_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El tamaño sí importa para competir

La fotografía de las empresas españolas en comparación con su competencia internacional es como la historia del niño del anuncio del zumo de frutas y su corpulento primo. La cuestión es saber cuántas de nuestras empresas alcanzarán un tamaño notable para ser algún día el fornido y famoso ‘primo’, mientras tratan de crecer y sacar músculo. De momento, salvo contadas excepciones de empresas españolas, posiblemente una veintena entre más de 3,2 millones, con peso global en su reconocimiento y top 5 internacional en sus respectivos sectores, el tamaño promedio es insuficiente frente a la competencia extranjera.

Es cierto que las economías de los países de la OMC están en su mayoría dominadas por pequeñas empresas (menos de 50 empleados). España no es diferente. Sin embargo, solo una de cada mil empresas nuestras cuenta con más de 250 empleados: son literalmente excepciones. Mientras, en la UE-27, el promedio es del doble. Y en Alemania, la presencia en el tejido empresarial de sociedades con más de 200 empleados es relativamente alto. Lo mismo ocurre con el promedio de ventas. La media de facturación de las pymes españolas es de dos millones de euros mientras que las alemanas y francesas facturan 30 millones. La dimensión media de nuestras empresas se sitúa por debajo de la media y es de las más bajas de Europa.

La importancia estratégica del tamaño es capital. La pyme española genera el 63% del empleo - frente al 67% de la UE-27 – y, a este respecto, va perdiendo fuelle de forma acelerada (más de 10 puntos en cinco años). En los últimos años, se ha producido una constante: aumenta la proporción del empleo generado por las grandes empresas españolas (hasta el 37%), que se refleja en una diferencia hoy de más de 4 puntos con respecto al porcentaje que suponen en la UE-27 este tramo de empresas (32,6%). Por consiguiente, aunque la masa de empresas en nuestro país es pyme (99,9%), la grande aumenta progresivamente su capacidad productiva y su tamaño comparado.

Es evidente que una dimensión reducida limita la competitividad y dificulta el propio crecimiento, y esto implica una de nuestras máximas barreras económicas como país, con la consecuencia directa en el empleo. Pero, ¿en qué factores el tamaño reducido condiciona el desarrollo? De cara a incrementar eficiencia y probabilidad de éxito en el mercado, se constata que una dimensión fuerte de la empresa favorece el acceso a tres factores básicos: innovación, internacionalización y financiación. Consultando el mapa de posicionamiento de las empresas españoles en el mercado de la UE-27 según la CE, nos encontramos en posiciones poco favorables en administración competente, en innovación, en internacionalización y en emprendimiento. El discurso imperante es que la solución de España pasa por tener más pymes. Pero la tendencia de nuestra economía va por el camino contrario: se destruyen pequeñas y medianas empresas.

En el ‘Retrato de las Pyme 2013’ del Minetur, con los últimos datos oficiales, las pymes han disminuido en el ultimo ejercicio contabilizado un 1,6%. Sin pequeñas hoy, no habrá grandes empresas mañana. De acuerdo, no decaigamos en la tarea de mejorar nuestras tasas de emprendimiento. Pero eso no implica desconocer que la visión global que la economía nos ofrece exige concentrar nuestro foco en facilitar el crecimiento del tejido instalado para favorecer el empleo, el cambio del modelo productivo hacia la innovación y la industrialización tecnológica y, como resultado, la salida exterior para competir en el gran ajedrez del mercado internacional y retroalimentar así nuevamente el sistema de competitividad y eficiencia de la empresa. El nivel de competitividad condiciona el de productividad y, en el caso español, la productividad de la gran empresa casi duplica la de la pyme.

Poner el foco en el tamaño implica, como ha afirmado la CEC, reducir la regulación y mejorar el sistema impositivo para no penalizar fiscalmente el mismo. La empresa requiere planificación largoplacista, apuesta por sectores de alta cualificación e incentivos del marco jurídico. Un mercado fragmentado, la superabundancia legislativa y una densa carga administrativa no ayudao. Todos los pequeños se quieren parecer al fuerte primo famoso. Por que el beneficio de un mayor tamaño supone disponer de más facilidades para innovar, una mayor probabilidad de exportar y realizar operaciones de inversiones directas en el exterior, y de menores restricciones de financiación y acceso al crédito.

Carlos Moro González es presidente de Grupo Matarromera.

Economía y empresas

El análisis de la actualidad económica y las noticias financieras más relevantes
Recíbela

Archivado En

_
_