Cinco parajes del verano panameño
En el confín de Centroamérica, Panamá celebra su último mes y medio de verano antes de recibir una intensa temporada de lluvia.
La mejor época para viajar es entre enero y mayo, cuando el país se pierde en un nirvana de viajes con temperaturas secas de hasta 33 grados y precios relativamente bajos por tener poca demanda.
Es una oportunidad para adelantarse al verano europeo en América con un chapuzón a sol pleno en las interminables costas del Pacífico y el Caribe, avistar ambos océanos desde la cima de un volcán de 3.475 metros y conocer la capital del Canal.
Surfear y bucear entre los corales
En el Caribe, en Bocas del Toro hay un archipiélago de aguas azules que tiene casas y hoteles sobre el mar. Es momento de bucear, ver los arrecifes de coral y a los delfines.
A una hora de la capital está Colón, que tiene dos conjuntos coloniales declarados Patrimonio de la Humanidad en medio de las playas, y al este, la comarca Guna Yala exhibe sus 365 islas.
En el Pacífico cercano a la capital hay una costa kilométrica que cruza humedales y pueblos de pescadores entres provincias y termina en la península de Azuero, en el centro del país, un campo nacional de surf. Más allá está Coiba, una isla con forma de tiburón donde se pueden avistar ballenas y en la que las tortugas desovan.
En la cima del volcán dormido
Panamá es el final de una cordillera centroamericana y tiene pocos puntos altos. El de mayor prominencia es el dormido volcán Barú, en el extremo oeste del país, en el que se practica el senderismo. En su cima, la temperatura puede caer en las noches por debajo de los cero grados y en días despejados el Pacífico y el Caribe son visibles.
En Coclé, a 100 kilómetros al oeste de la capital, el valle de Antón está rodeado de montañas de hasta 1.000 metros, también aptas para el senderismo. En el pueblo hay pozos termales y una población de ranas doradas únicas.
La tumba de El Dorado de Panamá
La pequeña necrópolis de El Caño, en Coclé, es ahora el mayor polo de atracción arqueológico del país. Aún está siendo investigada por científicos, que creen tener entre manos el mayor descubrimiento del último siglo en América: una civilización precolombina enterrada con todo su oro. En el Museo Reina Torres de la capital se exhiben piezas ya recolectadas en El Caño.
Los miradores del Canal
La obra insignia del siglo XX corta el país en dos y puede contemplarse desde tres miradores (uno en el Caribe, otro en el Pacífico y otro más en un tramo de la ampliación). En sus alrededores está Gamboa, un pueblo con un teleférico que pasa sobre las zonas boscosas canaleras, y Ciudad del Saber, un polo cultural en el que cada mes se toca tambor en luna llena.
El casco antiguo y la ciudad
El casco viejo está a orillas del mar, cerca de la entrada del Canal. Ahí está el Palacio de las Garzas (sede de la presidencia de la República) y el Teatro Nacional. Hay teatros domésticos y abundan los bares hippies.
El barrio ha perdido su frente de mar con la inauguración de un controvertido viaducto que se extiende por la costa de la ciudad, hasta llegar a Paitilla, una península de rascacielos. Y desde ahí se perfila la ciudad de un millón de ricos y pobres, de uno de los siete templos bahaí del mundo y del centro bancario más diverso de Centroamérica.