Davos y el riesgo de las economías emergentes
Como si de un ritual se tratara, las élites del mundo político, financiero y empresarial han vuelto a citarse en Davos. Más de cuarenta Jefes de Estado y los máximos dirigentes (CEO) de algunas de las empresas más importantes del mundo han debatido los riesgos de la economía mundial y las políticas más adecuadas para hacerles frente.
Este año el enfoque se centraba en la recuperación económica mundial. La cumbre se iniciaba con gran optimismo, tras alejar el fantasma de la desintegración del euro o la recuperación de las economías de EEUU o Japón, gracias en gran medida a unas políticas de estímulo por parte de los Bancos Centrales sin precedentes. No obstante, algunos de los asistentes a Davos alertaron de que la recuperación es frágil y de que quedan asignaturas pendientes, entre ellas importantes problemas que los países desarrollados debemos afrontar.
El primero el elevado desempleo; es cierto que Estados Unidos, Japón y en menor medida Europa han recuperado la senda del crecimiento, pero la destrucción de empleo que se produjo en los años de la crisis no ha revertido y las expectativas otorgan a la creación de empleo tasas muy bajas. El empleo que se crea es más precario y es una de las causas de la desaparición, en gran medida, de la clase media tal y como en los últimos 80 años la hemos conocido en el mundo desarrollado. La existencia de una clase media importante, con capacidad de compra y consumo, es una de las causas del éxito económico posterior a la segunda guerra mundial, un futuro con un nivel mucho más alto de desigualdad con una gran parte de trabajadores en empleo a tiempo parcial y salarios que tienden a la baja hacen difícil prever en qué se basará el crecimiento económico, conforme desaparezcan los estímulos que la política monetaria extraordinariamente expansiva de EEUU o Japón han propiciado en el pasado reciente.
Resulta paradójico que, en un mundo con alto nivel de desempleo, el segundo riesgo sea la necesidad de reformar el sistema educativo. Los máximos ejecutivos de muchas compañías han alertado de la dificultad que encuentran para atraer talento, porque no lo encuentran, ni siquiera entre las élites formadas en las mejores universidades, pero una vez estos recién licenciados llegan a las empresas no tienen las habilidades ni competencias que, hoy en día, son necesarias.
Este mensaje de Davos debería calar entre nuestras autoridades educativas, tanto a nivel nacional como de Comunidades Autónomas, porque el debate en España no está yendo en la dirección adecuada. El elevado desempleo puede relacionarse con el tercer gran reto de los países desarrollados, la reducción de las desigualdades. Esta crisis, como ya ha ocurrido en ocasiones anteriores, ha supuesto un importante aumento del nivel de desigualdad, con niveles de pobreza en los países desarrollados que nos parecían inimaginables. Combatir esta desigualdad es no sólo una obligación ética y moral sino también económica porque la creciente desigualdad pone en riesgo el crecimiento económico futuro.
No obstante, el Foro de Davos de 2014 pasará a la historia por la advertencia que los mercados financieros lanzaron el pasado día 21 de enero en plena conferencia. En un día, el peso argentino se devaluó en un 14%, la moneda de Turquía alcanzó mínimos históricos y en el mercado español, donde las empresas tienen una importante exposición a Latinoamérica, cayó más de un 3,5%. Esta evolución era previsible, y en este año podemos esperar una gran volatilidad en los mercados emergentes. Las políticas monetarias de compra masiva de deuda pública redujeron la rentabilidad de los mercados financieros desarrollados, por lo que un importantísimo flujo de capitales, como ya ha ocurrido en el pasado, se dirigió a los emergentes, este nuevo maná, este dinero fácil lleva consigo apreciación de sus monedas y déficits de la balanza corriente que no son sostenibles.
En economía, los desequilibrios son norma habitual, pero no pueden ser permanentes. Europa y los países desarrollados deben crecer más y con menos desigualdad, y los emergentes deben corregir los desequilibrios de los últimos ejercicios. La cooperación y la coordinación de políticas es más importante que nunca, porque es la base de una recuperación duradera.
Pedro Aznar es profesor del departamento de Economía de ESADE.
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