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Cumplidos los objetivos de producción

Cuando toca escribir sobre cifras macroeconómicas tengo la extraña sensación de ser cronista de los objetivos de producción de la industria metalúrgica soviética. Las cifras cumplen con lo estipulado y son positivas, incluso a veces más de lo que cabría esperar. Pero la realidad que deberían describir estas cifras es tan alegre como un polígono industrial soviético un lunes por la mañana, mes de febrero.

El dato de paro de esta semana. Bastante bueno. Con todos los condicionantes posibles. Bueno a pesar de que el triunfalismo del Gobierno (que es como decir el triunfalismo de todos los medios, académicos y grandes empresas) genere un “efecto Pedro y el lobo”: se ha hablado tanto de la recuperación en su ausencia que, cuando la economía da signos de mejora, no parece real.

En realidad, “las cosas” (me encantan estas elipsis) mejoran, pero están tan rematadamente mal que la mejora es poco apreciable. Y, sobre todo, el precio pagado ha sido excesivo. Y no me refiero solo a los recortes, a las bajadas salariales o a la ausencia de expectativas, sino a las personas que van quedando atrás. A los olvidados. Y son muchos.

Ahí va el gráfico. Una línea representa el número de parados registrados en el Inem y otra el número de parados que han agotado su prestación (cifra que, a su vez, sale de la tasa de cobertura que proporciona el ministerio de empleo).

La única bajada de los parados sin cobertura en 2009, corresponde al Plan Prepara, cuando se puso en marcha la prestación de 400 euros para parados con la prestación agotada.

El paro empieza a reducirse desde 2013, y en dos años hay medio millón de parados menos. Pero en ese mismo plazo el número de parados que ha agotado la prestación (habiendo generado derecho a ello) aumenta en más de 100.000.

Con datos de la EPA, aunque entre diciembre de 2013 y diciembre de 2014 los parados bajaron en medio millón, los que llevan más de dos años buscando trabajo solo se redujeron en 30.000. Aunque ambas cifras no son comparables, las dos indican uno de los posos más preocupantes de la crisis: el paro estructural.

En la época de la burbuja, cuando España era capaz de absorber 600.000 o 700.000 inmigrantes al año, había unos dos millones de personas paradas, según la EPA. Y el paro estructural aumenta con la crisis, especialmente cuando un sector intensivo en trabajo poco cualificado, la construcción, protagoniza tanto la burbuja como el crac. Este paro estructural, el que venía de antes de la crisis y el generado por el estallido del ladrillo, obliga a poner en contexto los datos coyunturales, por positivos que sean.

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