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Tribuna
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Desequilibrios globales y griegos

Los desequilibrios entre el ahorro y la inversión son un problema global y por corregir. Con el estallido de la Gran Recesión, la mayoría de países desarrollados se vieron obligados a establecer una política de tipos cero y a expandir la oferta monetaria hasta niveles inimaginables, tanto que a día de hoy este exceso de liquidez mundial constituye una verdadera amenaza. El flujo de dinero hacía economías emergentes habría crecido desde los 200.000 millones de dólares a principios de 2002 hasta un total superior al billón en la actualidad.

Sin embargo, esta corriente de capital no es solo fruto de la política monetaria entre las economías desarrolladas, sino también y principalmente, del elevado exceso de ahorro de países como China, Alemania y otras economías exportadoras de petróleo. Alemania y China presentan conjuntamente un superávit exterior de 422.000 millones de dólares que viene a financiar exclusivamente el déficit de EE UU, mientras que el superávit corriente de Arabia Saudí, estimado en 120.000 millones, es exactamente del mismo importe que el déficit de Reino Unido. Las dos economías que lideran el crecimiento mundial son actualmente las más endeudadas con el exterior. Por identidad contable, el ahorro mundial debe ser igual a la inversión, si China y Alemania continúan elevando su ahorro y capacidad de financiación, como están realizando, otros países con menos blindajes al exterior se verán obligados a incurrir en elevados déficits, con el consiguiente riesgo de sufrir una crisis fiscal y de deuda.

La crisis actual de la que adolece Europa no es más que una réplica de estas discrepancias entre el ahorro y la inversión, con un matiz, que la libre circulación del capital en la UEM es total y el tipo de cambio es fijo, lo que acelera los movimientos y los desajustes. La contención de salarios y las reformas laborales de principios de siglo en Alemania provocaron un cambio en el signo de la balanza corriente del país. Desde entonces, la economía germana ha crecido gracias a sus exportaciones y al estancamiento de sus salarios, no verdaderamente por un aumento de su productividad laboral. Este exceso de ahorro pronto encontró hueco en los países del sur de Europa y es en parte responsable de sus principales problemas. El número de inversiones productivas de un país es limitado, pero con financiación barata, los proyectos ineficientes también tienen cabida y suelen traducirse en un sector público sobredimensionado, subidas salariales por encima de la productividad y burbujas inmobiliarias.

El problema ideológico radica en que las medidas impuestas a España, Portugal y Grecia han conseguido reducir su endeudamiento y desequilibrios de financiación, pero Alemania mantiene un acusado nivel de ahorro que no se ha corregido y que puede provocar nuevas tensiones en otras economías. La crisis fiscal europea no se ha corregido, simplemente se ha exportado a otros países. El superávit exterior de Alemania ha aumentado en los últimos años hasta 7.300 millones de euros, mientras que el superávit de los mal denominados PIIGS habría pasado de un déficit próximo a 6.000 millones en el año 2008 a un saldo positivo de 1.500 millones. Si sumamos, Europa exporta al resto de mundo ahorro mientras que nuestra inversión se ha desplomado cerca de un 20% durante la crisis. El problema segundo de estos desequilibrios en Europa es el nacionalismo asociado, el cual acrecienta las tensiones y puede desencadenar una ruptura definitiva del sueño europeo. No es un problema de virtud económica en Alemania e irresponsabilidad de Grecia o España, sino una cuestión de exceso de ahorro e inversión entre sectores productivos distintos, de manera que la negociación sobre el futuro de los países con elevados endeudamientos no debería ser solo unidireccional, sino que también deberían establecerse límites a Alemania y otros países con superávits excesivos.

El vertiginoso aumento del endeudamiento del precio de los activos financieros podría ser definido con veracidad como burbuja mundial, con un destacado factor desestabilizante, los importantes superávits acumulados por determinados países que obligan a otros a adoptar una posición contraria de endeudamiento, una verdadera bomba de relojería. El aumento de la liquidez mundial no ha hecho sino elevar el volumen de flujos de dinero especulativo con independencia de las virtudes económicas de un país. Bajo esta hipótesis, cualquier país es susceptible de seguir los pasos de Grecia, incluso los austeros alemanes.

Diego Triviño es Jefe del Departamento de Análisis de Intermoney

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