La asignatura pendiente de la pyme
La pyme española es creativa e innovadora pero en muchos casos carece de la estructura adecuada, de un manual de procedimientos y de la definición de funciones para un puesto de trabajo. Tampoco dispone de la capacidad del nivel de cualificación y especialización, sobre todo a nivel de gestión de personas y de liderazgo a través de coaching e inteligencia emocional.
Estos son aspectos considerados muchas veces burocráticos o de poca utilidad práctica, pero están asociados con el componente fundamental de la empresa: el factor humano.
La gestión tiene dos limitaciones para una pyme, la financiación a la que puede acceder y las personas con las que puede trabajar. La retención del talento debe, por tanto, realizarse desde el lado emocional más que desde el de incentivos económicos o de ascensos profesionales, al encontrarse estos limitados en el tiempo y cuantía. Aquí juega un papel fundamental el desarrollo del líder coach, quien guía a sus empleados hacia su máximo desarrollo personal y profesional.
La inteligencia emocional tiene las siguientes competencias: autoconocimiento, autocontrol, motivación, empatía y habilidades sociales, y todas se pueden aprender, trabajar y llevar a su máximo desarrollo. Para crear equipo, primero debemos haber creado tres características generales para que un grupo de personas se conviertan en un equipo efectivo: confianza mutua, sensación de identidad y sensación de eficacia dentro del equipo.
¿Para qué queremos crear equipos emocionalmente inteligentes? Un equipo emocionalmente inteligente fomenta la participación, la cooperación y la colaboración entre sus integrantes y la relación hacia las demás personas, departamentos y equipos de la organización. Además, consigue adoptar decisiones más creativas y alcanzar una mayor productividad.
Para crear un equipo de estas características, hacen falta cuatro etapas:
1. Conocimiento grupal de las emociones de sus integrantes. Aceptación plena de cada persona del equipo. Se otorga cabida a la expresión de los sentimientos y objetivos de cada uno de los miembros del equipo.
2. Gestión grupal de las emociones de los integrantes. Normas de relación aceptadas por todos los miembros del equipo. Se conocen las consecuencias de su incumplimiento, no permitiendo que ningún integrante pueda situarse fuera de ese marco de actuación. A través del feedback efectivo-constructivo se afronta el conflicto interno y se construyen las relaciones interpersonales.
3. Conocimiento y gestión emocional a nivel de grupo. El equipo se autoevalúa e intercambia información sobre cómo lo están haciendo a nivel grupal. Se crean los mecanismos para trabajar con emociones. Se maneja un lenguaje positivo hacia las dificultades y se resuelven los problemas de forma activa, anticipándose a ellos y fluyendo la información entre los individuos del equipo.
4. Conocimiento y gestión de la comunicación externa. Conexión del equipo con el resto de la organización para construir nexos de unión con otros estamentos dentro y fuera de la organización, para conseguir un rendimiento excepcional que alimente la sensación de eficacia e identidad dentro del grupo.
En definitiva, un equipo emocionalmente inteligente es conocedor de cada uno de sus miembros y es aceptado como tal, pero respetando reglas de comportamiento comunes aceptadas e indicando, cuando estas reglas se han transgredido, lo que ha sucedido y las consecuencias que ese comportamiento ha tenido en el equipo.
Se habla de forma asertiva entre los miembros y hacia el exterior con otros equipos, se establece una relación de colaboración efectiva basada en el respeto mutuo y hacia la consecución del máximo beneficio para la empresa no para el equipo.
Es difícil pensar en el bien común antes que en el propio, pero cuando se consigue, los avances son espectaculares. Entramos dentro del terreno de la gestión del cambio.
Para conseguir formar equipos emocionalmente inteligentes se necesita:
- Participación contributiva de los miembros, con pensamientos realistas y constructivos.
- Manejo de la tensión y distensión emocional, con conocimiento y reacciones dentro del grupo.
- Normas de actuación grupal, atribuyendo las funciones internas y conociendo la gestión emocional de cada miembro del grupo.
- Autofeedback positivo.
Desarrollar líderes que sepan formar equipos eficaces y de alto rendimiento es la asignatura pendiente de la pyme, la cual puede llegar a alcanzar cotas de intenso desarrollo e internacionalización contando con modernas técnicas de gestión del talento propio y de la adecuación de los procesos y procedimientos al periodo de expansión en el que se encuentra.
Javier González es CEO y ‘coach’ de Magna Coaching.