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Tribuna
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China, contra las fuerzas del mercado

Tradicionalmente, China celebra sus vacaciones de forma escalonada a lo largo del año, coincidiendo con festivos como el Año Nuevo Lunar o el Día del Trabajo. Julio y agosto son siempre hábiles, y este año han servido para dar auténticos sustos a los mercados globales de acciones y divisas. Tras el crac bursátil de julio, el Banco Central Chino (BCC) ha devaluado su moneda un 4%, confirmando los temores de pérdida de competitividad del país. Las medidas contra la caída bursátil y la reciente devaluación demuestran nuevamente el carácter dirigista de la política económica china, siempre tratando de controlar y atenuar las fuerzas del mercado.

Los que viajamos con frecuencia a China hemos constatado el notorio aumento de los precios en los últimos años, coincidiendo con la deflación en Europa y la depreciación del Euro. En particular los servicios, la energía y los inmuebles han experimentado subidas desmesuradas en sus precios. Un reciente informe de Boston Consulting Group (BCG) muestra aumentos del 66% en los precios de la electricidad y del 187% en los salarios ajustados por la productividad en los últimos diez años en China. A todo ello, el tipo de cambio del yuan frente al dólar ha subido un 35%.

La pérdida de competitividad china en costes de producción es una consecuencia lógica de su mayor riqueza relativa, pero su ritmo acelerado del último lustro ha coincidido con una mejora de la competitividad europea y americana. El mismo informe de BCG indicaba como, en estas circunstancias, y considerando los costes de transporte, ya no sale a cuenta fabricar en China en la mayoría de sectores para servir al mercado occidental. Un índice de costes de fabricación calculado por BCG situaba a China solo un 4% por debajo de Estados Unidos, una cifra que no justifica la deslocalización en la mayoría de casos. La cifra coincide casualmente (o no) con la devaluación provocada por el BCC estos días.

Desde el inicio de la reforma económica en 1978, China ha basado su política económica en la apertura gradual y selectiva, tratando de mantener bajo control las siempre peligrosas fuerzas del mercado. Las entradas de capital extranjero de los últimos años y la acumulación ingente de reservas de divisas llevaban a una paulatina e irreversible apreciación del yuan. La burbuja de la bolsa china tenía mucho que ver con este fenómeno, así que la forzada depreciación de estos días no solo mejora la competitividad de las exportaciones chinas, sino que también frena las ambiciones de muchos especuladores financieros.

Forzar la devaluación de una moneda cuando se dispone de recursos es una tarea más agradecida y sencilla que luchar por evitarla, como hicieran en sus días Argentina, Tailandia o incluso la España de los años noventa, pero no está exenta de riesgos. China sigue acumulando divisas y, aunque la inversión china en el exterior se ha duplicado desde 2008, no se logra drenar esta creciente acumulación de reservas, que alimenta la mesa monetaria y la inflación interna.

La devaluación forzada del yuan ha sorprendido a quiénes creían que China adoptaría el camino de Japón a partir de 1985, cuando los acuerdos del laza le llevaron a apreciar su moneda, perder competitividad exportadora y empezar a erigirse en un importante inversor exterior. Aun cuando esta evolución resultaría lógica en China, su inesperado ritmo acelerado y sus consecuencias sociales, en cuanto a pérdida de empleo en la industria exportadora, producen vértigo a unos gobernantes que han basado su legitimidad en el empleo y el progreso social.

Ahora que se debate en Europa el Acuerdo Transatlántico con Estados Unidos (TTIP) y también el encaje de potencias emergentes como China o Rusia, sería un buen momento para plantear un acuerdo global sobre tipos de cambios, que otorgue seguridad a los empresarios, estabilidad a los mercados y tranquilidad a los gobernantes.

Una paridad 1:1:8 entre euro, dólar y yuan, con una banda de fluctuación, podría ser una buena base sobre la que construir un nuevo orden económico. Entre otras cosas, el 8 es uno de los números de la suerte en China, más querido que el 7 que prevalece ahora tras la devaluación.

Jacinto Soler Matutes es Fundador de Emergia Partnersy Profesor del Máster de Estudios Chinos de la UniversidadPompeu Fabra.

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