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Management y gestión

‘Coaching’, un empujón para rendir al máximo

Thinkstock

El presidente de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra, fue noticia hace unas semanas por haber contratado con fondos públicos a un personal coach que le ayudase a mejorar su liderazgo. Dejando al margen el hecho noticioso (quién y cómo lo paga), Fabra es solo uno más de los numerosos políticos, ejecutivos y profesionales que recurren al coaching para desarrollar sus capacidades personales. Estos especialistas poco tienen que ver con un asesor o un consultor al uso. No dan su opinión acerca de cómo debe afrontar el cliente un problema concreto. Todo lo contrario: lanzan preguntas dirigidas a establecer un diálogo en el que el interesado (o coachee) rebusque en su interior y verbalice sentimientos y conceptos en los que quizá no había reparado.

Las turbulencias económicas y la inseguridad que trae consigo la crisis a todos los niveles, también al personal, han ayudado a que España sea uno de los países europeos en que los coaches gozan de mejor fama. Corren tiempos en los que se impone saber reinventarse, sacar el máximo rendimiento de uno mismo. Dicho de otra forma: conocerse mejor.

Mejorar la empatía hacia su equipo; perfeccionar las aptitudes de liderazgo; acomodar la mente y el cuerpo a las responsabilidades asociadas al nuevo puesto que se desempeña; organizar mejor la agenda. Estosson algunos de los objetivos que motivan a los directivos a acudir a un coach. Aunque no siempre lo hacen de motu propio: a menudo es la empresa la que contrata a estos especialistas.

Pese a que las sesiones de coaching suelen ser individuales, empieza a ser común también realizarlas en forma de dinámicas de grupo. Muchas compañías recurren a ello para integrar los comités de dirección resultantes de una fusión. Compenetrarse y conocerse mejor es básico para rendir al máximo.

Rosa (prefiere no dar su apellido) define lo que vivió gracias a unos seis meses de trabajo con un coach como “una sensación liberadora”. Socia de una consultoría, a sus 47 años decidió comprobar qué era eso del coaching. “Nuestro sector es a veces muy competitivo. Yo tenía verdaderos problemas en mi relación con una compañera que ostentaba mi mismo cargo”, explica. Quiso también aprovechar las sesiones para reflexionar sobre qué quería hacer realmente en la vida.

Es importante que cliente, jefe y ‘coach’ acuerden objetivos y reglas del juego

Salió satisfecha. “El coach te hace ampliar la perspectiva de las cosas. Si algo te sale mal a menudo, no es porque no sepas hacerlo, sino por no haber enfocado correctamente el problema”. Dos años después se siente una persona más completa. “Hoy me pregunto cómo pude estar tanto tiempo enredada con ese asunto. Ahora me parece una tontería. Aprendí a establecer una relación distinta con mi compañera, y resultó”, espeta.

¿Cómo funciona exactamente el coaching? No hay normas fijas, pero las sesiones suelen durar hora y media y pocas veces se conciertan menos de diez en total. Su precio puede oscilar entre los 100 y los 1.500 euros por sesión, dependiendo del grado de especialización. “No es lo mismo tratar con un profesional liberal que con un consejero delegado de una multinacional._El nivel de preparación y experiencia del coach tiene que ser mucho mayor en el segundo caso, porque debe conocer muy bien el entorno en el que se mueve su cliente”, subrayaMaría López, presidenta de sección española del International Coach Federation (ICF), institución estadounidense de referencia en el asunto.

En el caso del coaching ejecutivo, lo primero que hace el especialista es reunirse con el departamento de recursos humanos para que la compañía deje bien claras sus expectativas. A continuación, se concierta una reunión con el jefe del coachee para que especifique sus propias expectativas ante el proceso. “Insistimos en conocer lo que se espera de nosotros porque la confianza y la sinceridad son la base del proceso”, indica César Fernández. Este experto en coaching ejecutivo de Norman Broadbent trata siempre también de mantener una tercera cita antes de empezar, esta vez con las tres partes: recursos humanos, jefe y coachee. “Ahí se dejan claras las reglas del juego: confidencialidad, qué cambio se espera ver en el empleado, objetivos de mejora que este tiene, etcétera”.

