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Columna
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Ocaso dorado

La crisis del oro no ha terminado. Las expectativas de que la Reserva Federal de Estados Unidos va a reducir sus programas de estímulo han impulsado el precio del metal precioso a poco menos de 1.250 dólares (unos 928 euros) por onza –un 35% por debajo de su pico de 2011–. Cuando la Fed comience realmente a disminuir sus compras de bonos, los inversores seguirán huyendo. Eso hará depender el precio del lingote de la demanda del sector de la joyería.

La demanda del metal por los inversores cayó un 56% interanual en el tercer trimestre, según el Consejo Mundial del Oro. El coste de oportunidad de mantener los lingotes seguirá aumentando a medida que la rentabilidad de los bonos considerados como refugio seguro ascienda en respuesta al recorte de la Fed. Eso sostendrá el éxodo inversor. Pero ¿qué pasa con otras fuentes de apoyo?

La demanda para tecnología es estable, en alrededor de 400 toneladas por año. Pero los bancos centrales son aliados inciertos. Pasaron de ser vendedores importantes a compradores con una media de 500 toneladas de oro por año entre 2011 y 12. En los primeros nueve meses de 2013, la demanda de los bancos centrales se redujo en un cuarto interanual.

La demanda para joyería se ha visto debilitada por los altos precios del oro desde 2009, una media de solo 1.927 toneladas al año, un 22% menos que entre 2003 y 2008. Este año hay un ligero repunte, impulsado por China. Esto puede ser visto como un prometedor horizonte oriental. Pero por ahora, es probable que el nivel de demanda global sea el más bajo desde 2009, cuando el precio del oro subió sobrepasó por primera vez los 1.000 dólares la onza. Se podría romper ese nivel de nuevo, en la otra dirección.

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