El ahorro es un activo individual y colectivo
Una economía con alto nivel de ahorro es una economía capitalizada y, por tanto, con capacidad de respuesta ante las oportunidades de inversión y las demandas de la sociedad para cubrir las necesidades de servicios y bienes con la generación de riqueza. No es el caso de la española, que tiene bajos niveles de ahorro, sujetos además a un comportamiento volátil, y tasas de endeudamiento superiores a lo habitual en los países avanzados del entorno. La absorción de recursos financieros pasados, presentes y futuros por el fuerte crecimiento de la demanda inmobiliaria a precios fuera de mercado, de burbuja, ha hipotecado para unos cuantos años la capacidad de ahorro de la sociedad, y postergará decisiones que deberían tomar individualmente los agentes económicos cuanto antes. La debilidad que muestra cualquier proyección del sistema de pensiones con la estructura demográfica que tiene el país aconseja decisiones políticas firmes y consensuadas para asegurar a la población un buen nivel de renta tras el retiro; pero aconseja también, y con más vehemencia, que cada cual se provea del ahorro suficiente como para satisfacer su nivel de gasto futuro.
La cohorte de población que estará por encima de los 65 (o 67 años, nuevo umbral de jubilación) no dejará de crecer en las próximas décadas, y la vida media de los pensionistas se estirará desde los 21 años actuales de forma inexorable por la mejora de la esperanza de vida que proporciona la medicina y la transformación en una economía menos ligada a trabajos duros. Todo ello, junto con un encarecimiento de las cuantías de las prestaciones nuevas, pone a la Seguridad Social ante la necesidad de hacer ajustes en sus ingresos y sus pagos, si quiere tener viabilidad en el medio plazo. Pero en paralelo los cotizantes actuales deben buscar alternativas complementarias, ante el riesgo de una contracción de las prestaciones públicas.
El sistema de retiro está establecido en tres escalones a los que la población no ha prestado igual atención. Un nivel asistencial para quien nunca cotiza; uno contributivo que tenderá a reducir sus niveles de prestación para la mayoría de la gente; y un tercer nivel opcional y de gestión privada para quienes quieran tener un complemento a la prestación pública. Los gobiernos han hecho poca pedagogía sobre la necesidad de fortalecer este último, que a fin de cuentas es el que resta presión al atribulado y cuestionado nivel contributivo. La legislación ha favorecido durante muchos años los planes y fondos privados, con incentivos fiscales muy elevados, pero la respuesta de la gente ha sido limitada, entre otras cosas por la desincentivadora agresividad utilizada por algunos agentes bancarios para captar recursos; ahora solo hay unos 90.000 millones de euros en fondos de pensiones privados, que gráficamente solo darían para abonar un año las pensiones públicas de jubilación. Aunque el Gobierno ha recortado en la última reforma fiscal las aportaciones que tienen derecho a desgravación en la declaración anual del IRPF (de un máximo de 12.500 euros a 8.000), ha abierto una ventana para liberar los recursos que acumulen ya diez años en el fondo, lo que les convierte en un instrumento menos rígido que antes, en el que el dinero quedaba cautivo toda la vida laboral del partícipe.
Esta circunstancia ya ha generado un incremento en las aportaciones este año, tras varios en los que se había estancado. Lo lógico es que siga creciendo en años venideros, porque la acumulación de ahorro para el retiro es una garantía individual de disponibilidad de renta, y es también un activo colectivo que permite capitalizar la economía; las gestoras invierten el ahorro colectivo en acciones, deuda pública y corporativa o inmuebles, para generar crecimiento económico y riqueza, algo de lo que la economía española está altamente necesitada.
Ahorrar siempre es un esfuerzo, y se hace más cuesta arriba si el rescate debe esperar al retiro laboral. Pero con los cambios citados es más asequible y puede movilizar a los españoles desde edades más tempranas. La clave de la configuración de un complemento de pensión aceptable es, además de comenzar a ahorrar pronto, mantener la constancia, hacer aportaciones crecientes, asumir cierto grado de riesgo y fiscalizar a los gestores, buscando la excelencia en la rentabilidad y las comisiones más ajustadas posibles.