Torpe entrada de Croacia en la UE
Los gobiernos de la Unión Europea están aclamando la adhesión de Croacia como un voto de confianza en el proyecto europeo. Zagreb tiene razones más concretas para presumir. Obtendrá más fondos, nuevos amigos y un sitio en la mesa de los adultos. Pero los beneficios reales --una reforma sustancial y la estabilidad política-- parecen más inciertos.
El viaje de doce años de la antigua Yugoslavia hacia la adhesión a la UE ha sometido al país a un prolongado escrutinio. Fue un incentivo para reformarse en cierto modo, aunque aún queda mucho por hacer. La corrupción y la delincuencia organizada siguen siendo endémicas. La burocracia, que ha hecho que los negocios sean poco atractivos y ha asustado a los inversores extranjeros, está descontrolada. La esperanza es que Croacia trabaje más en todos estos frentes. El riesgo es que no lo haga.
Las políticas de austeridad propuestas por Bruselas han apagado el entusiasmo público en Croacia
La política interna no es muy esperanzadora. El creciente nacionalismo ha incrementado el sentimiento anti-UE en el país, hasta el punto de que el líder de un pequeño partido euroescéptico se sentará en uno de los 12 escaños de Croacia en el Parlamento Europeo.
Cierto desencanto es natural. Las políticas de austeridad propuestas por Bruselas han apagado el entusiasmo público en un país con una economía poco competitiva y débil. Croacia se encuentra en su quinto año de recesión, y su PIB es un 10% menor que en 2008. El déficit presupuestario y la deuda pública se situarán en el 4,7% y el 58% del PIB este año, según las previsiones de la UE. La tasa de desempleo podría alcanzar el 19%.
La adhesión a la UE no va a resolver los problemas fiscales de Croacia. Puede ayudar a aumentar la inversión extranjera y a reducir el endeudamiento. El mayor beneficio para la economía serían a los 11.000 millones de euros de los fondos estructurales de los que se beneficiará –si encuentran formas creíbles de gastarlos.
Acoger a Croacia tendrá poco impacto en la estancada economía europea, pero la ampliación a los Balcanes occidentales tiene cierto atractivo político.
Europa, por otra parte, no parece preocuparse mucho por si su miembro está a la altura de las circunstancias. Mientras la disposición de Zagreb a las reformas siga siendo poco convincente, habrá pocos motivos para alegrarse.