¿Cómo se puede aumentar la productividad?
Crear el talento y atraerlo son estrategias igualmente válidas La orientación tecnológica debería ser prioritaria en cualquier país
Los principales líderes empresariales y políticos del planeta se han citado esta semana en Davos, un pequeño pueblo suizo rodeado de pistas de esquí y al que solo se puede acceder por una estrecha carretera. Ese es el escenario en el que los estadistas exhiben una vez al año los logros de sus Gobiernos, los empresarios los critican (de forma más o menos constructiva) y los economistas de prestigio revisten el encuentro de un halo intelectual.
Esa es solo la parte pública del Foro Económico Mundial. Porque sucede mucho más que eso. El programa oficial incluye varias conferencias, entre las que se celebran numerosas reuniones extraoficiales. Y, aprovechando la alta concurrencia de personalidades, se presentan informes y documentos varios.
Uno de ellos ha sido la segunda edición del Índice de Competitividad del Talento Global (ICTG), elaborado por Adecco en colaboración con la escuela de negocios Insead y el Human Capital Leadership Institute. Este ranking sitúa a España en el puesto número 30 de los 93 países analizados, por debajo de la República Checa, Eslovenia, Lituania, Chile o Catar. Y eso que hemos avanzado cinco casillas en la clasificación respecto al año pasado. El propio estudio se encarga de destacar los puntos en los que debe esforzarse más cada país. “Queremos que este ranking sirva como una herramienta de trabajo para que los líderes sepan qué tienen que cambiar”, dijo durante la presentación Bruno Lanvin, profesor del Insead y codirector del estudio.
El índice pondera hasta 63 elementos empresariales, macroeconómicos, políticos y sociales. En la productividad influye desde si el marco regulatorio de los países facilita el emprendimiento hasta si la inseguridad puede repeler la llegada de especialistas.
Los parámetros estudiados se clasifican en seis grandes grupos. De un lado están los elementos facilitadores (marco regulatorio, empresarial y de negocios); el atractivo del país, medido por su grado de apertura; los que posibilitan el crecimiento (educación, acceso a oportunidades de emprendimiento, etcétera) y la capacidad de retención del talento. También se examina el nivel de competencias de la población y su conocimiento.
Sistema sanitario impecable, marco laboral muy deficiente
El documento señala los puntos fuertes y débiles de cada país en la generación, atracción y retención de talento. España, por ejemplo, destaca por la alta calidad de su sistema sanitario, parámetro en el que ocupa la primera posición del ranking; por el buen nivel de sus escuelas de negocios y por su alta calidad de vida.
Ocupa las últimas plazas, sin embargo, en la relación entre el salario de los trabajadores y su productividad (puesto 87 de 93), en la dificultad para contratar (85), en la alta fiscalidad del marco laboral (71) y en la falta de cooperación entre empleados y empleadores (72). Los estudios tampoco son nuestro fuerte: España ocupa la posición 71 en el número de trabajadores con educación secundaria.
La calificación de España en el índice ICTG es de 51,25, seis puntos por debajo de la media (57,13), lo que le sitúa en la posición 30 a nivel global. Si solo tenemos en cuenta a los países europeos, España quedaría en el grupo de cola: ocuparía la plaza 19 de 30. Bate, eso sí, a Italia, Portugal y Grecia, los países con los que se le suele comparar en términos económicos.
El estudio describe algunos elementos que ayudarán a aumentar la productividad en cualquier país del mundo. Estas son para Adecco, Insead y el Human Capital Leadership Institute las claves para mejorar la productividad.
Apertura
La apertura, no solo de mente sino especialmente en términos de comercio, inversiones y movilidad, es considerado un ingrediente clave para la competitividad del talento. Los tres primeros clasificados en el índice ICTG (Suiza, Singapur y Luxemburgo) son países que, debido a la falta de recursos naturales propios, “jugaron a la globalización y se centraron en su habilidad para enriquecer los recursos humanos”, reza el informe.
Se insiste especialmente en la necesidad de desregularizar el mercado laboral, una idea afín a los intereses de la compañía de recursos humanos que ha patrocinado la investigación. “Liberalizar la normativa laboral, eliminar las leyes y barreras anticuadas o innecesarias y reducir los impuestos que gravan el trabajo son aspectos clave para mejorar la productividad”, lee el texto.
Inversión
Los países deben invertir de forma astuta en mejorar la competitividad de su talento. El estudio demuestra que la demanda de profesionales altamente cualificados crece de forma exponencial cuanto más alto es el PIB del país. Finlandia, señala el escrito, ha pasado en 40 años de ser un proveedor comercial de la URSS a liderar los informes PISA, que miden la excelencia de los sistemas educativos. Chile y Malasia también han demostrado que el cambio es posible.
Origen
El talento se puede desarrollar de forma interna o externa, dependiendo de las características de cada país. Algunos Estados, principalmente las economías emergentes, optan por traerlo de fuera o enviar a sus élites a formarse al extranjero. China es un buen ejemplo de ello, pero también sucede en Europa con países como Noruega. En el otro extremo encontraríamos a países como Estados Unidos, Reino Unido y Francia, que compiten por atraer estudiantes extranjeros.
Empleabilidad
El desarrollo de talento no debería ser un fin en sí mismo. Es necesario insertarlo dentro de una más amplia estrategia de empleabilidad. “El índice ha detectado numerosos países en los que se ha desarrollado mucho talento, a un coste altísimo, que luego no se ha correspondido con las necesidades laborales de la economía nacional”, señalan las conclusiones. España está entre ellos. “Esos desequilibrios contribuyen a aumentar la tasa de paro y salen caros en términos de competitividad”.
Equilibrio
El desarrollo del talento en pleno siglo XXI debe ir más allá de la educación formal. “Aunque es necesario repensar los pilares de la formación primaria y secundaria (...), la educación debería centrarse más en la formación continuada y en facilitar la adquisición de experiencia laboral desde edades tempranas”, concluye.
Tecnología
Los cambios tecnológicos afectarán a los nuevos segmentos del mercado laboral, implicando cambios en los perfiles más demandados y en las competencias que aumenten la empleabilidad. “La irrupción de servicios low cost de tecnología de la información y la necesidad de procesar el big data han empezado ya a impactar sobre 250 millones de trabajadores en todo el mundo. Y va a ir a más”, sentencia el estudio. Los empleados no tienen más remedio que adaptarse a la tecnología si quieren seguir trabajando, y dada la velocidad de la introducción de la tecnología en casi todas las esferas de la vida, “los empleadores tendrán la responsabilidad de adaptar sus recursos humanos a estos desafíos”.
Este último es, según el estudio, uno de los elementos más decisivos para incrementar la productividad de un país. En 1848 Horacio Mann hablaba de la necesidad de extender la educación para que los países pudieran crecer. “Hoy constatamos que es internet y la diseminación de habilidades de networking en el terreno tecnológico lo que puede marcar la diferencia”, concluye.
Lagunas formativas como estas posibilitan que, según señala Adecco, en el mundo hay 8,4 millones de puestos de trabajo sin cubrir por falta de talento.