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Tribuna
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Paisaje después de la batalla

Los líderes de la eurozona han logrado cerrar un acuerdo que tapona la salida de Grecia de la zona euro. Para alcanzarlo, el país heleno ha aceptado, sorpresivamente, las condiciones impuestas por sus socios europeos. Pero para poner en marcha el tercer rescate, el Parlamento de ese país habrá de tramitar mañana un paquete de medidas urgentes, entre las que destacan la reforma del IVA y las destinadas a mejorar la sostenibilidad a largo plazo del sistema de pensiones. Por tanto, las próximas horas siguen resultando cruciales, ya que el Gobierno deberá lograr el apoyo parlamentario suficiente para aprobar estas reformas legislativas, condición sine qua non, según el Eurogrupo, para poner en marcha un nuevo rescate, y a lo que hay que sumar otro acuerdo sobre el memorándum de entendimiento definitivo.

Hace unos días, atisbábamos en este mismo periódico los dos posibles escenarios que se podían plantear en la crisis griega –que el país saliera del euro o que no lo hiciera– y las consecuencias en cada uno de los casos. Pues bien, con el pacto alcanzado el lunes parece que ya solo cabe esta segunda posibilidad, y digo parece porque, como todos sabemos, en alta política 24 horas es un horizonte que puede deparar muchas sorpresas, y aún siguen quedando muchos flecos sueltos.

Pese a que durante la jornada de negociación planeó la amenaza de que Grecia saliera temporalmente del euro, finalmente esta propuesta fue excluida de la declaración a cambio de que Atenas cree un fondo de activos públicos que se venderán para amortizar la deuda si el Gobierno no cumple con sus compromisos financieros, y que servirán para recapitalizar los bancos griegos. Con la permanencia de Grecia en el euro se mitiga la posibilidad de contagio a otros países y la consecuente subida de sus primas de riesgo. Sin embargo, la dureza de las medidas puede desencadenar una crisis política, ya que, aunque la tramitación de las reformas salga adelante con el apoyo de los partidos de la oposición, podría tener un coste político para el Ejecutivo griego, que podría desembocar en nuevas elecciones, con la incertidumbre que ello conlleva.

En cuanto a España, deberá aportar importantes cantidades en avales, si finalmente el nuevo programa de asistencia para Grecia alcanza los 86.000 millones de euros, además de los asumidos en anteriores rescates. No obstante, nuestro Gobierno ha valorado positivamente el acuerdo, aunque ha señalado que habrá que cumplir los diferentes hitos que se han ido marcando.

Por su parte, los representantes de muchos de nuestros grupos parlamentarios, así como altos mandatarios de diferentes países de la UE han manifestado su satisfacción por los avances en las negociaciones. Especialmente interesantes son las declaraciones que ayer hizo François Hollande, quien calificó el consenso al que se ha llegado como un marco de referencia para trabajar y subrayó que Grecia tiene que llevar a cabo las reformas para convertirse en una nación más competitiva, ya que “sin crecimiento, la deuda del país es insostenible”. El presidente francés se congratuló, como otros muchos, de que la zona euro no haya perdido a uno de sus países miembros.

Otros creen que la salida de Grecia del euro hubiera sido positiva para el resto de sus socios; sin embargo, Bruselas ha entendido que la fortaleza de la UE radica en su unidad y en base a esta premisa ha desarrollado su estrategia. Podremos estar más o menos de acuerdo con las directrices que se están dando a este respecto, pero no cabe duda de que se deben corregir algunos errores que están suponiendo un coste para la reputación de la Unión y una pérdida de confianza de la ciudadanía europea, en general, y griega, en particular, porque esta crisis también nos ha permitido reflexionar sobre algunos aspectos controvertidos, como, por ejemplo, la conveniencia o no de la celebración del famoso referéndum, a la vista de sus resultados prácticos.

La forma en que se ha desarrollado esta crisis ha puesto también sobre el tapete la necesidad de replantearse el modelo de gobernanza de la UE y su modelo de gestión. Ya no pueden ocultarse los problemas bajo la alfombra –como cuando lo que importaba era la entrada del mayor número posible de países en el euro, independientemente de las condiciones de cada uno– y se deben dejar bien claras las reglas del juego, porque aunque la política tiene una capacidad para resolver problemas que no deja de sorprendernos, hay algunos, como es la insolvencia de un país, que la superan. En este sentido, convendría tener en cuenta la declaración realizada tras la eurocumbre por BusinessEurope –organización que agrupa a asociaciones empresariales de 34 países europeos–, en la que señalan su plena confianza en la solidez de la zona euro, pero insisten en la necesidad de aplicar las reformas acordadas en los plazos definidos y desde la solidaridad y la responsabilidad.

 Valentí Pich Rosell es Presidente del Consejo General de Economistas.

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