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Una exposición recorre la historia de la belleza

Los guapos también lloran

Los más bellos no tienen garantizado el éxito, dice una profesora de Harvard L'Oréal y el Museo de la Evolución Humana analizan los cambios estéticos

Es probable que a casi todo el mundo se le haya cruzado por la cabeza cuánto más fácil sería su vida de haber nacido con el atractivo físico de alguien como Brad Pitt o Kate Moss. Las posibilidades de encontrar trabajo, también de ser correspondidos en el amor, se multiplican para los más favorecidos por la genética. Las ventajas de ser guapos y de mejorar nuestra apariencia son tan obvias como indudable es que ello, por sí mismo, no garantiza la felicidad. Poco conocido es, en cambio, que una cara bonita o un buen cuerpo pueden ser un lastre en ciertas ocasiones.

La inclinación por lo bello es inherente al ser humano. Incluso lo precede. Eso explican en la exposición La belleza:una búsqueda sin fin, inaugurada la semana pasada en el Museo de la Evolución Humana, de Burgos, y organizada con la colaboración de la empresa de cosmética L’Oréal. Allí se puede comprobar que el Homo Ergaster, que vivió hace más de un millón de años, inventó el bifaz, una herramienta de piedra de una sorprendente simetría. Esta característica no hacía al objeto más efectivo para cortar. Simplemente lo hacía más bonito.

Los cánones de belleza han cambiado mucho a lo largo de la historia. En la mencionada muestra enseñan que durante el Renacimiento la papada se consideraba “especialmente sexy”. En cada época, hombres y mujeres han sometido a su cuerpo a tratamientos desagradables para acercarse al ideal de belleza vigente. El Romanticismo del siglo XVIII desencadenó una competición por el aspecto frágil y pálido entre las mujeres. Por toda Europa se ingirieron enormes cantidades de vinagre y limón para causar sensación con una apariencia enfermiza.

Quizás, esas damas, además de aspirar a un matrimonio conveniente, intuían las ventajas de la belleza que más tarde desvelaría la psicología social. Ya en 1979, la psicóloga estadounidense Shelly Chaiken descubrió que las personas nos dejamos persuadir más fácilmente si nuestro interlocutor es apuesto. Varios estudios han revelado una correlación entre el atractivo físico y el nivel salarial. Otras investigaciones señalan la existencia de un sesgo cuando los más atractivos son sometidos a alguna evaluación: hay una tendencia a atribuir diversas características positivas a una persona solo por su buena apariencia.

Pero lo bonito tiene también un lado oscuro. Las investigaciones de Charles Darwin en el siglo XIX ya daban una pista de ello. La belleza del pavo real ayudó al científico británico a desarrollar su teoría de la selección sexual: los machos de muchas especies ofrecen un gran despliegue de colores, formas y sonidos para conquistar a las hembras. La existencia de un animal con semejante ornamenta fue, sin embargo, un dolor de cabeza para el científico inglés, convencido de que solo pueden sobrevivir las especies que mejor se adaptan al medio. La razón es que las largas y coloridas plumas del ave, además de ser bonitas, llaman la atención de los depredadores a gran distancia.

Los científicos actuales han descubierto que para las personas guapas suele ser más difícil que los otros valoren sus logros. Un estudio publicado por el investigador Friedrich Försterling en el Journal of Personality and Social Psychology afirma que, ante el éxito de alguien apuesto, sus pares del mismo sexo lo atribuyen más a la suerte que a sus habilidades o esfuerzos. En línea con ese argumento, algunos expertos cuestionan que la belleza sea siempre un activo en el mercado laboral. Un estudio elaborado, entre otros, por la profesora de la Universidad Ludwig-Maximilians de Múnich, Maria Agthe, indica que, en una entrevista de trabajo o de admisión a una universidad, el atractivo físico se convierte en una desventaja si el evaluador es de su mismo sexo.

La profesora de Psicología de la Universidad de Harvard, Nancy Etcoff, afirma que para los guapos no todo es color de rosa en el amor. Asegura que existe un lado perjudicial del atractivo físico a la hora de buscar una pareja estable. “Las personas asumen que alguien apuesto será menos fiel y la relación tendrá más posibilidades de fracasar”. Etcoff cree que los logros laborales de los más atractivos suelen juzgarse como resultado de su apariencia y no de sus méritos. A pesar de ello, pocos renunciarían a ser guapos.

Burgos, ciudad de la belleza

La aspiración a ser atractivos físicamente es una constante en el ser humano. Dar a conocer ese fenómeno es el objetivo de la exposición La belleza: una búsqueda sin fin, organizada por el Museo de la Evolución Humana, de Burgos, con la colaboración de L’Oréal. La muestra, inaugurada la semana pasada, permanecerá abierta hasta 2014, ofrece un recorrido por los diferentes cánones de la belleza a lo largo de la historia.

“En la mayoría de los animales, el gusto por lo bello queda reducido a la atracción sexual. El ser humano, sin embargo, es consciente de su propio aspecto y su sentido de la belleza le lleva a conmoverse con una puesta del sol o una melodía”, afirma la comisaria de la exposición, Quionia Herrero.

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