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¿Troikeas o no troikeas?

Quizá el gran mérito de Yanis Varoufakis, dejando aparte el insólito hecho de que un ministro de Finanzas sea una estrella mediática, haya sido dejar al descubierto el carácter político de la troika, los rescates, los objetivos y demás. Todos los ministros de Finanzas que han pasado por el purgatorio de Bruselas querían, obviamente, condiciones más suaves para sus países. Unos son más hábiles que otros, algunos han tenido mejor feeling con los interlocutores, y quien más quien menos ha tratado de escamotear cifras a Bruselas.

Ni siquiera la agresividad en la negociación es un invento griego. En aquel volcánico 2012 los rumores sobre un “partido de la peseta” dentro, o en el entorno, del Gobierno provocaron, además, de crónicas políticas un tanto alambicadas (no había forma de confirmar su existencia), la publicación de este artículo en El País. Hoy, por el contrario, lo que toca es que España se vista con el uniforme de estricta institutriz. Son cosas de la política, y todos lo entendemos. Pero no es economía.

Dos grandes novedades en Varoufakis. Primero, negar la forma (troika y mecanismo de rescate). Segundo, negada la forma, plantear cosas razonables o, cuando menos, no descabelladas: ligar la deuda al PIB y rebajar los objetivos de déficit primario.

En cuanto a la forma, Grecia acepta, más o menos, la supervisión de quien presta el dinero. Pero no está de acuerdo con el mecanismo de la troika: una delegación de grises funcionarios (los famosos “hombres de negro”) que supervisan el cumplimiento estricto de las decisiones firmadas en el MoU, convertidas en tablas de Moisés. Y en función del veredicto de estos hombres de negro, se desembolsaba o no el siguiente tramo de ayuda. Sin el cual, por cierto, Atenas apenas podía pagar las nóminas.

Era este sistema el que pendía sobre España en aquel verano de 2012, y de ahí que Guindos y Rajoy, conscientes del desembarco de la troika en Portugal, resistiesen acertadamente la presión. Y fue, de hecho, con este telón de fondo cuando se empezó a oír hablar del partido de la peseta. El rescate bancario circunscribió la ayuda y la supervisión europea a la banca.

En cualquier caso, el debate no está hoy en el déficit primario, ni en la reestructuración de la deuda, ni en las reformas pendientes de negociar. Es una negociación de contenido político, en la que Tsipras quiere salvar la cara, Alemania quiere mantener su discurso (y también sus equilibrios políticos internos) para evitar una ronda de renegociaciones, las instituciones europeas quieren pintar algo y Mariano solo tiene ojos para Podemos.

Fue en aquel 2012 cuando la parte económica de la eurocrisis terminó; España se vio forzada a sanear su sistema financiero rescate mediante, Bruselas flexibilizó el objetivo de déficit (sin decirlo públicamente), Berlusconi ya había sido eliminado y, sobre todo, el BCE se convirtió en garante de la zona euro. De ahí en adelante, todo ha sido política. Y estas semanas, más que nunca. Si Europa se rompe, no será por la economía.

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