Del ‘carry trade’ bancario al ‘crowding out’
El fin del rescate del sistema bancario español, pese a su éxito públicamente reconocido, no parece colmar las ambiciones de nadie, ni siquiera de quienes han vigilado el proceso, incluidas las condiciones impuestas a la banca durante los últimos 18 meses. El Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea y el Banco Central Europeo, conocidos cuando aparecen juntos como la troika, siguen considerando que aunque se ha cumplido de forma bastante aceptable cada una de las exigencias impuestas, la banca sigue siendo aún hoy el agente menos activo para el crecimiento de la economía, puesto que persiste en la dosificación, cuando no en la contracción, del crédito nuevo. Aunque en un ejercicio más descriptivo que coercitivo, los técnicos de la troika admiten que la falta de crédito es tan imputable al endurecimiento de los estándares en la concesión fijados por la banca, como a la poca demanda solvente de crédito nuevo, y critican el acaparamiento de títulos de deuda pública por parte de las entidades españolas.
Las autoridades comunitarias de Bruselas y Fráncfort y el FMI hacen en esta materia un doble ejercicio de criticar o alabar una cosa y su contraria, pues la banca no hace en materia de financiación de los Tesoros soberanos otra cosa que cosechar el terreno que abona el propio Banco Central Europeo con las líneas de liquidez que garantizan la financiación bancaria barata. El BCE sabe que tal circunstancia es la que evita que tenga que afrontarla desde Fráncfort por sus propios medios y que se hayan relajado las presiones sobre la deuda soberana de los países periféricos. Además, ante la escasa demanda solvente de nuevos empréstitos, o el temor a incurrir en un crecimiento delicado de los balances, la banca ha usado la deuda pública, ahora como en el pasado, como un estabilizador, en este caso excesivo, de la cuenta de resultados.
Esta práctica que el mercado ha llamado carry trade, que no es otra cosa que coger dinero barato en la ventanilla del BCE en Fráncfort y colocarlo a tipos nominales atractivos (pongamos 4%) en deuda pública en Madrid, Milán o Dublín, tiene un segundo efecto realmente delicado que tiene más sentido combatir: el crowding out, la expulsión de la financiación del sector privado al público. Tipos de interés del activo más atractivos para financiar la abultada deuda pública acaparan la escasa financiación disponible e impiden al sector privado contar con los recursos que precisa para crecer, salvo que remunere el riesgo muy por encima del umbral marcado por el mercado para el Tesoro. La recomposición del crédito es lenta, y seguramente no será plena hasta que las pruebas de resistencia se superen y la unión bancaria y la supervisión única estén en marcha, y con ellas se produzca el descenso de un nuevo y definitivo escalón en los tipos de la deuda pública.