Verdades y mitos sobre la depresión posvacacional
Las consultas para conciliar el sueño aumentan un 15% en septiembre Cambios de humor repentinos, irritabilidad, fobias... son los primeros síntomas
Hasta qué punto puede afectar no solo al rendimiento laboral, sino a la propia salud, el estrés que produce la vuelta al trabajo después de vacaciones? Cada caso es un mundo, pero los expertos coinciden en que la depresión posvacacional no es una patología seria. “Toda situación de cambio puede generar estrés, pero en este caso recomendaría calma. Es un tema pasajero: el posible shock dura una semana o dos”, apunta el doctor Manel Serrano, especialista en medicina y salud laboral, consejero delegado del Instituto Ergos.
Con todo, las consultas por trastornos de sueño suelen aumentar un 15% en el mes de septiembre en la Clínica Ruber. Se trata de un problema que afecta a mayores y pequeños, ya que ambos modifican sus horarios durante verano y pueden tener ansiedad al volver a la rutina, “sin importar que haya que volver a la oficina o conocer a nuevos compañeros de clase”, señala el doctor Luis Domínguez, jefe de la Unidad de Trastornos del Sueño de la citada clínica.
Que no esté clara la incidencia de la vuelta al trabajo (“peor sería no tener empleo”, recuerda Serrano) no le quita hierro a los trastornos derivados del entorno laboral. Los datos más aceptados por la comunidad médica dicen que uno de cada cinco personas desarrollará a lo largo de su vida algún tipo de trastorno de mayor o menor importancia vinculado al trabajo. Se calcula que el efecto económico de estos problemas psicológicos rondaron en 2002 los 10.000 millones de euros, que incluiría desde el coste de los tratamientos hasta la caída de productividad. La cifra podría haber superado los 30.000 millones de euros en Reino Unido, y en Alemania se estima que una tercera parte de las incapacidades laborales tienen que ver con trastornos mentales.
Dinámicas nocivas
Hay algunas prácticas que no ayudan a prevenir los trastornos de índole laboral. La hiperconexión (estar conectados 24 horas al trabajo mediante dispositivos electrónicos) es uno de ellos. Muchos expertos recomiendan que se debería regular la exposición de los trabajadores al trabajo.
Todos estos son indicios inequívocos, opina Serrano, de que “algo no va bien”. Este facultativo catalán se decidió a montar el primer servicio de teleasistencia psicológica para trabajadores de empresas, Emotion online, tras la ola de suicidios de France Télécom (entre 2008 y 2009 se quitaron la vida más de una treintena de exempleados de la firma gala).
Cambios de humor repentinos, irritabilidad, aumento del consumo de alcohol, fobias, ansiedad, depresiones... Estos pueden ser los primeros síntomas de que algo va mal en un trabajador. “Es imprescindible actuar con rapidez. O se tratan de forma precoz, o estos trastornos se vuelven después mucho más graves”, advierte Serrano. En su opinión, tanto las empresas como muy especialmente el sistema público de Sanidad deberían reforzarse con personal preparado para atender a estos pacientes. “Solo un 25% de los casos de trastornos laborales se están tratando de forma satisfactoria”, se queja el doctor Serrano.
La alarma de los suicidios
Más que el número anual de tratamientos o las llamadas de atención de médicos o sindicatos, la reciente cascada de muertes relacionadas con el estrés laboral ponen este problema en el disparadero. Los más de 30 presuntos suicidios de extrabajadores de France Télécom de hace cinco años dieron el primer toque de atención.
Este verano ha habido dos casos muy sonados. El director financiero de Zurich Seguros, Pierre Wauthier, apareció muerto hace dos semanas en su casa, y todo apunta a un suicidio relacionado con presiones profesionales.
También dio la vuelta al mundo la muerte de un becario alemán de Bank of America, que falleció en Londres de un ataque epiléptico tras llevar 72 horas seguidas trabajando.
En Japón existe hasta un término (karoshi) para designar la muerte por exceso de trabajo, que sobrevendría tras una respuesta prolongada de estrés, fatiga crónica y negación de lo ocurrido. Este fenómeno es bien conocido en el país nipón y, desde hace pocos años, también en China.