Aclaradas las posiciones, se comienza a trabajar a solas con el cliente. “El coachee empieza por contarnos sus retos, sus dudas, las cosas que le preocupan. A partir de ahí vamos realizando una serie de preguntas para que él o ella reflexione y haga un ejercicio de introspección”, indica Fernández.

Ni un consejo. Ni una recomendación. El coach se ocupa de que el cliente medite, examine sus capacidades. La idea de fondo es que la gente tiene los recursos necesarios para sacar sus propias conclusiones. No necesita que se lo den masticado. El experto no copa más del 20% del tiempo de las sesiones. “Nosotros acompañamos al cliente en sus reflexiones. Somos un espejo. Todo el mundo ve la realidad a través de unas gafas propias. Nuestra función es hacer que pruebe varias lentes y elija cuál quedarse”, apunta Luis Carchak. Este bonaerense es uno de los ocho profesionales que hay en España con calificación MCC, la más alta de las que expide el ICF. Garantiza que el coach cuenta con más de 2.500 horas de experiencia.

La acreditación, una garantía

La certificación de estos profesionales no es una cuestión menor. “Nuestros estándares de calidad, que vienen marcados desde EE UU, son los más exigentes. Los expertos necesitan acreditar un mínimo de horas de vuelo, y cuantas más tengan mejor preparados están”, explica María López, de ICF. “Cada tres años deben certificar que siguen sumando experiencia y que sus conocimientos están al día. Son como los pilotos de aviones”, apunta. La norma de oro de los coaches es hacer que sus clientes no den nunca por sentado nada. Hay que romper con las rigideces en las estructuras mentales. “Trabajamos ideas, emociones, aspectos corporales... Todo afecta al rendimiento profesional de las personas. Y a su bienestar personal”, cuenta Fernández.

Los procesos tienen a menudo resultados colaterales. “Yo quería mejorar mi relación profesional con una compañera y acabé profundizando también en los problemas que tenía con mi suegra. Me di cuenta de que no tenía por qué aceptar como válidos determinados acuerdos con las personas, y que eso me sucedía en todas las esferas de la vida”, confiesa Rosa.

María Lópezsaca a la palestra otro caso. “El presidente de una gran compañía pidió un proceso de coaching para su director general porque creía que gestionaba mal el tiempo”. Ponía todos los días reuniones con su equipo a partir de las 20.00 horas, con lo que no acababan hasta las 23.00. “Su equipo lo llevaba muy mal, hubo fugas de talento... Durante el proceso se descubrió que el director general tenía problemas con su mujer: estaba en proceso de divorcio y se ponía él mismo todo tipo de excusas para retrasar las citas y así pasar el mínimo tiempo posible en casa”, relata. Tras desahogarse, fue a un terapeuta, solucionó sus problemas de pareja y las relaciones laborales volvieron a su cauce.

Orígenes y desarrollo de una disciplina estadounidense

El coaching llegó a España en los años noventa, pero tiene sus orígenes en los Estados Unidos de la década de los setenta. Se suelen vincular sus raíces al extenista y exentrenador Tim Galwey. Tras retirarse de la competición, publicó una serie de libros en los que decía que el peor rival de un deportista son los límites mentales que uno mismo se pone.

La excelencia personal y profesional están íntimamente ligadas, escribió. Hay que conseguir ver los hechos sin prejuicios, desde una “perspectiva crítica”, para lograr corregirse uno mismo de forma automática y mejorar el rendimiento.

Los expertos en recursos humanos no tardaron en desarrollar una disciplina en torno a estas ideas, debidamente complementadas con la sociología y la psicología. El sector mueve hoy unos 2.000 millones de dólares a nivel mundial, según datos aportados por ICF. Asimismo, un estudio de PricewaterhouseCoopers concluye que las compañías estiman en un 70% el retorno de la inversión en coaching.

El mismo informe revela que más de la mitad (50,7%) de quienes recurren a un especialista en este campo son mujeres, mientras que la mayoría (48%) tiene menos de 45 años. Los expertos coinciden en que las sesiones del coaching no son igual de efectivas en todo el mundo: hay que ser receptivo e involucrarse. Se trata, en definitiva, de que cada uno esté dispuesto a resolver, guiado, sus propios problemas.

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