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¿Quién quiere electrocutar el acuerdo con Grecia?

Se ha identificado a la víctima: El principio de acuerdo entre Bruselas y Atenas del pasado domingo. Se sabe el momento del "asesinato": martes, 23 de junio, por la tarde. Y hay un montón de sospechosos: el FMI, Schäuble, Syriza, los países bálticos, el frente ibérico. Pero todavía no se ha señalado al "culpable". ¿Quiénes fueron las Tesla Girls (y Boys) que electrocutaron el acuerdo del lunes con un NO, NO, NO?

El presidente la CE, Jean-Claude Juncker, y el primer ministro griego, Alexis Tsipras, lograron el 21 de junio un principio de acuerdo sobre el rescate de Grecia. Los ministros de Economía de la zona euro (Eurogrupo) aceptaron, algunos a regañadientes, ese compromiso. El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, llegó a calificarlo como la base para cerrar un acuerdo definitivo antes del fin de semana. Las palabras del holandés desataron la euforia.

El martes, sin embargo, el acuerdo se frustró. ¿Quién y por qué lo desbarató?

La mayoría de las fuentes acusan al Fondo Monetario Internacional y a su directora-gerente, la conservadora francesa Christine Lagarde. Algunos incluso detectan detrás de Lagarde la resistencia de países emergentes.

"Según mis contactos, Brasil le reprocha [a Lagarde] hacer concesiones que no hubieran sido admitidas con un país no europeo", ha señalado alguien tan bregado en lides comunitarias como el belga Philippe Maystadt, ex ministro de Economía y ex presidente del Banco Europeo de Inversión. Maydstadt añade que "el FMI ha planteado exigencias irracionales (...) y ha sido particularmente duro en el último momento, cuando se estaba cerca del acuerdo".

Lagarde, sin embargo, no parece disponer del peso político necesario para frustrar un acuerdo tan importante y exponer a la zona euro a su primera escisión. Ya el lunes 22, por la noche, cuando la cumbre extraordinaria de la zona euro dio prácticamente por hecho el acuerdo, se barajaba la posibilidad de excluir parcialmente al FMI de las negociaciones para poder pactar con Grecia antes del 30 de junio.

Todo indica, por tanto, que tras las pegas técnicas del FMI al acuerdo Juncker-Tsipras se esconden objeciones políticas de gran calado, procedentes de varios países de la UE y de varios grupos políticos.

Hay quien culpa al ala antirescate de Syriza, partidaria de forzar la ruptura, la salida del euro y el impago de la deuda. Tsipras, sin embargo, el miércoles parecía haber logrado el apoyo de su partido, salvo contadas excepciones. Más problemas tenía con su socio de gobierno (Griegos Independientes) que se negaban a la supresión de la rebaja del IVA en las islas aceptada por el primer ministro. En todo caso, Grecia no tuvo tiempo de rechazar el acuerdo porque la zona euro dio antes marcha atrás.

Algunos buscan el cambio de posición de la zona euro en Berlín. Hacia su ministerio de Finanzas, en concreto. El ministro alemán, Wolfgang Schäuble, defiende desde hace años la salida de Grecia del euro, convencido de que será una señal para los mercados de la seriedad y disciplina de la Unión Monetaria. Merkel no comparte la tesis de Schäuble y la ha desautorizado varias veces. Y Schäuble no fue capaz de frenar el acuerdo del lunes.

Pero el martes se percibió en muchas capitales que Tsipras y sus aliados podían interpretar el acuerdo en ciernes como una victoria y la demostración de que "otra Europa es posible".

El susto se propagó de Madrid a Roma a Berlín y Bruselas. Las maniobras al más alto nivel obligaron a Juncker a reescribir el acuerdo. Tsipras fue convocado de urgencia el miércoles y se le presentó el nuevo texto con un "lo tomas o lo dejas". La negociación había terminado por mucho que ahora la Comisión y el Eurogrupo insistan en que seguía viva.

Al mismo tiempo, las fuerzas de oposición griegas planteaban en Bruselas diversas alternativas a Tsipras, como un gobierno de concentración o una nueva coalición con Syriza, pero sin los Griegos Independientes. El líder de To Potami (un partido liberal de nueva creación) se reunía el miércoles con el comisario europeo de Economía, Pierre Moscovici. Y el líder de Nueva Democracia llevaba sus ideas a favor de un nuevo gobierno a la cumbre del Partido Popular Europeo del jueves.

Acorralado, el viernes Tsipras se suicidó políticamente con la convocatoria de un referéndum que ha puesto en bandeja al resto de Gobiernos una victoria por KO. Berlín y otras capitales han sacado cuentas y saben que la apuesta del gobierno griego por el NO puede perder, sobre todo ahora que Bruselas, unilateralmente, ha transformado la consulta en una elección entre el euro o el dracma.

En las elecciones de enero, Syriza obtuvo 2,2 millones de votos. Fue un tercio de los votos (con una abstención del 37%) pero se supone que muchos de ellos procedentes de votantes decepcionados con Nueva Democracia y, sobre todo, con el Pasok.

Las fuerzas "prorescate" (ND, To Potami y Pasok) sumaron 2,3 millones. Con una semana de corralito y la amenaza de una expulsión de la UE, Berlín calcula que el referéndum está ganado para el Sí, lo que significaría el final político de Tsipras y de su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis.

La apuesta puede ser arriesgada, pero Merkel y compañía parecen dispuestos a asumirla. Confían en que ahora la zona euro puede resistir mejor un potencial ataque especulativo. Y consideran que es mucho más peligroso ceder ante Syriza porque sentaría un precedente para potenciales conflictos en el futuro.

Para la zona euro, el acuerdo (o desacuerdo) con Atenas marcará un precedente sobre futuros conflictos, como puede ser la llegada al poder en otras capitales de formaciones políticas alternativas (como Podemos), que cuestionan el bipartidismo que ha regido la UE desde su fundación o que son abiertamente partidarios de romper con la UE o (como el Frente Nacional en Francia).

De modo que, a falta de pruebas definitivas, todo indica que Lagarde no electrocutó el acuerdo. O no sola. Algún día se sabrá toda la intrahistoria de las 24 horas de ese martes 23 de junio en que se pasó del acuerdo a la ruptura. Y se conocerá también el papel de los líderes de Bruselas (como Juncker) que han pastoreado a Tsipras durante estos meses. ¿Le conducían hacia el acuerdo o hacia una encerrona? El tiempo nos dirá.

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