo el mundo tiene derecho a una defensa”.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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