En manos de quién está la insostenible deuda griega
Syriza tuvo que dejar claro en su campaña electoral que no es su propósito la salida de Grecia del euro. Alejaba así un fantasma agitado por sus rivales políticos pero que sí llegó a ser una posibilidad cierta en 2011, en los momentos más crudos de la devastadora crisis por la que ha atravesado el país y que entonces desembocó en una quita a su deuda y en la concesión de un segundo rescate. Y fue en la concesión de aquella segunda ayuda cuando más se fraguó el vínculo por el que no solo sería Grecia quien encajara el golpe de abandonar el euro –y de encontrarse con un dracma de mucho menos valor con el que hacer frente a sus deudas y a su financiación– sino también sus propios socios de la zona euro, en realidad sus grandes acreedores.
Tras la victoria electoral de Syriza, Atenas y Bruselas –incluida Berlín– están condenadas a entenderse. Ya antes de las elecciones se hizo evidente el grave problema de la sostenibilidad de la deuda griega, equivalente a más del 170% del PIB, y de la incapacidad del país de financiarse en el mercado en solitario. Las negociaciones para la reestructuración de la deuda griega serán por tanto el escenario inevitable con el que impedir una suspensión de pagos que el nuevo Gobierno griego no desea y sus acreedores tampoco.
Un total de 217.400 millones de euros de deuda soberana griega, el 69%, está en manos del FMI_y de los países de la zona euro, ya sea por los préstamos bilaterales que cada uno concedió a Grecia en el primer rescate o a través del riesgo asumido dentro del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF por sus siglas en inglés), el vehículo con el que se articuló el segundo rescate.
En el primer rescate, concedido en mayo de 2010, el FMI aportó 20.100 millones de euros y los estados miembros de la zona euro, 52.900 millones de euros. Un total de 73.000 millones de los que la mayor parte correspondió a Alemania, con 15.165 millones de euros, seguida de Francia, con 11.388 millones. España contribuyó entonces con 6.650 millones.
En el segundo rescate, de noviembre de 2011, el FMI asumió una contribución de 28.000 millones de euros –de los que 8.200 millones se concederían a partir de 2014 y que el organismo dejó en suspenso a la espera de un acuerdo entre la troika y Atenas– y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, de 141.800 millones de euros, lo que supuso una nueva concesión de financiación por parte de los socios europeos. Este mecanismo, creado en octubre de 2011 como cortafuegos ante la crisis y con el que financiar los rescates de países socios en apuros, se diseñó con un reparto del capital en la misma proporción del pactado en la creación del Banco Central Europeo. Así, a España le corresponde el 12,75% de esa segunda ayuda a Grecia, mientras que el primer gran acreedor vuelve a ser Alemania, que asume el 29,07% de la financiación del EFSF, seguida de Francia, con el 21,83%.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, cifró recientemente en 26.000 millones de euros la cuantía que España se juega con la deuda griega, motivo para no desear su salida del euro ni la aplicación de una quita.
La deuda soberana griega ya sufrió una fuerte quita para los bonos en manos de inversores privados como parte de la negociación del segundo rescate del país. Asumieron una pérdida del 53% que permitió rebajar el montante de la deuda pública en 100.000 millones de euros, en una negociación tras la que los estados de la zona euro, el FMI y el BCE quedaron como los grandes acreedores del país. De hecho, la banca europea –en especial la alemana y la francesa, la más expuesta a los bonos griegos– ya había ido vendiendo con contundencia su deuda helena en el mercado, lo que sin duda contribuyó a disparar la prima de riesgo del país. Y cuando se acordó la ejecución de la quita, su riesgo quedó finalmente reducido al mínimo. Apenas el 12% del total de la deuda soberana griega está ahora en manos privadas, lo que en buena parte explica que la incertidumbre sobre la solvencia del país haya tenido un efecto limitado en mercado. Y buena parte de estos acreedores privados corresponden a fondos que en su momento no aceptaron la quita y no acudieron al canje.
El BCE es el tercer mayor acreedor de Grecia con el 9% de su deuda soberana y, como tal, promete jugar un papel determinante, más aún después de que Mario Draghi haya anunciado su plan de compra masiva de deuda soberana. La institución tiene en balance bonos griegos por 27.200 millones de euros, un riesgo que, como sucede en el EFSF, sí se comparte de forma solidaria entre los países del euro y que también entrará en juego en el nuevo esquema que se negocie para la deuda helena. No en vano, el reparto de los riesgos ha sido el gran escollo para el diseño de la expansión cuantitativa de la que, acuerdo político mediante, los bonos griegos también podrán beneficiarse a partir de julio, cuando el BCE tenga vía libre para volver a endeudarse con Atenas.