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Columna
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Los perdedores de la recuperación

El estímulo fiscal y monetario masivo que está ayudando a revivir el crecimiento del PIB en las economías desarrolladas favorece a los privilegiados directamente, y llega muy lentamente a las clases medias, los pobres y los desempleados. Esa tensión se agravará.

La tendencia al aumento de la desigualdad de ingresos se inició mucho antes de la crisis financiera de 2008. Las distribuciones de la renta en 17 estados miembros de la OCDE fueron más desiguales entre mediados de los ochenta y 2008, mientras que no hubo cambios significativos en tres. La desigualdad se redujo solo en Turquía y Grecia.

Lo que ocurrió tras la crisis aún no está claro. Pero en Estados Unidos los muy ricos lo han hecho muy bien. La proporción de ingresos recibida por el 1% de los asalariados se redujo con los mercados en 2008, de acuerdo con Emmanuel Saez de la Universidad de California en Berkeley, pero se ha recuperado. La tendencia al alza se ha reanudado. Los ingresos ajustados por inflación del 99% aumentaron solo un 0,4% entre 2009 y 2012.

Los tipos posteriores a la crisis ayudaron a algunas entidades pero penalizaron a los ahorradores

Los bajos tipos de interés posteriores a lacrisis ayudaron a algunas entidades pobres, pero penalizaron a los pequeños ahorradores frugales. En el Reino Unido, muchos de los trabajadores que se jubilaron durante la crisis se vieron obligados a asumir tasas de anualidad abismales. Además, el desempleo ha aumentado y las prestaciones sociales en general han caído.

Sin embargo, la impresión de dinero ha producido beneficios para los activos financieros e inmobiliarios, sobre todo para la gente lo suficientemente rica para asumir los riesgos del apalancamiento. Los sueldos de los ejecutivos han seguido aumentando.

La recuperación está en camino, y está previsto que algunas de las políticas excepcionales sean desentrañadas en 2014. Pero los menos pudientes se enfrentan a más tiempo sin trabajo, más años en la fuerza laboral, menos ingresos reales y unas pensiones más bajas de lo que hubieran esperado antes de la crisis. Una recuperación que no se siente como tal dará lugar a una creciente sensación de agravio.

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