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Columna
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Alstom pone a prueba a Francia

El fabricante francés de turbinas y trenes, Alstom, rescatado por el dinero de los contribuyentes hace 10 años, ha sido duramente golpeado por la crisis económica y la competencia asiática. Su futuro como empresa independiente está en duda. Necesita dinero en efectivo que sus accionistas –incluyendo a Bouygues, con una participación del 29%– son reacios a desembolsar. Estar dentro de un grupo mucho más grande como General Electric sería de ayuda en los malos tiempos, a la vez que algunos de sus activos encajarían muy bien en el grupo estadounidense.

Los rumores de que las compañías estarían conversando sobre una adquisición hicieron que las acciones de Alstom subieran ayer un 14% –a pesar de, o quizás debido a, que el grupo francés no lo negó afirmando que no había sido “informado de cualquier posible oferta pública de adquisición” por la empresa–.

Pero en el mundo real, cualquier venta del fabricante del tren de alta velocidad francés al grupo estadounidense se enfrentaría a grandes obstáculos políticos. La operación pondría a prueba la nueva reforma del gobierno galo justo cuando sus políticas de impulso a los negocios están demostrando ser difíciles de vender –tanto a la opinión pública y como al inquieto Partido Socialista que se encuentra en el poder–.

París siempre podría intentar presentar el acuerdo como un voto de confianza hacia la economía francesa y su clima de negocios. Pero lo más probable es que el debate público se centre en el empleo –Alstom cuenta con unos 18.000 trabajadores en Francia– y la tecnología. El apego fetichista de los socialistas franceses a la industria es muy fuerte, y el ala izquierda del partido de François Hollande ya se ha puesto nerviosa por el recorte de 50 millones de euros de gasto público previsto para los próximos tres años.

Habrá que hacer algo por Alstom que no puede seguir así. Tendrá que ir más allá de su actual plan de vender –o sacar a bolsa– parte de su división de transporte. Y no importa lo bueno para las empresas que quiera parecer el gobierno francés, no es realista esperar mantenerse al margen de cualquier acuerdo que implique al futuro de la empresa.

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