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El impacto de las elecciones alemanas

Europa vuelve al trabajo: las tareas pendientes tras la reelección de Merkel

Este mes el Tribunal de Karlsruhe se pronuncia sobre las compras de deuda del BCE

La canciller Angel Merkel celebra la victoria electoral en la sede del partido conservador alemán (CDU).
La canciller Angel Merkel celebra la victoria electoral en la sede del partido conservador alemán (CDU).EFE

A base de urnas y togas, entre citas electorales y recursos a su Tribunal Constitucional, Alemania lleva tres años marcando el paso al resto de la Unión Europea. Siempre despacio y a veces con pausas tan prolongadas como la provocada por la cita electoral de ayer, que ha mantenido a Bruselas durante los últimos meses en un agobiante ralentí a las espera de que Angela Merkel lograra su tercer mandato.

La aplastante victoria de la canciller despeja en parte el camino para que la capital europea se ponga en marcha de nuevo. Aunque no cabe esperar que Merkel encabece una revolución en la agenda europea (no va con su estilo de plomo), al menos Bruselas podrá retomar la reparación de la zona euro.

Berlín, sin embargo, seguirá marcando los tiempos. Por lo pronto, Bruselas deberá esperar a que Merkel aclare el sesgo de su tercer mandato, una vez que interprete los mensajes de un electorado que ha apostado por la continuidad, pero que ha abierto la puerta a un partido claramente euroescéptico. Merkel, siempre tan pragmática, tomará en cuenta el dato, reforzado pro el nuevo vigor de la CSU bávara, muy crítica con las operaciones de rescate en la zona euro.

La sombra de Alemania, por tanto, seguirá siendo muy pesada sobre Bruselas. En un país federal con 16 länder, las citas electorales marcarán el traqueteo de Merkel durante los próximos meses. Y al ritmo pausado de la canciller alemana se añaden los profesores y abogados que impugnan ante el Tribunal Constitucional alemán cada medida aprobada por la Unión o el BCE para paliar el impacto de la crisis.

La próxima cita ante las togas de Karlruhe afecta al plan de compra de deuda del BCE, lo que obligará a Europa a estar de nuevo expectante a un conflicto interno de Alemania.

A pesar de esos frenos, siempre dispuestos a activarse, Bruselas anhelaba dejar atrás el 22-S para reanudar la labor pendiente. La tarea más urgente apunta hacia el sector bancario europeo, pendiente, según los analistas, de un saneamiento definitivo. En las próximas semanas, el Banco Central Europeo tiene previsto publicar los criterios que aplicará en la revisión de activos que espera a llevar a cabo en 2012.

Esos parámetros darán una primera indicación de las necesidades de capital que podrían necesitar algunas de las principales entidades financieras de la zona euro. Los trabajos de fontanería en el sector financiero influirán en el debate sobre el rescate de los países más castigados de la zona euro. La estrategia, si se cumple el calendario previsto, se pactará en la reunión del Eurogrupo (ministros de Economía de la zona euro) del próximo 15 de noviembre, a sabiendas de que en cada país se aplicará una salida distinta.

Irlanda espera salir de manera gradual del rescate durante 2014; Portugal intentará evitar un segundo rescate; y Grecia parece condenada a una segunda reestructuración tan pronto como logre un superávit primario.

España confía en poner fin a su rescate bancario en enero de 2014. Hasta esa fecha dispone de los 59.000 millones restantes del préstamo de 100.000 millones. Este otoño, la Comisión también tiene previsto dar seguimiento al llamado informe Liikanen, que pretende marcar en la UE los límites entre banca comercial y de inversión, como se ha hecho en EE UU y Reino Unido. Todo indica que Bruselas no impondrá una separación tan drástica entre los dos modelos, dada la dependencia entre la industria europea y el crédito bancario.

El 22-S también allana el camino para proseguir con la unión bancaria, en particular, con la creación del mecanismo único de resolución. Tras las pegas planteadas por Berlín, el mecanismo se construirá probablemente en dos fases. 

Y el cierre de las urnas alemanas marca además la cuenta atrás hacia las elecciones europeas de mayo de 2014. La creciente indiferencia hacia los comicios europeos (en 2009 la abstención alcanzó el 57%; 55% en España) contrasta con la expectación generada por unas elecciones como las de ayer, en las que solo podían votar 62 millones de alemanes.

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